Vida Sana

¿Entrenas según tu edad o según la edad que te gustaría tener? Una reflexión necesaria

Durante años hemos escuchado frases como “los 40 son los nuevos 20” o “a los 50 estás en tu mejor momento”. Mensajes motivadores, sí, pero que a veces se alejan de la realidad y pueden llevarnos a interpretar el envejecimiento como algo opcional.

Olga Castañeda

2 minutos

¿Entrenas según tu edad o según la edad que te gustaría tener? Una reflexión necesaria

Y no lo es.

Cumplir años es maravilloso, pero también significa que el cuerpo cambia y que nuestras decisiones deportivas deberían acompañar esa evolución.

El mito de la eterna juventud deportiva

El problema no es el deseo de seguir activos, fuertes o rápidos; el problema es cuando intentamos entrenar como si no hubiera pasado el tiempo. Muchos deportistas de 45, 50 o 60 años mantienen rutinas idénticas a las que hacían con 25, sin considerar que la recuperación, la movilidad, la fuerza profunda o la resistencia al estrés no responden igual.

Las redes sociales también han alimentado ese espejismo: vemos a personas maduras logrando hazañas espectaculares y pensamos que la norma es llegar a esa edad rindiendo como en plena juventud. Pero lo que no vemos es el contexto: selección genética, trayectorias deportivas de décadas, equipos médicos detrás o simplemente cuerpos que envejecen de forma distinta.

Aceptar la edad no significa renunciar al rendimiento

No se trata de hacer menos. Se trata de hacer mejor. La edad madura puede ser una etapa deportiva potentísima si se entrena con cabeza.

El entrenamiento de fuerza, por ejemplo, es un pilar indiscutible a partir de los 40: ayuda a mantener masa muscular, protege articulaciones, sostiene el metabolismo y mejora la calidad de vida. Pero para que realmente funcione, conviene ajustar variables como la carga, la frecuencia y el descanso. Lo mismo ocurre con el cardio, la movilidad y el trabajo técnico.

Aceptar la edad no es resignación. Es estrategia.

Señales de que quizá estás entrenando “por nostalgia”.

Muchos deportistas no se dan cuenta de que su entrenamiento ya no encaja con su etapa vital. Algunas pistas habituales:

  1. Tardas más en recuperar, pero sigues aumentando volumen como antes.
  2. Tienes pequeñas molestias recurrentes que ignoras porque “antes también pasaba”.
  3. Confías más en tu recuerdo de capacidad que en tus sensaciones actuales.
  4. Tu agenda laboral, familiar o emocional no es la misma que hace 20 años… pero tus rutinas sí.

No se trata de entrenar menos, sino de entrenar con una lógica distinta.

Construir una salud fuerte… pero desde la madurez

A partir de los 40–50, el cuerpo agradece un enfoque más consciente:

  • Fuerza sí, pero con técnica sólida y progresión realista.
  • Sesiones intensas, pero espaciadas para permitir recuperación.
  • Cardio variado, sin obsesión por ritmos imposibles.
  • Movilidad y estabilidad como base de todo lo demás.
  • Sueño, hidratación y gestión del estrés como parte del entrenamiento, no como accesorios.

Cuando el deportista adulto entrena para su edad —no para la que tenía o para la que le gustaría tener— sucede algo interesante: el rendimiento mejora, las lesiones disminuyen y el disfrute se dispara. No porque el cuerpo sea el de los 20, sino porque la cabeza por fin entrena en el presente.

Como norma general, podríamos establecer que las personas de 50 años dediquen el 50% de su tiempo total de ejercicio al entrenamiento de fuerza y el 50% al cardio. A los 60 años, esa proporción debería ser del 60% de fuerza y del 40% de cardio. A los 70, el cardio solo debería suponer el 30% del entrenamiento.

La verdadera fuerza está en conocerse

Quizá los 40 no sean los nuevos 20… ni falta que hace. Los 40 son una etapa distinta, igual que los 50 o los 60, con posibilidades propias y retos nuevos. La clave está en abrazar esa realidad sin comparaciones, sin nostalgia y sin presión por aparentar una juventud eterna.

El deportista que se conoce, que ajusta, que escucha y que evoluciona, es el que de verdad envejece de forma activa y saludable.

 

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