La solidaridad en entredicho

Algunos sanitarios, dependientes de comercio de alimentación, empleados de gasolineras, repartidores… son coaccionados por sus vecinos para que abandonen la vivienda.

Redacción Sportlife

La solidaridad en entredicho
La solidaridad en entredicho

Ya ha pasado un mes desde que se promulgó el Real Decreto en el que se anunciaba un Estado de Alarma que tendría como principal argumento el confinamiento de toda la población en sus domicilios. Para que la sociedad siguiera funcionando con unas garantías mínimas de calidad, el Gobierno decidió que habría unos servicios esenciales funcionando para que pudiéramos continuar con un ritmo más o menos normal nuestras vidas: sanidad, alimentación, mensajería, comunicaciones, limpieza, suministros domésticos… están funcionando incluso por encima del 100% de su capacidad ya que, al estar la mayoría de la población dentro de sus domicilios, se han incrementado algunas actividades en un porcentaje muy elevado.

La solidaridad en entredicho

Los servicios esenciales necesitan de profesionales que los atiendan

Por ejemplo, en los supermercados ha aumentado la demanda de todo tipo de productos: varios millones de españoles que antes desayunaban y comían en bares y restaurantes, ahora lo hacen en su domicilio y, como consecuencia, los productos alimenticios básicos se han dinamizado. Las mensajerías no dan abasto para distribuir todas las compras que se realizan a través del comercio electrónico, los servicios técnicos de reparaciones del hogar están al límite de su capacidad… excluyo de este resumen a los sanitarios, que merecen estar en un pedestal para referirnos a su labor.

El límite de lo humano

Visto en una proyección global de nuestras vidas un mes no es demasiado tiempo, pero viviéndolo en primera persona ya se nos está haciendo muy largo: empezamos a percibir lo mejor y lo peor de algunas personas. De la misma manera que la solidaridad crece y hay infinidad de individuos que comparten su generosidad para permitir que los colectivos más desfavorecidos por esta crisis la pasen de la mejor manera posible, hay otro núcleo de población que está mostrando su falta de civismo y, además de poner su altanería por delante de la seguridad de toda una sociedad, crea patrones de comportamiento que impiden imaginar una salida moderada de esta crisis de la manera más educada posible.

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Como si del patio de un colegio se tratase, la policía debe vigilar nuestras calles y parques

A día de hoy hay 660.000 personas denunciadas y sancionadas en tan sólo 30 días por incumplir las normas del confinamiento. Seguro que cada uno de ellos tiene una justificación creíble, pero la realidad es que son individuos marginales en una sociedad como la nuestra. Y, lo más preocupante de esta cifra, es que todos sabemos que si las autoridades han sancionado a ese número de personas, posiblemente sea una tercera parte de los que merecerían estas sanciones. O sea, podríamos estar hablando de que un número en torno al millón de ciudadanos han decidido vivir el confinamiento por su cuenta y según su interpretación, más los “listillos" que utilizando la excusa de una mascota (que ya tiene agujetas de los paseos diarios interminables), la asistencia a una persona mayor o un trabajo virtual inventado campan a sus anchas por las calles de las ciudades. ¿De verdad somos tan solidarios?

La gota que colma el vaso

Nos ha llegado una nota de prensa del Consejo General de Enfermería, en la que se condena la repugnante hostilidad de algunos vecinos contra enfermeras y otros trabajadores sanitarios que viven en su misma finca: se les invita a que se vayan del edificio por suponer un peligro para el resto de la comunidad donde, por supuesto, viven niños, ancianos…

La solidaridad en entredicho

Uno de los muchos carteles que se han visto por las redes sociales

Seguramente los mismos egoístas que son capaces de redactar una de estas notas, que ya han trascendido por todas las redes sociales, sean los que intentan burlar los servicios de vigilancia para romper el confinamiento. De lo contrario no entendemos cual es el miedo de vivir en una finca donde el vecino de al lado puede ser portador del fatídico virus debido a su trabajo por y para nuestro beneficio. ¿No estamos todos confinados en nuestra casa respetando las normas que nos dictan las autoridades? ¿Cuál es el miedo al contagio si no salimos del hogar y respetamos el protocolo de limpieza y desinfección que nos recomiendan los expertos?

El futuro no está escrito

Ninguno imaginábamos hace tan sólo 30 días lo que íbamos a tener que vivir en las semanas siguientes, lo podemos ver como una tragedia, como un escollo a superar, como una enseñanza que nos manda la Madre Naturaleza, como una prueba de estrés a una sociedad arrogante e hiper desarrollada o, incluso, como algo cotidiano que podrá volver a suceder a partir de ahora cada poco tiempo. Cualquiera de estas opciones es válida y del resultado final seremos responsables nosotros, no de manera individual, si no en conjunto, como consecuencia de nuestra capacidad de reacción y de nuestras actuaciones presentes como sociedad.

La solidaridad en entredicho

Desde Sport Life estamos siendo testigos de la fantástica disposición que tienen nuestros lectores, habiendo asumido su entrenamiento doméstico diario como una necesidad y preparándose para el día en que podamos salir todos de este confinamiento: no hay atajos y el futuro lo estamos escribiendo en el presente. ¡Seguid así!

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