El lado egoísta del deportista popular

El otro día un amigo me contaba que cada día encontraba menos hueco en su vida para el deporte. Estaba amargado porque es lo que más le gusta y entre un cambio de puesto en el trabajo y la llegada de su segundo hijo decía que era imposible sacar ya no tiempo para montar en bici de montaña (su deporte favorito) sino incluso media hora para salir a correr y desfogarse. Me decía que además le parecía egoísta escaparse de casa (nunca mejor dicho) para irse a hacer deporte.

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VAMOS A SER EGOISTAS
VAMOS A SER EGOISTAS

Claro está al contármelo él buscaba que yo le reafirmará en que NECESITABA hacer deporte. Para convencerle recordé un artículo que había leído recientemente que afirmaba la necesidad de ser egoístas. Ponía como ejemplo que si vas en un avión te dicen que si la cabina se despresuriza y viajes con tu hijo pequeño, primero debes aplicarte tú la máscara y sólo luego ocuparte de él. Y que eso era aplicable también a la vida. “Si quieres extender la felicidad al mayor número de personas posible, debes asegurarte primero tu propia felicidad. De otra forma, acabas contagiando a otros tus obsesiones o problemas".

Y tiene su lógica este razonamiento. “Sé egoísta una hora, sal a correr, disfrutando sufriendo como nos gusta a nosotros, y vuelve a casa listo para sembrar felicidad", fue lo que le dije a mi amigo.

Eso sí, lo que preocupa es que el veneno del deporte, si no se controla, a veces se convierte literalmente en eso, en un veneno, y hay gente es realmente egoísta y olvida que por encima de ese Ironman que vas a hacer con tus colegas del club o de bajar de tres horas en maratón está tu vida personal y la gente con la que la compartes. A veces hay que pararse a pensar y reflexionar. Y si piensas que el deporte es realmente lo más importante en tu vida, salvo que seas Nadal, Contador o Mireia Belmonte, debes hacértelo mirar.

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