De cumpleaños en el Medio Ironman de Cascais

No todos los días se cumplen 50 años...¡vamos a celebrarlo con un Medio Ironman!

Fran Chico

Medio Ironman de Cascais
Medio Ironman de Cascais

Últimamente voy tan liado que me ha costado dios y ayuda sacar un rato para escribir (y mira que me gusta escribir) en el blog la aventura del Medio Ironman de Cascais. El retraso sin duda no se debe a que no disfrutara la experiencia…ni a que dará tan agotado que no puedo ni teclear. Eso sí, cuando termino un Medio Ironman es cuando más de carne y hueso me siento.

Era mi segundo Medio tras el estreno en Budapest con Yolanda hace un par de años. Este era sin duda muy especial ya que era el plato fuerte de la celebración de mi 50 cumpleaños (que era sólo un día después de la prueba).

Mi sensación ante la prueba, aunque no había seguido ningún plan de entrenamiento de triatlón, era que llegaba mejor preparado que en mi estreno en la distancia. Había nadado menos durante el año, pero en verano sí que había nadado con regularidad aunque nunca más allá de los 1500 metros. La bici de carretera no la había tocado hasta el verano, pero en montaña si he salido a menudo (sobre todo a hacer enduro) y en el último mes había hecho con la de las ruedas finas unos 1.000 km, incluyendo mi estancia en los Pirineos con mi hijo Javier para subir el Tourmalet, el Aubisque y otros colosos de la historia del Tour de Francia. La carrera a pie era lo que llevaba más flojo. Suelo descansar en verano (para reducir también el riesgo de lesión) pero en primavera había corrido el Maratón de Boston y para la carrera a pie lo iba a confiar todo de nuevo a mi experiencia de runner con 26 maratones en sus piernas.

Así llegamos Yolanda y yo a Cascais como avanzadilla del grupo de gente que se unía a este exigente modo de entrar en los 50. Sin duda, lo mejor del viaje lo bien que lo pasábamos compartiendo risas, penurias, madrugones, gritos de ánimo y sobresaltos con Dani, Oscar, Sandra, Amalia, Vane, Alfonso, Mónica, José Luis  y los pequeños Pablo y Marina (verdaderos fans de mi show de la gallina) .

Llegamos con tiempo para nadar el viernes y el sábado en la Bahía de Cascais. Un lugar precioso, con el mar bastante tranquilo pero eso sí con el agua del Atlántico a 17 grados…menos mal del neopreno. El gran problema que se veía venir era el del viento. Tan fuerte que tomaron la decisión de aplazar la entrega de la bicicleta y el material de los boxes a la misma madrugada del domingo.

Así que tocó madrugar incluso más de lo previsto. El despertador sonó a las cuatro y media de la mañana pero con los nervios (esto sí que creo que no me lo voy a curar nunca) apenas si dormí un par de horas. Aunque te entra nada, me obligo a desayunar un par de yogures, un té, un plátano y dos de las barritas saladas  de  Stroong que hace mi amiga Lourdes y que para mí son casi ya un amuleto antes de las “grandes citas”.

Susto con la bici porque me la encuentro con la rueda trasera con poco aire. Aunque me mosquea, pienso que he podido ser yo mismo el día anterior el que haya tocado la válvula, y decido hinchar y no cambiar la cámara. Como vamos a ir en bici a la salida (de noche, con la mochila cargada como sherpas del Everest con el neopreno y todo el material del triatlón) tengo la oportunidad de ver si pierde o no.

Buena organización en el triatlón. Llegamos a la zona de boxes, junto a la fortaleza de Cascais, y aunque de noche y que somos 2500 la entrada a boxes es muy rápida. Seguimos el habitual proceder en este tipo de pruebas. Dejo en el colgador la bolsa para cuando vaya a hacer la transición en bici y otra con la de la carrera a pie, y junto a Alfonso y a Oscar nos vamos para la salida de la natación que hasta la siete de la mañana dejan entrar a calentar al agua (más exactamente habría que decir que dejan entrar a enfriarse). De todas formas, es buena idea para acostumbrarse a la temperatura y evitar luego el “sopetón”.

A las siete y cuarto de la mañana salen los profesionales y después empiezan a lanzar gente al agua tipo “desembarco de Normandía”. La salida es “rolling start” (yo ni había oído hablar de este sistema) y consiste en que cada cinco segundos mandan a 6 personas al agua para evitar los golpes. Mucha gente se quejó de que pese a todo tuvo problemas para nadar, pero honestamente yo muy pocos. La natación consistía en nadar hasta una playa (unos 500 metros), correr a lo largo de ella para luego volver a meterte al mar para completar los 1400 restantes. Sin grandes agobios (poco a poco voy perdiendo la sensación de naúfrago para ir disfrutando más) terminó la natación en poco menos de 39 minutos.

Aprovecho la transición para beber un poco de té que tenía preparado en la bolsa de cambio, y a la bici. El recorrido ciclista del Half Ironman de Cascais es fantástico. Los primeros 50 km son un ida y vuelta de Cascais a Lisboa por toda la costa, en un recorrido con preciosas vistas (cuando puedes levantar la cabeza del acople) y además bastante llano. El viento afortunadamente no era en esta zona tan intenso como se podía pensar en los días previos.

El gran problema son los pelotones que se forman. No está permitido ir a rueda pero lo cierto es que sólo faltaba Froome para que esto fuera el Tour de Francia. Había grupos de 20 ó 30 ciclistas como los que ves en marchas cicloturistas. Cierto que puede que fuéramos muchos, pero siendo honestos la culpa la tenemos los triatletas que pese a que sabemos que el drafting está prohibido tratas de sacar ventaja a la menor de ponerte a rueda. Por ello andaban los árbitros en moto sacando tarjetas y luego es verdad que veías gente en el penalti box parados cumpliendo la penalización.

Seguí a toda regla el plan previsto de avituallamiento: una barrita en el km 25 y otra en el 65, además de beber un par de bidones de bebida isotónica.

Justo antes de entrar en Cascais, en Estoril, la prueba giraba a la derecha y el perfil cambiaba completamente. Comenzaban las cuestas camino del circuito de Estoril al que le dimos una vuelta completa. Por cierto, cuando ves las motos parece llano pero hay un par de cuestas (en la que encima daba un tremendo viendo de cara) en las que tenías que recurrir al plato pequeño y piñón grande. Tras salir del circuito de Estoril, entrabas en el Parque Natural de Sintra para subir dos pequeños puertos que a mi me sentaron de cine porque ya estaba un poco harto de ir todo el rato acoplado. Tras coronar el segundo quedaban apenas 20 km para terminar los 90 km del sector ciclista y eran ya muy favorables: la primera parte era una larga bajada y en los 10 km, por la zona de las playas más salvajes como la Guincho  daba un viento a favor tal que te ponías a 50 casi sin esfuerzo. En poco más de tres horas había terminado la bici.

De nuevo en los boxes, me cambio rápido para correr. Demasiado rápido, porque no me cambie los calcetines y luego que parar un par de veces porque una pequeña piedra (que debía coger cuando salí descalzo del agua) me iba haciendo daño en la parte delantera del pie.

Igual que la bici era preciosa, la carrera a pie eran 2 vueltas a un circuito lleno de toboganes y no muy  bonito. Además, ya era casi mediodía y el calor apretaba con fuerza. Para asegurarme la correcta hidratación decidí correr los 4 km que había de un avituallamiento a otro y allí pasarme andando para poder beber sin dificultad. Pude ir acelerando al final para terminar los 21 km del medio maratón en 1h 52 y, poco menos de  horas después de haberme lanzado al océano, ya tenía mi medalla de finisher colgada al cuello.

La sensación del reto muy parecida a la que me llevé de Budapest: más fácil de terminar y más divertido que completar un maratón. Además, nos fuimos con una excelente impresión de esta zona de Portugal que no conocíamos y con el recuerdo de una buena organización y de un recorrido ciclista fantástico. ¿Y el Ironman? Eso son palabras mayores. Igual que creo que el Medio se puede afrontar sin cambiar nada de tu vida y siendo simplemente practicante más o menos habitual de los tres deportes, el Ironman sí exige un planteamiento específico que por el momento no cabe en mi vida actual.