El alpinista abulense de 73 años intentará a partir del 20 de marzo la ascensión al Annapurna (8.091 m), una de las montañas más peligrosas del mundo, en lo que sería su duodécimo ochomil, y podría escalar el monte Dhaulagiri en el Himalaya, si las condiciones metereológicas lo permiten.
BBVA ha presentado su iniciativa de colaboración con la población nepalí de Sama, en la que desarrollará un programa de alimentación y educación sostenible dirigido a más de 100 niños.
Entrevista a Carlos Soria, el hombre que quieren las montañas.
¿Quién te enamoró de las montañas?
Pues la verdad es que fui yo mismo. Desde niño sentí atracción por la naturaleza. Yo vivía en Madrid y recuerdo cuando íbamos en los veranos a Ávila, yo me iba al río y a otros lugares fuera de la ciudad a “explorar”. Empecé a trabajar muy joven, a los 11 años como encuadernador, y mi jefe me llevó dos veces de pesca. Yo me aburría porque no pescaba nada pero disfrutaba de dar paseos por allí. Recuerdo que ya con 14 años fui por primera vez a la montaña con mi amigo Antonio Riaño. Nos fuimos 14 días a las Pedriza, improvisando la tienda de campaña con una lona vieja de una camioneta de la tapicería en la que ya entonces trabajaba, y unos palos que encontramos por allí. Y allí empezó todo, estuve con una gente de una Peña Vegetariana que salía al monte, luego me apunté al Cumbres que fue mi primer club, luego salía al monte con mis cuatro hijas…
¿En qué momento de vida deportiva sentiste que ya eras un alpinista?
A los 23 años cuando hice la cara oeste del Dru en los Alpes, 1.100 metros de escalada en roca de gran dificultad. Este año se hacen 50 años de aquello y me encantaría volver.
Si sólo pudieras salvar una montaña del mundo, ¿con cuál te quedarías?
Imposible elegir una. El Dru, el K2 y, por supuesto, el Manaslu, porque fue la primera montaña del Himalaya que ví e hice cumbre 37 años más tarde. Y también por todo lo que hemos trabajado con el pueblo que hay abajo, lo que hemos colaborado con su escuela…no todo es subir montañas. También el Dome Khan, una montaña virgen de 7.200 metros que hicimos después de tres años estudiándola.
¿Y el Everest?
Es la más alta pero no fue la que más ilusión me hizo.
¿El peor recuerdo de tantos años en la montaña?
La muerte de un compañero en el Dhaulagiri.
¿Tus ídolos deportivos?
Reinhold Messner, ahora será un gruñón pero ha sido el genio de la montaña, el hombre que revolucionó la escalada en roca, en hielo… y Riccardo Bassin, un italiano que ya falleció al que admiraba porque hizo grandes cosas y, como yo, no era un profesional, tenía su trabajo, la familia, etc.
¿Y fuera del montañismo?
Los ciclistas, primero Bahamontes y luego Indurain.
¿Cómo entrenas para conquistar los “ochomiles”?
Mucha bici de carretera, esquí de fondo, ejercicios en casa, salidas a las montañas que hay cerca de casa: La Maliciosa, el Yelmo, la Pared Santillana… Al gimnasio sólo voy a hacer cuádriceps en la máquina y cuando no puedo hago cuestas cerca de casa.
¿Cómo te definirías como alpinista?
Pues nunca he sido un supervirtuoso, se me daba bien pero si he logrado las cimas ha sido más por tener un gran coraje y organizarme bien. No todo el mundo tiene un reto tan gigantesco como completar las 14 montañas más grandes del mundo a tu edad. Este reto es lo mejor que puedo hacer a estas alturas de mi vida. Lo hago porque realmente me apetece. De los que me quedan, hay dos que realmente me dan un enorme respecto como el Annapunra y el Dhoom La. El Kangchenjunga también es un gran reto, pero asusta. He tenido la gran suerte de recibir el apoyo de BBVA en el momento clave y no sólo es su ayuda para cubrir el presupuesto es que me han demostrado que creen en mi manera de ser… La única instrucción que me han dado ha sido que no cambie. Yo les dije que tranquilos, que a estas alturas del viaje… Sabes que sirves de inspiración a gente de todas las edades que ven en ti el ejemplo de que un deportista es deportista para siempre. Yo siento que la gente en la montaña me respeta mucho. Dentro y fuera de ella hay gente que se me acerca para decirme que les doy la ilusión de que a cualquier edad se pueden iniciar retos y hacer lo que a uno más le gusta.
¿Qué haces dentro de la tienda en esos días de mal tiempo en que esperáis en el Campo Base?
Escuchar música, entrenar algo, leer libros…en casa prefiero el tradicional pero para las expediciones, el libro electrónico que te llevas con 100 obras es un gran invento.
¿Cómo explicarías ese momento en el que te acercas a la cima pero nunca acabas de conquistarla?
En 50 metros se puede resumir una vida, puedes tardar una hora. Recuerdo en el K2 cuando veía la cumbre y yo pensaba, no puede ser esa, habrá otra…¡y era!