Y precisamente la depresión es una de las enfermedades en las que más puede ayudar a la curación la aceptación de la enfermedad y el apoyo de la sociedad, de los círculos cercanos y de los más lejanos. Por eso la valentía que demostró este fin de semana una gran deportista como la remera Anna Boada hay que ponerlo muy en valor. Anna, víctima de una depresión, anunciaba a sus 26 años en un acto de su federación su retirada de la competición ya que “no encontraba fuerzas para seguir luchando". Y hacía un emotivo discurso que realmente era una gran lección para todos los que formamos esta sociedad. Y precisamente destaca que “está más reconocida una fractura de un brazo que mi enfermedad".
Anna estaba en ese acto en el Comité Olímpico Español para recoger junto a su compañera Anna Cid el premio a mejor remera del año tras lograr el pasado mes de septiembre la medalla de bronce en dos sin timonel en los Mundiales de remo que se celebraron en Bulgaria, una medalla histórica ya que era la primera lograda por mujeres en modalidad olímpica para nuestro país (ya venían de ser sexta, y por tanto diploma olímpico, en los Juegos de Río 2016), Anna quería concienciarnos de la dureza de su enfermedad y realmente lo logro con un discurso tan emocionante como sincero y directo. Estas son algunas de las partes que más nos han impresionado.
"Lamentablemente, me cuesta aceptar que esta vez no he sido capaz de encontrar las fuerzas para continuar luchando. Las enfermedades no las escogemos, a veces ni las aceptamos, sobre todo cuando hablamos de problemas de salud mental. Hoy en día está mucho más reconocida una fractura de brazo que la depresión o la ansiedad"
"Lo más complicado de una depresión no es caer, lo más difícil es no saber cuándo vas a volver a tocar el suelo para poder empezar a levantarte. La soledad te invade por la vergüenza de ser juzgado, de que la gente sepa la realidad, que tengan miedo a acercarse a ti para evitar contagiarse. El bucle empieza a alimentarse y te encuentras realmente perdido"
"Igual me di cuenta demasiado tarde, igual no supe encontrar la ayuda adecuada en el momento preciso, igual la gente cercana a mí no estaba preparada; quizás ni yo misma era consciente de hasta dónde podía llegar a hundirme. He dejado de buscar culpables, de preguntarme a mí misma qué hubiera pasado si hubiera tomado otras decisiones. Al final he sido yo la perjudicada, el mundo ha seguido girando mientras yo estaba paralizada sin saber cómo continuar".
"Tan sólo he querido contar mi historia para concienciar a los aquí presentes de que tan sólo los deportistas sabemos los límites de presión a los que estamos sometidos año tras año. Creo sinceramente que no soy ni seré la única deportista de élite que necesita ayuda para gestionar tantas emociones. Me gustaría que haya alguna forma de apoyarnos durante las crisis, pero también como prevención antes de que sea demasiado tarde".