El Dr. Martínez-González tiene muy claro el dilema.
"Los productos se venden más cuando se les añade azúcar. Los consumidores se meten más calorías en el cuerpo cuando las calorías están bien endulzadas. Una alternativa son la sacarina y otros endulzantes que carecen de calorías. Pero ¿sirven los edulcorantes no calóricos como alternativa sana al azúcar?".
El autor del libro "Salud a Ciencia Cierta" enumera todas las sustancias que no añaden calorías a la dieta y que sirven para dar ese sabor dulce como puede ser el acesulfamo-potasio (E-950), el aspartamo (E-951), el ciclamato monosódico (E-952) o la la sacarina (E-954). Toma como referencia a la Agencia Oficial para los Fármacos y la Alimentación de los Estados Unidos que ha dado su aprobación y ha calificado como "generalmente libres de riesgos", a cinco de ellos: acesulfamo-potasio, aspartamo, sacarina, sucralosa y neotamo. También ha aprobado el advantamo (E-969), una combinación de aspartamo y vainillina que resulta 37.000 veces más dulce que el azúcar y 100 veces más dulce que el aspartamo.
Este gran experto en dieta mediterréna, que es profesor en la prestigiosa Universidad de Harvard y que puso en marcha el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, hace una comparación que resulta muy interesante a la hora de poner en situación lo que suponen estas sustancias alternativas al azúcar. "Tanto estos endulzantes como los refrescos «cero» que los contienen se pueden considerar como meros productos de transición -comparables a los parches de nicotina para el fumador-, que servirán para un periodo de acostumbramiento hasta pasar definitivamente al agua".
Para Miguel Ángel Martínez-González "en términos nutricionales, estos productos edulcorados no aportan nada". El experto reconoce que son productos más sanos que sus alternativas sin azúcar y que no tienen "efectos adversos" aunque sí que le encuentra un pero: ingerir bebidas con este tipo de edulcorantes ayuda a mantener la costumbre social de que hay que tomar refrescos dulces, en lugar de agua, y también se desarrolla el gusto por las cosas artificialmente dulces, sobre todo en los niños.
La conclusión del Dr. Martínez-González es rotunda: "Beber refrescos «cero» es un modo más caro de beber agua del grifo. Son solo un buen paso intermedio para dejar los refrescos azucarados. Pero el fin último, insisto, debe ser siempre beber agua".
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