“No somos una especie diseñada para ir siempre a toda velocidad, sino para ajustar el ritmo en función de los recursos disponibles"
Un estudio liderado por Olalla Prado, profesora de Investigación Educativa de la Universidad Europea, presenta una nueva perspectiva sobre los patrones metabólicos y de actividad física de los homininos.
“Los resultados sugieren que el gasto energético de las especies humanas extintas pudo ser menor de lo que se pensaba”, explica la docente.
Cuando pensamos en los primeros humanos, solemos imaginarlos llevando vidas extremadamente activas. Sin embargo, el estudio “Slow it down: evolution of human metabolism over two million years” revela que podría no haber sido así.
“Lejos del mito de un constante desgaste físico, nuestros hallazgos indican que los homininos, el grupo que incluye a los humanos y a sus antepasados más cercanos, pudieron ajustar su gasto de energía a las condiciones del entorno, para garantizar su supervivencia”, señala Olalla Prado, profesora de Investigación Educativa de la Universidad Europea de Madrid.
El estudio publicado en Historical Biology y que ha liderado Olalla Prado, experta de la Universidad Europea, revisa las estimaciones sobre el gasto energético de los homininos extintos y desmonta la idea de que sus niveles de actividad eran extremos. Además, propone que la evolución del metabolismo no fue lineal, sino marcada por pulsos de aceleración y fases de desaceleración.
Esta nueva interpretación, basada en datos de gasto energético actuales, registros fósiles y modelos evolutivos, sugiere que los homininos no habrían tenido un metabolismo constantemente acelerado, como se había supuesto. Por el contrario, la eficiencia energética, es decir, gastar menos para sobrevivir más pudo ser una de las claves evolutivas del linaje humano.
“Durante más de dos millones de años, la evolución de nuestro metabolismo no ha sido una carrera ascendente, sino una sucesión de adaptaciones al entorno”, apunta Prado. “No siempre gastamos la energía diaria de un deportista de ultra resistencia, sino que aprendimos a usar la energía mejor”.
El estudio señala que esta capacidad para alternar entre demandas energéticas elevadas bajo algo menores en función del contexto (clima, dieta, presencia de tecnología como el fuego o las herramientas, organización social) habría permitido a nuestros antepasados superar fases de escasez, migraciones y cambios ambientales extremos.
“Ser eficientes energéticamente fue tan importante como ser fuertes o rápidos”, añade la investigadora.
Además, el estudio propone un cambio de mirada sobre los límites fisiológicos del ser humano. La relación entre movimiento y gasto energético podría no ser tan rígida como se creía. Esto abre nuevas preguntas sobre cómo se adapta el cuerpo humano al ejercicio, al envejecimiento o al estilo de vida moderno.
La experta de la Universidad Europea explica que “entender cómo y cuándo nuestro cuerpo ahorra o gasta energía nos da pistas valiosas sobre nuestra historia evolutiva, pero también sobre desafíos actuales como la obesidad, el sedentarismo o el equilibrio entre trabajo y descanso”.
Estos hallazgos replantean cómo vivieron y evolucionaron nuestros antepasados, y también ofrecen una nueva perspectiva sobre cómo entendemos hoy el metabolismo
humano. El estudio refuerza la idea de que la flexibilidad metabólica ha sido clave en la historia evolutiva de nuestra especie.
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