El pulso o frecuencia cardíaca es uno de los parámetros que más observamos los ciclistas, para conocer nuestra recuperación o para controlar la intensidad del esfuerzo, por ejemplo. Esto hace que estemos muy habituados y familiarizados con nuestros propios valores de pulsaciones, unas cifras que tienen a bajar con los años.
¿Bajan realmente las pulsaciones?
Es un fenómeno totalmente demostrado científicamente que la frecuencia cardíaca va dismimuyendo a medida que envejecemos, De hecho, solo basta con observar el pulso de un recién nacido o un bebé, cuyo pulso en reposo puede superar las 150 p/m con la de un adulto, cuyas pulsaciones pueden ser de la mitad o incluso menos, si practica deporte habitualmente. Con la edad, por tanto, el pulso tiende a disminuir, tanto en reposo como durante el esfuerzo físico.
Esta cuestión es relevante, desde el momento en que un parámetro como la frecuencia cardíaca máxima, durante el esfuerzo, se utiliza para calcular las zonas de entrenamiento de cada ciclista. Esto, sobre el papel, hace que con el tiempo las zonas de entrenamiento por pulsaciones deban ir modificándose a la baja a medida que descienden también nuestras pulsaciones.

¿Cuánto bajan?
Existe una notable diferencia entre la población sedentaria y la deportista, especialmente en deportistas de resistencia, respecto a la disminución de las pulsaciones a medida que avanza la edad. A partir de los 50 años la curva de disminución en la frecuencia cardíaca se acentúa, especialmente en personas sedentarias o con poco nivel de actividad física.
En deportistas veteranos, que superan los 50 o los 60 años, sin embargo, los niveles de pulsaciones, aunque descienden, suelen ser bastante más estables y se mantiene relativamente altos respecto a los sedentarios, con diferencias que pueden rondar el 30% entre unos y otros.
Con los años la disminución del pulso es menor en deportistas, especialmente en los ciclistas más entrenados. Esto hace que, por ejemplo, las zonas de entrenamiento tampoco descienden demasiado en ciclistas veteranos a medida que pasan los años, siempre y cuando mantengan elevados sus niveles de actividad y entrenamiento.
Esta capacidad de mantener unas pulsaciones altas durante el esfuerzo, no así en reposo, donde el deportista las tiene más bajas que el sedentario, no debe alarmar a nadie. Ciclistas de edad avanzada capaces de elevar su pulso por encima de 170 o incluso de 180 pm no supone ningún riesgo ni debe alarmar, pues su corazón y sistema nervioso está entrenado y, por tanto, capacitado para alcanzar estos niveles de actividad física y además, repetirlos de manera sistemática. En este sentido, resulta más limitante el nivel de condición física que la propia edad.