El confinamiento provocado por la pandemia de Covid-19 ha cambiado por completo nuestras relaciones diarias. No solo en el trabajo, sino también en nuestra vida personal, ya que solo podíamos quedar con nuestros amigos más cercanos por videollamada. Al mismo tiempo, cada vez nos apetecía más la comida reconfortante, debido sobre todo al tiempo del que disponíamos en casa, que nos llevaba a cocinar alimentos como pizzas, pasta, pasteles, etc. Esta «moda» no solo satisfacía una pasión personal y el redescubrimiento de tradiciones, como cocinar, sino también una necesidad emocional.
Para confirmar esta correlación, un nuevo estudio del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) reveló que los deseos que sentimos durante este tipo de aislamiento social comparten una base neuronal con los antojos de comida que experimentamos cuando tenemos hambre.
Los investigadores encontraron que, tras un día de aislamiento total, la imagen de personas que se divierten juntas activa la misma región del cerebro que se ilumina cuando alguien que no ha comido en todo el día ve la foto de un plato de macarrones con queso.
«Las personas que se ven obligadas a estar aisladas ansían las relaciones sociales con un mecanismo cognitivo similar a la forma en que una persona hambrienta ansía la comida. Nuestro hallazgo se ajusta a la idea intuitiva de que las interacciones sociales y positivas son una necesidad humana fundamental, y la soledad aguda es un estado de aversión que motiva a las personas a solucionar lo que falta, de forma similar al hambre.» afirma Rebecca Saxe, profesora John W. Jarve de Ciencias Cognitivas y del Cerebro, miembro del Instituto McGovern de Investigación Cerebral del MIT y autora principal del estudio.
El equipo de investigación recopiló los datos de este estudio en 2018 y 2019, mucho antes de la pandemia de coronavirus y los confinamientos de 2020. Los nuevos hallazgos, ahora publicados en Nature Neuroscience, forman parte de un programa de investigación más amplio centrado en cómo el estrés social afecta al comportamiento y la motivación de las personas.
Deseo social
El nuevo estudio se inspiró en parte en un artículo reciente escrito por Kay Tye, antiguo miembro del Instituto Picower de Aprendizaje y Memoria del MIT. En el estudio de 2016, Tye y Matthews identificaron un grupo de neuronas en el cerebro de ratones que representan sentimientos de soledad y generan un impulso de interacción social tras el aislamiento. Los estudios en humanos han demostrado que la privación de contacto social puede provocar malestar emocional, aunque la base neurológica de estos sentimientos no está clara.
El estudio: 40 participantes y 10 horas de aislamiento
Para crear ese ambiente de aislamiento, los investigadores reunieron a voluntarios sanos, principalmente estudiantes universitarios, y los confinaron en una habitación sin ventanas en el campus del MIT durante 10 horas. Se les prohibió utilizar el teléfono móvil, pero la habitación tenía un ordenador que podían utilizar para ponerse en contacto con los investigadores en caso necesario.
Al terminar las 10 horas de aislamiento, cada participante se sometió a un escáner en una máquina de resonancia magnética. Lo que hizo que esto fuera aún más desafiante fue que incluso durante este reconocimiento, los participantes no tuvieron contacto con ninguna persona. Para que fuera posible, antes del inicio del periodo de aislamiento se informó a cada sujeto sobre cómo entrar en la máquina, con el fin de evitar la necesidad de ayuda.
Y aún hay más. Cada uno de los 40 participantes se sometió a 10 horas de ayuno en un día distinto al de aislamiento. Una vez trascurridos ambos periodos de aislamiento o ayuno, se escaneó a los participantes mientras miraban imágenes de comida, de personas interactuando y neutras, como flores. Los investigadores se centraron en una parte del cerebro llamada sustancia negra, una diminuta estructura situada en el mesencéfalo que anteriormente se había relacionado con el hambre y los antojos de sustancias ilegales y adictivas, como ciertas drogas.
Los investigadores observaron que cuando los sujetos socialmente aislados miraban una foto que retrataba a un grupo de personas en plena interacción social, la «señal de deseo» en su sustancia negra era similar a la señal producida cuando miraban las fotos de comida después de ayunar. Además, la cantidad de activación de la sustancia negra estaba relacionada con la fuerza con la que los pacientes evaluaban sus sentimientos de deseo por la comida o la interacción social.
En la práctica, el poder del ansia por la comida reconfortante podría estar asociado a la actitud relacional de cada uno. Dicho de otra manera, dime cuántas relaciones sociales tenías (antes del confinamiento) y te diré cuál era tu antojo de comida reconfortante. Los sujetos que declararon sentirse crónicamente aislados meses antes del final del estudio mostraron antojos más débiles, y no es casualidad. Por el contrario, en las personas que declararon que sus vidas estaban llenas de interacciones sociales satisfactorias, esta intervención tuvo un mayor efecto en sus cerebros.
A raíz del confinamiento, este estudio puede explicar la relación entre el aislamiento y el deseo de comida reconfortante. Y, como era de esperar, este deseo era mayor en las personas que estaban aisladas individualmente. Todo ello con una relación proporcional a las relaciones sociales en el periodo previo al aislamiento.
¿La solución? Una dieta equilibrada y serotonina.
Tomar conciencia de cómo actúa nuestra mente es ya, sin duda, un primer paso hacia la solución. Sin embargo, es necesario adoptar comportamientos prácticos para equilibrar las hormonas.
Por ello, las estrategias que se proponen a continuación pretenden precisamente volver a equilibrar la cascada hormonal a través de una alimentación que favorezca la saciedad, la claridad mental y el bienestar global.
1. Llevar una dieta equilibrada, como la dieta de la zona, permite equilibrar las hormonas favoreciendo la saciedad y reduciendo el hambre emocional. El nombre de esta estrategia nutricional hace referencia a su mecanismo de acción. El término «zona» hace referencia a esa zona óptima de modulación hormonal que permite alcanzar y mantener el bienestar psicofísico. En esta estrategia nutricional, además de equilibrar las comidas, el consumo de tentempiés desempeña un papel estratégico cuando pasan más de 4 horas entre una comida y otra. Los tentempiés durante el día son importantes: pueden ayudar a perder peso o a mantener la forma física alcanzada, optimizar la claridad mental y la energía disponible. Con una condición: deben ser equilibrados en hidratos de carbono, proteínas y grasas. Esto, de hecho, permite obtener un mejor equilibrio de los niveles de glucemia e insulina, evitando importantes subidones y bajones y reduciendo el deseo de comida reconfortante.
2. Se ha observado que las personas que describen un fuerte deseo de comida reconfortante, sobre todo por la noche, pueden tener un déficit de serotonina, un neurotransmisor, no por casualidad, también conocido como «hormona de la felicidad». Por tanto, lo que sugerimos es optar por alimentos que puedan contribuir a su formación. Entre ellos, la carne de pollo es rica en aminoácidos triptófanos, precursores de la serotonina, y debe incluirse, por ejemplo, como fuente magra de proteínas en la cena. Y de nuevo, el chocolate, un alimento útil porque en su versión negra es rico en polifenoles de cacao que tienen un impacto positivo en el bienestar físico y mental.