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Los mensajes que se acomodan a ciertas creencias populares resultan fáciles de viralizar y circulan a gran velocidad por la Red, convenciendo a un gran número de personas para las que la ciencia parece no tener ninguna razón de ser.
Un golpe de tos te salvará la vida
Sin saber a ciencia cierta de donde procede el núcleo de esta creencia, seguramente algún profesional asoció toser con fuerza y repetidamente al provocar una elevación del flujo sanguíneo que devengase en la activación de nuestro sistema circulatorio, hasta el punto de poderse llegar a corregir algún tipo de arritmia cardiaca.
Dicho así tiene mucha lógica, pero si estudiamos la fisiología de la tos podremos encontrar más respuestas.
La tos es un mecanismo reflejo protector de las vías respiratorias y su objetivo es limpiar el árbol respiratorio de partículas extrañas e irritantes, facilitando que se eliminen secreciones mucosas que se producen para atrapar dichas partículas. Tras ese reflejo, los músculos abdominales, junto con otros implicados en la espiración, se contraen, elevando la presión sobre los pulmones. A continuación se dilata la glotis y se relajan las cuerdas vocales, permitiendo así una salida rápida del aire, que se expulsa a más de 150 km/h, arrastrando todo tipo de partículas (incluyendo virus, bacterias…).
Como consecuencia de este acto convulso se produce un incremento de la actividad circulatoria, comenzando por una vasodilatación de las venas y arterias pulmonares lo que, sintetizando de manera muy esquemática, podría devengar en un incremento de flujo sanguíneo en todo nuestro sistema vascular. Pero… de ahí a llegar a afirmar que, durante una secuencia de tos voluntaria, podríamos evitar una parada cardiaca, hay un mundo.

¿Ataque al corazón o paro cardiaco?
Sin entrar en detalles médicos hay que aclarar que se confunden ambos conceptos de manera habitual. Aunque ambas patologías pueden desarrollarse de manera muy parecida no son lo mismo, ni el desenlace que provocan.
Se denomina paro cardiaco a la disminución del flujo sanguíneo como consecuencia de unas contracciones cardiacas cada vez más débiles, hasta su total detención. A causa de la progresiva disminución del ritmo cardiaco, también se reduce el transporte del oxígeno, por lo que la persona perderá la consciencia incluso antes de que se produzca el colapso del corazón.
Popularmente se conoce como infarto al ataque al corazón, y se produce porque el flujo sanguíneo se detiene en alguna de las vías que alimentan el músculo cardiaco, provocando su parada instantánea y el necrosamiento de algunas células musculares de este órgano.
También se pueden producir infartos por otras causas “no obstructivas” (stress, ansiedad…) pero el resultado final es el mismo: la parada instantánea de nuestro corazón.
¿Y toda esta lección de fisiología del corazón para qué? Pues para aclarar que, en ambos casos (paro cardiaco o infarto) el individuo tiene muy alterada su consciencia y, en esas condiciones, no se le va a ocurrir ponerse a toser por si lo que le está sucediendo es alguna patología coronaria… contando con que, en el momento del colapso, todavía disponga de un cierto grado de raciocinio.

El resumen
Ninguna entidad responsable de la salud cardiaca de un núcleo de población, como la Asociación Estadounidense del Corazón o la prestigiosa Fundación Británica del Corazón respaldan la "Cough CPR" como un método aconsejable para tratar a un individuo que esté sufriendo una patología cardiaca grave, incidiendo en que el tiempo que se pierde en intentarlo, puede ser crucial para conseguir contactar con los servicios de emergencia ciudadana que sí pueden tener la solución a este problema.
Además, aunque hemos visto que en la fisiología de la tos se produce una activación instantánea del flujo sanguíneo, junto con la contracción de la caja torácica (lo que algún autor ha querido denominar “auto-masaje” cardiaco), hay que tener en cuenta que, cuando la tos se produce de manera voluntaria, el fenómeno fisiológico no alcanza la misma magnitud que cuando se trata de tos refleja e involuntaria, reduciendo el efecto causado en nuestro aparato respiratorio y sanguíneo.

*Fuentes consultadas: British Heath Foundation