La maravillosa historia de las brazadas centenarias

El triatlón es un deporte que me encanta pero al que he tardado mucho en acercarme por culpa de mis limitaciones (diría frustraciones) con la natación. Yo soy de la generación que aprendió a nadar con aquella bombilla rosa que nos ponían en la espalda. Sin más técnica ni más historia.

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La maravillosa historia de las brazadas centenarias
La maravillosa historia de las brazadas centenarias

El triatlón es un deporte que me encanta pero al que he tardado mucho en acercarme por culpa de mis limitaciones (diría frustraciones) con la natación. Yo soy de la generación que aprendió a nadar con aquella bombilla rosa que nos ponían en la espalda. Sin más técnica ni más historia.
Mis acercamientos al triatlón han estado marcados por la facilidad para encontrar la bici de los boxes cuando salgo del agua…y es que la primera vez sólo quedaba otra además de la mía. Hace un par de años hice caso finalmente a mi mujer de que me apuntará a clases un par de veces por semanas, que en contra de lo que yo decía todavía estaba a tiempo a mis 45 años cumplidos de progresar mucho.
Y tenía toda la razón. No es que ahora sea Michael Phelps, pero cuando salgo del agua ya tengo que pensar en que línea de los boxes está mi bici porque he salido de la natación pues a la mitad del grupo.


Y es que en el deporte como en el amor la edad no es nunca un obstáculo si hay motivación y capacidad de sacrificio. El mejor ejemplo lo ha dado la japonesa Mieko Nagaoka que a sus 100 años ha logrado ser la primera persona centenaria en nadar 1.500 metros de forma ininterrumpida en 1 hora 15 minutos y 54 segundos nadando a espalda.
Lo mejor de la historia es que yo pensaba que ya llegaba tarde para nadar a mis 45 y Nagaoka comenzó a nadar con 82 años para resolver un problema de rodilla. La apuntaron a unas sesiones de acuaterapia pero una vez en la piscina se sintió atraída por la natación en la que ha logrado 24 títulos y un montón de multitud de récords en su categoría de edad desde 100, 200 y 800 metros crol a los 200 metros espalda. Y Nagaoka no ha dado sus últimas brazadas: "Quiero nadar hasta los 105 años, si llego a vivir tanto tiempo"naga2
Con ejemplos como este queda claro que cuando decimos no podemos, lo que realmente decimos a veces es que no queremos.