Una caja va a revolucionar la manera de enfrentarnos al cáncer de mama en los próximos años.
Se llama The Blue Box y es, como dice su nombre, una pequeña caja azul que dentro de su simplicidad tiene el poder de detectar de forma precoz, a través de la orina y en sólo 30 minutos, la presencia de esta enfermedad.
Detrás de este invento está la joven ingeniera biomédica española: Judit Giró Benet (Tarragona, 1996).
Su idea surgió mientras estudiaba en la Universidad de Barcelona, al estar en contacto con diversos hospitales y médicos.
"Si los perros son capaces de oler el cáncer, ¿por qué no desarrollamos una tecnología que imite su sistema olfativo?", pensó.
Fue el proyecto que desarrolló en su trabajo de fin de grado y acabó convirtiéndose en una pequeña máquina que capta olores y con inteligencia artificial los traduce a señales electrónicas que puede procesar un software.
Más tarde, la perfeccionó gracias a una beca que le abrió las puertas de la Universidad de California, donde cursó un máster.
"Los resultados fueron tan buenos que constituí una empresa allí, junto a un compañero de clase", explica.
De vuelta a España, testar su tecnología con muestras de orina de los hospitales y el apoyo de casi dos millones de euros de ayudas públicas y privadas han hecho que Judit planee comercializar su caja en 2026, si todo va bien.
Su empresa, que ya cuenta con seis empleados y mucha colaboración de equipos externos (está cerrando una ronda de inversión de tres millones de euros) y ella ha recibido distintos premios y reconocimientos internacionales. Uno de ellos, The Rose Project, de Häagen-Dazs, una beca de 100.000 dólares para emprendedoras que la toca especialmente porque simboliza cómo está cambiando el panorama; hablamos de mujeres haciendo cosas para mujeres, y eso es muy relevante.
El color asociado al cáncer de mama es el rosa, ¿por qué eligió como nombre The Blue Box, la caja azul?
Por fácil. El objetivo es que este sistema llegue a todo el mundo, por eso buscamos un nombre que fuese muy sencillo, algo que se pudiera recordar. La gracia de la Blue Box no está en la ciencia que incluye, sino en que resulta superaccesible.
¿Cuál es la fiabilidad de este sistema a la hora de detectar un tumor?
Es muy alta. En cifras, hablamos de que resulta un 15% más sensible que una mamografía, y seis veces más barato.
¿Cómo podremos acceder al dispositivo?
Estará en las consultas ginecológicas. La idea inicial es que en las revisiones anuales rutinarias se incluya esta prueba, además de las habituales. No se trata de sustituir unos controles por otros, sino de complementar los que ya tenemos. Cuanto más cribados, mejor.
¿Estará en hospitales públicos y privados?
De momento, sólo encontraremos la caja azul en los centros privados, porque tienen más fácil comprar tecnología. La prueba se realizará en la propia consulta, el mismo día de la revisión, y costará unos 46 euros, que se cobrarán a las pacientes. Pero es sólo una cuestión de tiempo: también llegará a los hospitales públicos, sólo que necesitamos presentarnos a concurso; el proceso en este caso es más lento, pero también es la forma de asegurar que sea más democrático.
¿Esta tecnología puede hacerse extensiva en un futuro a otros tipos de cáncer?
Sí, exacto. La idea es entrenar a la inteligencia artificial para que con el mismo hardware se detecten también otros tumores. Cruzo los dedos para que así sea.
¿Por qué empezaste con el cáncer de mama?
Porque hoy día es el más tratable, pero al mismo tiempo, también es el que mata a más mujeres. Resulta una incongruencia, y gran parte del problema reside en que no somos capaces de descubrirlo de forma precoz porque las tecnologías que tenemos para detectarlo a tiempo no son suficientes.
¿The Blue Box podría servir para diagnosticar otros problemas de salud femenina?
Su tecnología quizá sea útil para detectar la endometriosis o incluso algunas patologías como la depresión; podrían ser futuras vías de exploración.
¿Hubieras podido desarrollar esta caja en España, sin pasar por California?
Habría sido diferente. Ahora la ciencia en EEUU lo tiene complicado, por el cambio de Administración... Empezar el proyecto aquí fue un acierto, porque los hospitales han colaborado muchísimo y una gran cantidad de pacientes han querido participar en los estudios piloto.
Parece que en nuestro país se trata mejor a los ingenieros que a los científicos...
En ciencia no se pagan salarios competitivos ni se reconoce lo suficiente a los investigadores, pero nosotros vamos a trabajar al sector privado y las empresas nos valoran según la competitividad del mercado. Por eso nuestro problema no es de sueldo, es otro: lo que pasa es que no encontramos trabajos que nos apetezcan. Sales de la carrera con la mochila llena de ilusiones y te encuentras con la realidad: en España sólo puedes ser comercial. Por eso tantos ingenieros decidimos montar nuestra propia empresa a pesar de los riesgos, para tener la posibilidad de desarrollar proyectos que nos llenen, es para lo que estudiamos tantos años y tan duro.
*Fuente: El Mundo - Marisa del Bosque