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Tomar café en la sobremesa es una de las costumbres más extendidas entre nuestros hábitos gastronómicos, resultando casi un acto social con un gran arraigo.
Precisamente por ser una bebida de utilización tan extendida, ha sido objeto de numerosos estudios, en los que se han encontrado tanto sus beneficios como los inconvenientes que puede aportar a nuestra salud.
La moderación el mejor aliado
Un máximo de tres tacitas al día sería el límite de lo racionalmente aconsejable, ya que el café contiene sustancias muy activas que, en concentraciones elevadas, puede causar alteraciones en nuestra salud.
La cafeína, un alcaloide del grupo de las xantinas, es un acelerador natural del metabolismo, y se utiliza con asiduidad en muchos “quemadores de grasa”. Este efecto es la consecuencia de que la cafeína incrementa los niveles de adrenalina, colaborando en la eliminación de los ácidos grasos almacenados en nuestros tejidos.
Además de cafeína, la bebida resultante del tostado y cocinado de las semillas de café contiene pequeñas dosis de riboflavina (vitamina B2), niacina (B3), ácido pantoténico (vitamina B5), manganeso, potasio, magnesio y un buen número de antioxidantes (polifenoles y ácidos hidroxicinámicos). Lo que sucede es que en algunas preparaciones industriales, como el torrefactado o el descafeinado, el grano es sometido a procesos complejos con los que se destruyen la práctica totalidad de estos nutrientes.

Las dudas razonables
1. ¿Tomar un café tras comer es la mejor sobremesa?
La pregunta estaría relacionada sobre el lapso necesario entre el final de la comida y la ingesta de un café. La respuesta estaría relacionada con la cantidad de hierro que hayamos podido ingerir durante la comida. Entre los componentes del café hay taninos, que son uno de los principales elementos que inciden en la absorción del hierro de la comida realizada con anterioridad. Cuanta más cantidad de hierro tuviera nuestro menú, más tiempo deberíamos espaciar la toma de ese ansiado café, pongamos como ejemplo un plazo de entre 30 y 45 minutos.
Lo que sucede es que hay otros muchos productos alimenticios y bebidas que contienen altas cantidades de tanino, como es el caso del chocolate, el vino tinto o el té… Es imposible marcar esas pautas de tiempo, por lo que con darnos por informados de esta eventualidad sería suficiente.
En el caso de personas que padezcan anemia ferropénica u otras patologías relacionadas con la mala asimilación del hierro, este es un capítulo -el de los taninos- que deberían vigilar muy de cerca.

2. ¿Empeora el café a la digestión?
Por el momento no existe ninguna evidencia en referencia a esta pregunta. Como realidad genérica, el café actúa como estimulante y esto podría beneficiar también a la secreción de jugos gástricos y biliares, pero también el café es un excitante, por lo que podría producir una hiperactividad nerviosa en los tejidos circundantes a nuestro sistema gastrointestinal, lo que perjudicaría la digestión.
De nuevo la mesura es la mejor opción: una pequeña taza de café poco concentrada y con el mínimo de edulcorante no perjudicaría la digestión, al contrario: si el momento de tomar ese café responde a un momento de relajación y charla entre compañeros puede ser beneficioso para el resultado final de una comida.

3. ¿Puede afectar el café de la comida al sueño nocturno?
Cafeína e insomnio siempre ha sido un matrimonio mal avenido. El contenido de cafeína de un café (dependiendo del tipo utilizado) puede estar entre los 40 mg (expreso) y los 60 mg (soluble). El proceso de la metabolización de este alcaloide (cafeína) comienza a los 15 minutos de haberlo ingerido y se puede prolongar hasta las dos horas posteriores pero, como se ha demostrado en diferentes estudios, puede haber restos de cafeína a nivel sanguíneo hasta 15 horas después de habernos tomado esa “inocente” taza de café.
La lógica es la que conforma la mejor respuesta: cuanto más lejos esté el café de la hora de dormir, menos afectará al sueño y, para aquellas personas con tendencia a la irritabilidad nerviosa, mejor evitarlo, incluso en la versión “descafeinado”, ya que puede contener hasta 4 mg de cafeína.

4. ¿Torrefactado, descafeinado, tostado…?
De las propiedades de la semilla de café original, al producto que podemos adquirir en un comercio, hay notables diferencias dietéticas.
En el procesado industrial del café se utilizan temperaturas muy elevadas (tostado), adición de otros productos (azúcar, en el caso del torrefacto) o modificaciones químicas (uso de cloruro de metileno o acetato de etilo para descafeinarlo) para lograr el café comercial que nosotros utilizaremos.
Si quieres beneficiarte de las propiedades naturales de la semilla del café, consúmelo de la manera en la que haya sufrido una menor manipulación: natural y tostado sería la mejor fórmula.
