Los trucos de los japoneses para llegar a los 100 años con salud

Japón es el país con la población más longeva del mundo. Analizamos lo que comen, lo que hacen y dicen para que cada vez haya más personas que alcancen la triple cifra con salud

Lidia Castillo Alonso

Los trucos de los japoneses para llegar a los 100 años con salud
Los trucos de los japoneses para llegar a los 100 años con salud

La vejez, el invierno de nuestras vidas, esa etapa hacia la que sentimos una intensa relación de amor odio: tememos llegar a ella, pero todavía nos da más miedo no hacerlo. En Occidente tenemos una visión muy negativa de la vejez. El éxito, la felicidad y la satisfacción personal tienen una fecha de caducidad que no se alarga más allá de los 60 años; algo que en los países orientales no ocurre, ya que otorgan valor a la experiencia y los conocimientos acumulados con la edad.

En Japón, por ejemplo, existe una fiesta nacional dedicada a los ancianos en la que el primer ministro en persona incluso homenajea a todos lo que han alcanzado el siglo ese año. Algo natural porque cumplir años y acumular experiencias siempre debería ser un motivo de celebración y no de vergüenza: seguimos vivos, más fuertes y más aptos para afrontar la vida y exprimir de ella facetas que todavía no hayamos experimentado. Es bastante paradójico que siendo Europa una de las regiones del mundo con una mayor tasa de esperanza de vida, se tenga esta visión tan negativa de las personas mayores, de hecho, España con sus 86 años de esperanza de vida para las mujeres y 80,2 para los hombres, es junto con Suecia e Italia uno de los países más longevos del mundo.

Pero, ¿a qué se debe este estereotipo negativo? Además de que prácticamente todas las representaciones culturales narran los retos, éxitos, desgracias y preocupaciones de las personas que oscilan entre los 20 y los 50 años, por lo que da la sensación de que a partir de los 60 uno carece de historias que contar; esta imagen negativa puede provenir también de que en algunas ocasiones, cuando se sobrepasa la cifra de los 70 años, la calidad de vida tanto física como psíquica se ha visto ya muy mermada, ¿pero es esto irremediable?

Pues tenemos motivos para ser optimistas si analizamos el ejemplo del país más longevo del mundo, Japón. En 2016 volvió a batir su récord de centenarios con nada más y nada menos que 65.692 personas, cifras que no han dejado de crecer desde 1971. Y de esos centenarios nada menos que el 20% lleva una vida autónoma, una cifra espectacular si pensamos en las personas menos afortunadas que acarrean problemas de movilidad o cognitivos desde casi los 60 años.

En España no tenemos un registro de centenarios, pero los datos que recogió el CSIC en 2016 sí que muestran que en 2011 (último año con registros actualizados) la población que superaba los 80 años suponía ya el 5,2% de la población, casi dos millones y medio de españoles, y se estima que en 2021 ascenderá hasta el 6,5%, más de 3 millones. Si incluimos en la horquilla a los mayores de 65 años, en 2021 esta población representará ya el 20% de los españoles, pero la cosa no queda ahí ¡¡¡ y es que se estima que en 2061 los mayores de 80 serán un 21%!!! Motivo más que suficiente para que todos nos preocupemos por cómo llegar a la vejez con la máxima calidad de vida posible.

La periodista japonesa, Junko Takahashi, se propuso estudiar ejemplos representativos de centenarios activos para establecer unas pautas de vida que pudieran ayudarnos a llegar a esta edad con una calidad de vida similar. En su obra "El método japonés para vivir 100 años" entrevista a mujeres y hombres de más de 100 años que tienen una vida mucho más deportiva y saludable que algunos jóvenes de 20. Batir récords de atletismo o natación, iniciarse en nuevos proyectos de ocio, limpiar ellos solos casas inmensas, buscar nuevas amistades o viajar incansablemente embarcándose incluso en proyectos profesionales, estos son algunos de los retos que afrontan con lucidez y capacidad estos centenarios japoneses. Tras decenas de entrevistas, llegó a las siguientes conclusiones:

La alimentación es clave

Si algo descubre Junko Takahashi es que no había una pauta común de alimentos entre los centenarios, cada uno llevaba sus propias dietas adaptadas a sus gustos y necesidades vitales. Pero lo que sí tenían en común era una serie de hábitos:

� Llevaban una dieta tradicional japonesa, que es muy sana y nutritiva. Es alta en carbohidratos procedentes de los vegetales y baja en lípidos; y muy variada con alimentos como vegetales, setas, pescado y algas. Esto no quiere decir que no consuman carne animal, de hecho, los expertos sostienen que el equilibrado uso que hacen del consumo de proteína animal es la clave del incremento de la longevidad en Japón y casi todos los centenarios entrevistados en el libro la toman en mayor o menor media. Curiosamente, hasta mediados del siglo XX los japoneses no comían carne de forma habitual, por influencia budista el consumo de carne animal en Japón estaba prohibido desde el siglo VII y no será hasta mediados del siglo XIX cuando el emperador Meiji decida prescribir el consumo de carne de vaca cuando su consumo empieza a extenderse, pero hasta bien entrado el siglo XX la mayoría de los japoneses pensaban que comer carne era algo siniestro que contaminaba la sangre.

� Incluyen todo tipo de alimentos, mantenían un equilibrio casi de manual de los grupos de alimentos necesarios para llevar una vida sana y primaban

alimentos naturales frente a los procesados.

Comían en la proporción justa y nunca llenaban del todo el estómago, y casi todos afirmaban masticar muy bien los alimentos y comer con lentitud.

� Hacían entre 3 y 5 comidas al día y casi siempre siguiendo una pauta horaria más o menos fija.

� Daban mucha importancia a comer de una forma saludable, es decir, desarrollaban una alimentación consciente y valoraban que sus familiares la cuidaran en el caso de no poder hacerlo ellos por sí mismos.
El deporte no es negociable

Otro elemento común es que todos tenían una vida muy activa casi desde su juventud. Vida activa que no siempre estaba ligada al deporte, ya que en la época de su "lozanía" los quehaceres del día a día y los tipos de trabajo (muchos de ellos en el campo) obligaban a que de por sí las rutinas implicaran un importante nivel de actividad física. Pero también valoraban la actividad física desde una perspectiva consciente y entendiéndola como un elemento importante para su salud. En Japón hay un programa de radio matinal de ejercicios de fuerza con autocargas que casi todos los ancianos siguen cada mañana, pero no solo los ancianos, a los niños en verano se les saca de la cama antes para que inicien el día haciendo ejercicio. Se puede comprobar que solo en una sociedad donde el cuidado del cuerpo tiene un lugar tan relevante se puede encontrar centenarios que iniciaron nuevas actividades deportivas a edades tan increíbles como ya pasados los 90 años, como es el caso Mieko Nagaoka, la superabuela que fue la primera persona en nadar 1.500 metros a la edad e cien años; o Hidekichi Miyazaki que empezó a practicar atletismo y a competir con 92 años sin haber practicado atletismo en su vida y que incluso llegó a correr los 100 metros en 29,83” ya pasados los 100 años.

En resumen, viendo la relevancia que ha tenido la actividad física en sus vidas, y que casi todos han seguido muy activos hasta el último momento, podemos concluir que si se quiere llegar a estas edades lo primero que uno debe desterrar es el sedentarismo.
La vida no tiene que ser siempre fácil, pero sí tiene que tener un propósito

Si analizamos el contexto histórico del siglo XX en Japón es fácil comprender que la vida de estos centenarios no ha sido fácil: persecuciones políticas, catástrofes naturales importantes como el terremoto de Kanto y por supuesto la más que traumática Segunda Guerra Mundial. Sus historias muestran que llevar una vida larga no es necesariamente sinónimo de haber tenido una vida fácil y tranquila. Casi todos superaron situaciones límites, algunos fueron prisioneros en cárceles y campos de concentración durante varios años y muchos sufrieron la pérdida dolorosa de hijos siendo aún jóvenes o matrimonios violentos; por no hablar de situaciones en las que sus objetivos y proyectos profesionales se vieron truncados o imposibilitados, y curiosamente algunos de ellos confesaban haber pensado en el suicidio en las peores épocas de su vida.

Así, la resiliencia o capacidad para superar la adversidad, se alcanza fijando siempre nuevos objetivos y proyectos y creyendo que aún quedan personas en el mundo que pueden aportar valores nuevos y positivos a nuestras vidas por más años que se hayan cumplido. Yo siempre recuerdo el optimismo de mi abuelo, no había tenido una vida fácil, de hecho pasó un periodo encerrado en campos de concentración y cárcel, y a pesar de esto hasta el final de sus días seguía teniendo una enorme capacidad para ilusionarse y motivarse, me llamaba mucho la atención que devoraba la prensa como si el mundo aún pudiera sorprenderle, y no siempre para mal, quizás esa sea la clave.

Pon amor y respeto en tu vida

Y no nos referimos solo al amor de una pareja sentimental, que como se podrá suponer para quien haya alcanzado ya los 100 años, no se partía de una contexto social de libre elección amorosa. Además, en la tradición japonesa el matrimonio lo decidía la familia por lo que en el mejor de los casos se conseguía una convivencia agradable sin grandes conexiones; pero sí que es importante el amor de la familia y los amigos. Además de sentirse queridos y respetados por su familia y entorno, los centenarios del libro tenían un intenso respaldo familiar y muchas amistades, muchos vivían solos o en residencias, pero los que no contaba con un hijo que viviera cerca, lo hacían con los vecinos de toda la vida que se preocupaban de ellos como si de familiares se tratara. Otros en cambio vivían con familiares y estos suponían incluso una motivación vital añadida porque hacer cosas con ellos o sentirse útiles para ellos era un gran motor.

En definitiva, somos animales sociales y sentirnos queridos y útiles es la mejor de las medicinas. Por suerte en España los datos muestran que nuestros mayores siguen contando con el respaldo familiar, ocupamos el tercer lugar de la UE, solo tras Italia y Grecia, de contacto de las personas mayores con alguno de sus hijos, la mayoría de nuestros abuelos son visitados casi a diario.

Está claro que tenemos que luchar por mantener esta situación, sobre todo en los núcleos urbanos que son precisamente donde actualmente vive en España la mayor proporción de personas mayores y que se prestan muy fácilmente a la desconexión y al aislamiento. Sin una red social y familiar que estimule a nuestros mayores, llegar al siglo de vida será tarea perdida. Tenemos que volver a las antiguas concepciones sobre la sabiduría que puede aportar la edad y desarrollar intercambios útiles entre las distintas generaciones con las que acabemos ganando todos.

Los chequeos son muy necesarios

Se tiende a pensar que las personas que llegan a los 100 años han nacido indestructibles, y en cierta forma así es, pero esto no quiere decir que nunca se hayan puesto enfermos, de hecho muchos de ellos han superado enfermedades gravísimas en su juventud y son bastantes los casos de los que estuvieron al borde de la muerte con enfermedades entonces letales, como la tuberculosis. Es más, en estudios concretos sobre los supercentenarios, los que superan los 105 años, han descubierto que tienen una característica común, no sufren catarros porque su sistema inmunológico se ha visto obligado a superar enfermedades infecciosas tan graves como la disentería, el tifus, el sarampión o la tuberculosis que le has hecho desarrollar un sistema inmunológico fuera de serie.

Los expertos consideran que otra característica común de estos centenarios es que tienden a ser muy precavidos con su salud porque haber sufrido una enfermedad infecciosa grave en su juventud les ha hecho extremar los cuidados al máximo y ser fieles seguidores de los chequeos médicos periódicos, la mejor forma de evitar que cualquier patología se convierta en grave. Así que, si aún eres reticente a hacerte esa prueba de esfuerzo, deberías ir cambiando de opinión. 

Si amas trabajar, trabaja

Obviamente esto no está al alcance de todas las profesiones, hay trabajos extenuantes tantos psíquica como físicamente y que no ayudan a mantener la salud sino todo lo contrario, y lo realmente determinante es que te haga feliz trabajar. Así que solo en aquellos casos en los que la profesión aporte un valor añadido a la persona, que la ayude a mantenerse activa desde la perspectiva física y cognitiva, puede ser una buena recomendación no retirarse del todo. A veces abandonar un trabajo que llena tantísimo tu vida y la nutre de emociones y valores positivos puede suponer incluso entrar en una depresión. En el libro cuentan la interesante historia de Tsuneko Sasamoto que retomó la profesión de sus sueños, la fotografía, tras varios años sin poder trabajar de ello, a la edad en la que muchos ya están jubilados, los 70 años, y que a sus 101 años sigue siendo una activa profesional.

Para hacer este artículo nos hemos basado en el libro "El método japonés para vivir 100 años", de Junko Takahashi y editado por Planeta, 17,90 €.