Citycleta, de la cárcel a las calles

Cuando la bicicleta lo que transporta es esperanza

Fernando Pérez Moreno. Educador Físico Deportivo. Centro Penitenciario de Tenerife

Citycleta, cuando lo que transportan las bicicletas es esperanza
Citycleta, cuando lo que transportan las bicicletas es esperanza

San Cristóbal de La Laguna, Tenerife. En las calles empedradas del casco histórico de La Laguna, una escena inusual llama la atención: presos del Centro Penitenciario de Tenerife, junto a personas con discapacidad física o mayores con movilidad reducida, pasean en bicicletas Christiania, un modelo especialmente diseñado para transportar pasajeros de manera cómoda y segura. Es el programa “Citycleta – En Bici Sin Edad”, (Cicling Without Age-CWA-).

Esta iniciativa que nació en Copenhague en el año 2012 impulsada por Ole Kassow, ya es una realidad en más 39 países, con 4900 bicicletas en circulación y 39 000 pilotos voluntarios capacitados. Se han realizado más de 3 millones de viajes con 650 000 usuarios atendidos.

Teresa, Fernando y Argelia disfrutando de sus "momentos Citycleta"
Teresa a la izquierda, Fernando, detrás, y Argelia, coordinadora del programa, disfrutando de sus "momentos Citycleta"

En Santa Cruz de Tenerife el proyecto está subvencionado por El Excmo Ayuntamiento de La Laguna a través del Área de Bienestar Social y Calidad de Vida y la colaboración de la Obra Social La Caixa y entre los muchos beneficios y posibilidades que ofrece está la de romper barreras y acercar la libertad, aunque sea temporal, a dos colectivos marcados por el aislamiento, reclusos de un centro penitenciario y a residentes de centros para mayores y/o disminuidos físicos, psíquicos o sensoriales.

De la cárcel a las calles: Una oportunidad para restaurar a la sociedad los errores cometidos

Los internos, seleccionados por su buen comportamiento y en la última fase de sus condenas, reciben formación previa, a cargo de Argelia, coordinadora del programa, para manejar estas bicicletas fabricadas en Dinamarca. Aprenden a pedalear, a girar en calles estrechas, a utilizar la asistencia eléctrica solo cuando es necesario y también a interactuar con sus acompañantes, muchos de ellos con dificultades para caminar y comunicarse.  

Raimundo y David llevando en la Christiania a Julián y a Candelaria
Raimundo y David llevando en la Christiania a Julián y a Candelaria

"Al principio estaba algo inseguro pues llevaba muchos años sin montar en bicicleta y además tenía miedo de cómo me recibirían, pero ahora espero con ansias estos paseos, Ellos me cuentan sus historias, yo les escucho y les cuento la mía, aunque no entro mucho en detalles pues no me siento orgulloso de mi pasado. Al final, todos tenemos algo en común: añoramos la libertad”.                                                  

José, interno voluntario del programa En Bici sin Edad. 

Rompiendo el aislamiento: dos colectivos, una misma realidad

Para muchos de los pasajeros, como Marta, una mujer de 82 años que apenas sale de la Residencia donde vive, estos recorridos son una ventana al mundo. “Mi hija trabaja todo el día, y yo me paso las horas aburrida frente al televisor. Ahora, al menos una vez a la semana, siento el aire en la cara y charlo con gente nueva", dice mientras sube la capota del vehículo pues le gusta tomar el sol mientras pasea.

Marta, usuaria del programa En Bici sin Edad. 

Pedro y Tanausu, en la imagen de la izquierda son dos de los internos que se benefician del programa Citycletaas
Pedro y Tanausú, en la imagen de la izquierda son dos de los internos que se benefician del programa Citycleta

Los paralelismos entre ambos grupos son inevitables. Tanto los presos como las personas con dependencia sufren un "encierro no deseado", ya sea entre rejas o entre las cuatro paredes de una habitación, tienen la necesidad de descubrir el mundo, de conectar con otras personas ajenas al entorno habitual donde se mueven. Citycleta les devuelve, aunque sea por unas horas, la sensación de autonomía y conexión con la vida fuera de sus rutinas restringidas.  

Enrique, uno de los reclusos, es lagunero. Conoce estas calles como la palma de su mano, y aunque antes muchos vecinos le daban la espalda, “ese no es de fiar”, hoy mientras conduce algunos lo reconocen y con sorpresa le hacen un gesto de aprobación, él levanta la mano, orgulloso, pues no es el mismo hombre que entró en prisión.

Sor Orencia y Sor Nieves disfrutan de los paseos con David, Pedro y Juan Fernando en la imagen de la izquierda. A la derecha tenemos a los internos Argelia, Tanauso, Pedro y David.
Sor Orencia y Sor Nieves disfrutan de los paseos con David, Pedro y Juan Fernando en la imagen de la izquierda. A la derecha tenemos a Argelia y a los internos Tanausú, Pedro y David.

Un proyecto con triple beneficio

El programa no solo mejora la calidad de vida de los participantes, sino que también contribuye a la reinserción social de los reclusos y fomenta la movilidad sostenible en la ciudad. Las bicicletas, silenciosas y ecológicas, son ideales para transitar por el patrimonio histórico sin contaminación acústica ni ambiental.  

Las autoridades locales y penitenciarias evalúan extender el proyecto a más zonas de Tenerife. "Es un ejemplo de cómo la justicia social y la rehabilitación pueden ir de la mano. El programa Citycleta mueve emociones, rompe prejuicios y sobre todo devuelve pedazos de humanidad a quienes más la han perdido. Los internos, muchos con historias marcadas por la exclusión, descubren que pueden ser algo más que su pasado y los pasajeros, los silenciosos, los gritones, los que lloran, los que se duermen, encuentran, aunque sea por un rato, una libertad que no conocían o que creían olvidada afirma Fernando Pérez, que junto a Yndamiro Restano y David Gonzalez son los profesionales responsables del proyecto en la prisión de Tenerife.

Mientras, las Christiania siguen rodando por La Laguna, llevando sobre sus ruedas algo más que pasajeros: llevan esperanza.

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