A partir de los 40, casi todos comenzamos a notar pequeños cambios en la vista: textos que se alejan, relojes que se ven borrosos a cierta distancia, líneas que ya no parecen tan nítidas.
Aunque muchas personas intentan ignorarlo (“ya enfocaré mejor mañana”), comprender esta transición visual es clave para mantener un rendimiento óptimo y, sobre todo, disfrutar del deporte sin riesgos.
La presbicia aparece normalmente a partir de los 40–45 años y afecta a casi todo el mundo. Ya tengas miopía, hipermetropía o astigmatismo, la presbicia no es una enfermedad, sino un cambio natural del ojo con la edad. Pero sí puede hacer que notes la visión “más complicada” que antes.
Si ya tienes miopía
La miopía te permite ver bien de cerca, pero te cuesta ver de lejos. Cuando llega la presbicia, puedes notar algo curioso:
- Leer de cerca ya no es tan cómodo, especialmente si llevas tus gafas de lejos puestas.
- Puede que tengas que quitarte las gafas para ver de cerca (algo muy común en miopes maduros).
- Es decir, la miopía “protege” un poco el cerca… pero no del todo.
Si eres hipermétrope
La hipermetropía ya dificulta la visión cercana desde joven. Cuando aparece la presbicia:
- Leer o enfocar de cerca se vuelve aún más exigente.
- Puedes sentir la vista cansada antes o notar que necesitas más luz.
- Para los hipermétropes, la presbicia suele hacerse notar antes y con más intensidad.
Si tienes astigmatismo
El astigmatismo provoca que las líneas o detalles se vean algo distorsionados. Con la presbicia:
- Puedes percibir más borrosidad, tanto de lejos como de cerca.
- Es posible que notes fluctuaciones según la luz o el cansancio visual.
- En este caso, la sensación suele ser de “visión menos estable”, más que de dificultad concreta en una distancia.
La vista también envejece… y afecta al movimiento
Ver bien no es solo leer letras pequeñas. La visión influye en la coordinación, la percepción de profundidad, el equilibrio y la anticipación. Los cambios visuales propios de la mediana edad pueden hacer que ciertos gestos deportivos se sientan diferentes, incluso cuando el cuerpo sigue respondiendo igual.
Algunas situaciones frecuentes entre deportistas a partir de los 40:
- La pelota llega “más rápido” porque cuesta calcular mejor las distancias.
- La bici parece menos estable cuando baja la luz.
- La técnica se vuelve menos precisa en actividades que requieren enfoque cercano o lectura de detalles.
- Los entrenamientos nocturnos incomodan por el aumento de sensibilidad al deslumbramiento.
- Los cambios de terreno sorprenden más, porque el contraste visual disminuye.
No es torpeza. No es falta de forma. Es simplemente que la vista ya no funciona como antes.
La resistencia visual también cuenta
Los ojos, igual que los músculos, se cansan. En la madurez, ese cansancio puede aparecer antes:
- Largas sesiones mirando marcadores, pantallas, relojes o planos
- Deportes al aire libre con cambios bruscos de luz
- Entrenamientos que exigen mucha precisión visual
Todo ello acumula tensión ocular y puede volverse parte invisible del cansancio del deportista.
Entrenar con una visión que cambia
La buena noticia es que en la mayoría de los casos estos cambios no tienen por qué limitar la práctica deportiva. Adaptar hábitos y ser conscientes del proceso suele marcar la diferencia.
Algunos enfoques que pueden ayudar a entrenar mejor con la visión madura:
- Dar prioridad a la luz natural o a espacios bien iluminados.
- Organizar sesiones técnicas en horas de buena visibilidad.
- Usar material con colores contrastados para facilitar la percepción.
- Evitar forzar la vista de cerca durante largos periodos antes de entrenar.
- Escuchar las sensaciones: si un gesto te cuesta más por falta de nitidez, no pasa nada por ajustar el ritmo.
Son cambios sencillos, pero suelen traducirse en un mayor control sobre el movimiento y una mejor experiencia deportiva.
El deporte sigue, pero tú también evolucionas
Que la visión cambie no significa que el rendimiento tenga que bajar. Significa que debes entrenar con más conciencia. Igual que ajustas cargas, descansos o ritmos según tu edad, ajustar tu manera de ver —literal y metafóricamente— puede convertirse en un aliado.
Esta etapa puede enseñarte a ser un deportista más atento, más técnico y más conectado con tu cuerpo. A veces, perder un poco de nitidez es lo que nos obliga a ganar precisión en lo que importa: cómo te mueves, cómo te cuidas y cómo disfrutas del deporte.
Mirar con otros ojos tu propio envejecimiento
Asumir que la vista se transforma no es una derrota, es un acto de realismo. Y desde ese realismo se construyen decisiones más seguras, más inteligentes y más sostenibles.
El objetivo no es ver como a los 20, sino entrenar como el deportista que eres hoy: más experimentado, más consciente y, si te lo permites, más fuerte que nunca.






