El Loira en bicicleta

Mucha gente me ha pedido información del viaje cicloturista por el Loira que hicimos en familia este verano. Aqui tenéis la crónica de este viaje que es perfecto para tener tu primera experiencia de cicloturismo con alforjas,

El Loira en bicicleta
El Loira en bicicleta

Es, sin duda, el escenario perfecto para unas vacaciones al estilo Sport Life. Nosotros fuimos la familia completa (tenemos dos hijos, de 16 y 11 años) y es cierto que el nivel ciclista de los cuatro es alto; pero, aquí te vamos a quitar el primer miedo para hacer un viaje en bici, el recorrido es tan llano y requiere tan poco nivel técnico en la bici que está al alcance de cualquier nivel de forma. Lo única diferencia es que tardarás algo más en completar las etapas.

El programa “Loire a velo” (www.loireavelo.fr) te ofrece 800 km cruzando de este a oeste Francia por su parte central que hacen más de 800.000 personas cada año. Nosotros no teníamos tanto tiempo para hacerlo completo y nos centramos en la parte final, en la región de Pays de la Loire, para pedalear siguiendo el serpenteo del río desde Angers hasta el mar. La verdad es que la organización es espectacular; empezando por el marcaje de la ruta (impecable, en 200 km apenas tuvimos algún momento de duda de por dónde seguir) y continuando por la ayuda que supone poder subir tu bici al tren de forma completamente gratuita durante todo el verano. Igualmente tienes un montón de alojamientos unidos al programa que ya están preparados para alojar sin sobrecoste ninguna tus bicicletas.

Otro punto muy a favor es el servicio de alquiler de bicicletas y alforjas que te simplifica mucho el viaje. Por 40 euros tienes en France Velo tu bici durante 4 días que te entregan y recogen dónde tú pides. Y por muy poco más te viene con las alforjas impermeables que como veremos muy pronto son imprescindibles. También existe la opción por 89 euros los 4 días de alquilar una bici eléctrica aunque con los desniveles que vas a afrontar (aunque tengas el peso extra de las alforjas a tope), no es necesaria (www.francevelo.bike). Incluso ellos te dan candados y casco si no lo has traído.

PRIMERA PEDALADA…¡Y SE PONE A LLOVER!

Nuestro punto de partida fue la ciudad histórica de Angers, la antigua capital de Anjou, dónde curiosamente no pasa el Loira (que encontraremos a muy pocos km) sino el río Maine. Muy recomendable para dedicarle una mañana para visitarla, especialmente su castillo dónde te asombrará el Tapiz de la Apocalipsis, una obra de 130 metros de largo y 4’50 metros de alto que se fabricó en el siglo XIV y que pasó siglos guardado en almacenes como algo sin valor y que es una verdadera obra de arte.

Usando el sistema de France Velo nuestras bicis llegaron en una furgoneta a la puerta del hotel a las 12 de la mañana. Durante una hora estuvimos preparando todo. Pusimos nuestros pedales automáticos y nos dedicamos a la tarea de meter el equipaje en las alforjas (un momento en el que te das cuenta de que necesitas muy poco para vivir).

Es difícil trasmitir la emoción de esa primera pedalada cuando dejas atrás tu vida normal para que empiece a ir sobre ruedas. Os podemos asegurar que si lo que buscas es desconectar esta es una de las mejores fórmulas. Todo lo que no está en el círculo del viaje, de las experiencias que vives, de los lugares por lo que pasas, de la nueva gente que conoces, queda a una galaxia de distancia.

Eso sí, nuestra primera pedalada en Angers para empezar a bajar el Loira a pedales fue algo más que emocionante. ¡Y es que fue subirse a la bici y ponerme a llover! Primera parada para ponerse los chubasqueros y seguimos adelante para completar esa primera etapa de 50 km en la que teníamos previsto llegar hasta La Pommeraye. Vas casi todo el día pegado al río, gran parte del tiempo por caminos de tierra totalmente independientes del tráfico (cuando haces enlaces por carretera son por secundarias en las que apenas hay coches). La ruta es muy entretenida y te permite disfrutar continuamente de vistas sobre el Loira. Con una buena mojadura (sobre todo los zapatillas), llegamos a nuestro primer alojamiento (Les Jardins de L´Anjou) que nos permitió hacer un extra de deporte ya que tenía su cancha de basket, de bádminton, ping pong y su pequeña piscina.

LA SOPRENDENTE NANTES

El segundo día la lluvia respeto…¡pero apareció el viento de cara! Eso hizo un poco más duro los 40 km (hasta Champtoceaux de la segunda jornada de nuestro descenso del Loira. Un poco más de gasto energético que compensamos con un buen almuerzo con media baguette y un precioso sobre de jamón ibérico al vacío que habíamos metido en las alforjas. Vamos sin prisa, al final, te sale una media de 10 por hora porque esto no es el Tour de Francia y se para allí dónde hay algo interesante, como en este caso la visita en la Torre de Oudon que ofrece una panorámica espectacular sobre el río (además de ver unos interesantes documentales sobre los hechos históricos ocurridos en la región).

Dormimos en la parte alta del pueblo del Champtoceaux. Es una subida de 1 km que es un reto con los 30 km que pesa las bicis con las alforjas repletas se convierte en un puerto de primera del Tour de Francia. Eso sí, cuando llegas arriba te merece la pena el esfuerzo porque las vistas del río son espectaculares. Allí aprovechamos la tarde para dar un paseo en un barco de fondo plano por el Loira (si prefieres un plan más deportivo, puedes hacer tu incursión en kayak).

En nuestro tercer día de pedaleo nuestro objetivo era Nantes, una ciudad con mucho que ver por lo que hicimos una etapa corta (sólo 29 km) y poco después de mediodía ya habíamos aparcado las bicis y estábamos duchados para empezar la visita. Realmente los españoles conocemos poco de esta ciudad que en las dos últimas décadas se ha reinventado gracias al mundo de la cultura. Visitamos su barrio medieval, con sus callejuelas sinuosas que evocan los antiguos gremios, el barrio de Feydeau (que en su día fue una isla y en la que nació Julio Verne) o el elegante barrio de Graslin descubriendo espectaculares obras de arte que se instalan en la calle durante todo el verano (igualmente hay un concurso de escaparatismo que hace que alucines con la creatividad de algunas peluquerías o carnicerías). Y siguiendo la línea verde que te lleva por todos los puntos interesantes de la ciudad nuestro paseo nos llevó a la Ile de Nantes, el barrio de la creatividad, dónde se han recuperado 337 hectáreas tras la crisis de la industria naval y en la que hay edificios sorprendentes y hasta una mesa de ping-pong con un looping y sobre todo dónde puedes visitar “Las Máquinas de la Isla”. Entras en un mundo de máquinas extraordinarias inspiradas en los mundos de Leonardo da Vinci o Julio Verne como un elefante de 45 toneladas y 12 metros de alto que puedes visitar. También hay una araña de casi 5 metros, una oruga, hormigas y hasta un avión que se enfrenta a una tormenta. Además, tiene un carrusel de locos cacharros en los que te puedes subir. La verdad es que sales de allí con la boca abierta. Tras la cena (en la que nos fuimos a La Cigale, una cervecería que está abierta desde el siglo XIX, expertos en preparar delante de ti el steak tartar, la carne cruda) rematamos la visita con las vistas panorámicas de 360 grados desde El Nido. Es un refugio de un gran pájaro blanco que se ha creado en el piso 32 de la Torre de Bretagne, a 144 metros de altura, de lo más original. El cuerpo del pájaro hace de barra de bar, mientras las cáscaras de huevo son las mesas y sillas.

EN EL MAR PARAMOS

Dejamos la etapa más larga para nuestra última jornada. 80 km hicimos desde Nantes (el camino pasa por la Ile de Nantes y pudimos decirle adiós al gigantesco elefante mecánico) a la playa de St. Brevin. En esta zona del río que ya se acerca a su desembocadura la ruta ya no van tan cercana al Loira y tiene más zonas de paso por poblaciones. Eso sí, la ruta te sigue dando sorpresas como un banco frente a un pequeño lago frente a una gran casa señorial en medio del camino en el que cuando te sientas se pone en marcha una fuente. Allí nos comimos el bocata que saboreamos en la compañía de Roland, un bretón de 68 años que bajar por toda la costa de Francia para luego empalmar con el Camino de Santiago del norte. Esa mañana había tenido una caída y al ir sin guantes le habían tenido que coser para cerrar la herida de la mano pero allí estaba con todo el ánimo intacto.

El viento en contra que venía del mar nos puso a prueba en los últimos km pero finalmente a las cinco y media de la tarde (habíamos salido a las nuevo) entramos en el hotel Spa du Beryl que estaba justo enfrente del mar. Aprovechamos para darnos un masaje como premio a la etapa maratón y luego estuvimos disfrutando un rato de la playa.

La ruta ciclista todavía no había terminado. Nos quedaba saltar al otro lado de la costa, a Saint-Nazaire, en cuya estación de tren habíamos quedado para devolver las bicis y coger el tren de vuelta a Angers dónde nos esperaba nuestro coche. Eso sí, no perdimos la ocasión de visitar la antigua Base submarina en la que han montado una exposiciones espectaculares como la que recrea un gran translántico, la posibilidad de ver un sumergible de la época de la guerra fría o ver por dentro un avión de Airbus.

Una vez recuperada la vida normal nos dimos cuenta que ya empezábamos a echar de menos la vida en libertad que te da ser el dueño de la dirección a la que te lleva los pedales que das. Y que cada vez que cerrábamos los ojos a la mente nos venía imágenes del río que había marcado nuestra vida en los últimos días. Esperamos que este artículo os sirva de inspiración para dar el paso a cambiar unas vacaciones convencionales por una en la que todo lo que necesitas, menos tu experiencia y tu imaginación, cabe en unas sencillas alforjas.

 

PUY DE FOU, LA MEJOR GUINDA PARA EL BICI-VIAJE

Nos habían llamado la atención de que hablaban de que había ganado el premio a mejor parque del mundo y nosotros ni lo habíamos oído nombrar. Si nos habían comentado que no tenía montañas rusas ni nada parecido. Como estaba a sólo una hora de Angers y en nuestro camino de vuelta a España, decidimos ir a explorar durante una jornada Puy du Fou.

Nosotros no sabemos si será el mejor del mundo pero no nos extrañaría que lo fuera. Lo primero que te impresiona es que todas las construcciones se han hecho realmente, que nada es de “cartón piedra”.  Para empezar los diferentes hoteles que te permiten dormir en el interior de las murallas de una fortaleza medieval, o en un campamento renacentista o en una villa de la Antigua Roma.

Sales realmente con la boca abierta por la extraordinaria calidad de sus espectáculos que te permiten desde vivir una carrera de cuadrigas en un circo romano, ver una invasión vikinga, sentir la emoción de una duelo de mosqueteros en un número musical con calidad de Broadway, ponerse en la piel de los soldados de la Primera Guerra Mundial dentro de una trinchera de Vedum o recordar con toda su magia la leyenda de los caballeros de la mesa redonda. Su número de pájaros merece mención con más de 200 aves, algunas de ellas lanzadas desde un dirigible, volando literalmente rozando tu flequillo.

No falta un número de música clásica y baile nocturno que siendo bueno es sólo un aperitivo de La Cinéscénie que fue el origen de dónde nació el Gran Parque. Este espectáculo, que revive algunos de los momentos más destacados de la historia de Francia y en el que participan más de 3.000 habitantes del pueblo, se celebra en un escenario natural con el castillo como fondo y tienen tribunas para 14.000 espectadores y las entradas para todas las sesiones (se hacen sólo viernes y sábado en verano) se agotan en apenas segundos. La escenografía es impresionante y emociona ver que todo funciona igual que desde que comenzó hace 40 años usando las luces de coches para iluminar la escenas: todos son voluntarios.

Y para colmo, además el parque de Puy de Fou tiene excelentes ofertas. Uno siempre tiene miedo de hacer recomendaciones pero en este caso es una apuesta segura. Difícilmente no tendrás la sensación de haber pasado unas horas con la boca abierta y que además esa sensación no sea compartida por todos los miembros de la familia tenga la edad que tengan. Más info en www.puydufou.com/es