¿Cuando fue la última vez que escribiste una carta a mano?
Estamos viviendo en la época de las pantallas y de los teclados. Escribir a mano parece una cosa de la prehistoria, reservada casi a hacer la lista de la compra. El email y las redes sociales han acabado por desterrar la escritura manual. Hasta hace menos de lo que pensamos, el papel y un simple boli eran protagonistas de nuestra rutina diaria.
Pero nada es gratis en la vida y renunciar a la escritura manual, tampoco lo es. El simple hecho de escribir a mano activa tres regiones de nuestro cerebro: el área cognitiva, el área visual y el área motora.
Es especialmente importante para los más jóvenes ya que escribir mejora su motricidad y afina la coordinación mano-ojo (algo que puede trabajarse también en deportes como el tenis).
Para los mayores el hábito de escribir a mano también aporta ventajas en especial la mejora de la memoria prospectiva y de trabajo. Escribir estimula memoria semántica, que es dónde se almacena nuestro conocimiento del mundo. La memoria de trabajo también se entrena ya que, por ejemplo, nos acostumbramos a mantener una idea en la cabeza mientras estamos en el proceso de trasladarla al papel.
Y si entramos en el apartado psicológico, escribir se manifesta como una excelente forma para canalizar nuestras emociones. Escribir nos ayuda a conocernos mejor, a ahondar en nuestros sentimientos sin limitaciones, con lo que esto supone, por ejemplo en situaciones de estrés o de ansiedad. Escribir te ayuda a dejar atrás ese entorno que te agobia y tener tu espacio para plantearte tus dudas y elegir el mejor camino a seguir.
El abandono casi definitivo del hábito de escribir ha venido unido a otros que han agudizado la disminución de nuestro trabajo mental. No escribimos pero tampoco ejercitamos la memoria, por ejemplo, para recordar teléfonos, direcciones o citas en el calendario ya que llevamos en el bolsillo un móvil que se encarga de todo esto y de mucho más, como cualquier cálculo matemático que nos sea necesario en la vida diaria. Ya ni contamos monedas para pagar o al recibir la vuelta de la compra ya que comprar con dinero es ya casi algo residual ante el pago con la tarjeta o directamente con el móvil.
Llevar un diario, dedicar 5 minutos al día a hacer una lista de cosas por la que nos sentimos agradecidos, escribir una fantasía o un cuento o una carta... Nuestro cerebro nos lo agradecerá.