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Aunque ha costado más de un año el reconocimiento, al final la OMS, en un comunicado difundido el pasado mes de febrero, emitido por María Van Kerkhove, epidemiología y jefa del grupo anticovid de la OMS, afirmó que “el coronavirus se transmite principalmente por el aire a través de gotículas y aerosoles de distinto tamaño”. Recordemos que la teoría inicial de la Organización Mundial de la Salud se basaba en el contagio directo de superficies contaminadas (fómites), por lo que la desinfección permanente de nuestras manos era el principal argumento de prevención.
Voces discordantes
Desde los orígenes de la pandemia, José Luis Jiménez, profesor de Química de la Universidad de Colorado (EEUU) y uno de los principales difusores de las evidencias de la transmisión aérea del coronavirus, ha luchado por la estandarización de protocolos sociales en los que la ventilación o la distancia social se impusieran como principales herramientas para detener la difusión del virus: parece que su lucha está dando resultados.
Confinamiento de espacios comunes
Cuando se le pregunta a Jiménez por acciones como la de cerrar los parques infantiles se muestra intransigente: “es una medida estúpida, cerrar parques me parece mal porque los contagios al aire libre son veinte veces menos probables que en interiores. Si cierras los parques vas a hacer que vayan a interiores”. Y continua “el contagio por superficies es muy improbable y más durante el día y al aire libre, porque la luz ultravioleta destruye el virus y, como dice la CDC (Centro de Enfermedades Contagiosas del EEUU), la probabilidad de contagio por superficies es una 1 entre 10.000. Además desmoraliza a la población, hay que pedir sacrificios a la población que sirvan para algo”.
Todas estas y otras conclusiones las podéis recoger en una fantástica entrevista que José Luis Jiménez concedió hace unos días a la Escuela Andaluza de Salud Pública, y que podéis recuperar a través de este enlace.

El futuro… en nuestras manos
No estamos aconsejando que la gente ignore el lavado de manos continuo, es más, en el intento de la lucha contra el SARS-CoV2, se han combatido muchas otras infecciones sociales que sí están relacionadas con la transmisión por contacto (hongos, bacterias, parásitos…), las cuales han disminuido hasta cifras récord durante el último año: a partir de ahora se trata de racionalizar la higiene de nuestras manos y la desinfección de superficies de contacto, por el simple hecho de prevenir otro tipo de indeseados contagios, pero el agua y el jabón siguen siendo el mejor aliado, dejando el uso de los agresivos geles hidroalcohólicos para los escenarios en los que se esté en contacto con personas enfermas por cualquier tipo de microorganismo.

¿Y para cuando las mascarillas?
Y si aplicásemos con rigor el resultado de las últimas evidencias científicas, podríamos ver en breve la retirada de mascarillas en espacios abiertos, donde se pueda guardar una distancia mínima de seguridad, relegando su utilización a espacios confinados o durante las recurrentes epidemias invernales de gripes y catarros, donde sí han demostrado tener una gran eficacia.
