¿Cómo se origina la hernia discal?
Se origina cuando el material del disco intervertebral -estructura que se encuentra entre las vértebras y actúa como almohadilla- se sale de su lugar, llegando a producir presión sobre los nervios.
- Según el tamaño del material herniado y la ubicación, puede ocasionar dolor y problemas de movilidad en distintas partes de la columna, así como en brazos y piernas. Pero la variabilidad de los síntomas es enorme: desde un dolor insoportable y duradero hasta molestias leves y transitorias.
- Dado el potencial incapacitante de esta dolencia, es frecuente pensar que la cirugía es la única opción para librarse del dolor de forma definitiva.
Pero no es así: los especialistas tienen unos criterios definidos para decidir en qué casos es necesaria y en cuáles hay que recurrir a otras modalidades terapéuticas.
- El primer paso para acertar con el tratamiento es un buen diagnóstico, que comienza con la entrevista médica (anamnesis), encaminada a identificar cuáles son los síntomas que experimenta el paciente, cómo repercuten en su calidad de vida y qué discapacidad le generan.
- El siguiente paso es realizar una exploración física que permita al especialista esbozar un diagnóstico de sospecha para luego pedir una prueba de imagen, que habitualmente es la resonancia magnética.
- Esta prueba diagnóstica, no se requiere en todos los casos. La mayoría de los dolores lumbares están producidos por lesiones de los discos intervertebrales que, aunque sean cuadros limitantes en la vida cotidiana, no requieren la realización de ninguna prueba radiológica, porque son autolimitados. Es decir, es una patología que en buena parte de los casos tiende a la resolución espontánea con los debidos autocuidados.
No todo el mundo experimenta el dolor y la discapacidad en la misma magnitud; son datos esenciales para que después podamos tomar decisiones. Este criterio es clave para la realización de pruebas de imagen y, en última instancia, para la elección del tratamiento óptimo en cada caso concreto. - Alberto Hernández, miembro de la Sociedad Española de Columna y especialista en cirugía de columna.
Operar sí, operar no
En las patologías susceptibles de ser intervenidas quirúrgicamente se suele hablar de tratamiento conservador para referirse a todas aquellas medidas terapéuticas que no implican pasar por el quirófano. En el caso de la hernia de disco, generalmente se intenta agotar esta vía porque evita la cirugía -que no está exenta de riesgos y complicaciones- en un porcentaje muy amplio de los casos.
Aproximadamente el 80-90% de los pacientes que tienen una hernia de disco aguda mejoran sin cirugía. Por eso, el primer tratamiento debe ser conservador y únicamente debe ser quirúrgico en las situaciones de fracaso del tratamiento conservador, que es múltiple, o en presencia de déficit neurológico.
Por lo tanto, la intensidad y la persistencia de los síntomas y el fracaso del tratamiento conservador son los puntos clave, sin olvidar otro elemento esencial: identificar si la presencia de los síntomas está asociado a la lesión que tenemos en las pruebas radiológicas y si lo que encontramos en las pruebas radiológicas realmente tiene trascendencia en las quejas que tiene el paciente. Es entonces cuando se puede hablar de “correlación clínico-radiológica”, indispensable para poder operar.
Tratamiento conservador
El conocimiento de la fisiopatología del dolor ha contribuido a mejorar el tratamiento médico de la hernia y hacerlo más preciso. Los tratamientos conservadores incluyen:
- la analgesia
- la rehabilitación
- la fisioterapia con ultrasonidos
- la estimulación eléctrica
- las bolsas de agua caliente
- las bolsas de agua fría
- la terapia manual.
“Todo ello para reducir el dolor y los espasmos musculares, lo que facilitará que la persona pueda empezar a hacer ejercicio”. En este sentido, apunta que en la actualidad se recomienda “empezar precozmente a ejercitar la musculatura”.
Los tratamientos conservadores se han ampliado con las técnicas intervencionistas, como las infiltraciones y técnicas intradiscales. En este apartado resultan de gran utilidad los bloqueos epidurales, que consisten en la administración de una mezcla compuesta por un corticoide, un anestésico local y suero fisiológico mediante una inyección epidural.
Intervención quirúrgica
La cirugía clásica, consistente en abrir la columna, acceder a la vértebra y quitar la hernia discal, sigue plenamente vigente, pero se han ido incorporando diversos procedimientos mínimamente invasivos.
Existen varias alternativas que han demostrado que resuelven el problema con la misma eficacia que las cirugías que hacíamos hace años, pero con menos herida quirúrgica, menor daño del músculo y, por lo tanto, una recuperación más rápida.
Hay dos modalidades fundamentales de cirugía mínimamente invasiva:
- La cirugía mínimamente invasiva tubular consiste en la entrada en la columna con una serie de dilatadores, que son unos tubos pequeños que van haciendo espacio entre los músculos, sin separarlos ni desinsertarlos, y a través de ese canal se trabaja con un endoscopio incorporado en el tubo o con un microscopio. Con este sistema se practican unas incisiones que no llegan a los 2 centímetros y se obtiene el mismo resultado en cuanto a descompresión que con las técnicas previas.
- La alternativa más reciente es la endoscopia pura (full endoscopy), que consiste en introducir un dispositivo que no llega a 1 centímetro de diámetro a través del cual se realizan los gestos para aliviar la compresión. Este procedimiento, que es muy exigente desde el punto de vista técnico, minimiza los tiempos de recuperación y la agresión sobre los tejidos, con lo cual el paciente vuelve a su vida normal más rápido.