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Esta es la historia de un joven que jugaba al fútbol sala y que por casualidad entró en la sala de halterofilia. “Así fue, yo en mi pueblo Molins de Rey probé todos los deportes en las extraescolares, Con 9-10 me centré en el fútbol sala… ¡Se me daba bastante bien, jugaba de pivote y hacía bastantes goles! Pero un día salía de entrenar del polideportivo y me encontré con mi amigo Edgar que iba al gimnasio. Me convenció para acompañarle y me enganché de tal manera que en dos meses había dejado el fútbol”.
Era febrero de 2009. Marcos tenía 13 años cuando se unió al club de halterofilia del pueblo que lleva David Soria.
La halterofilia me obnubiló. No podía pensar en otra cosa, en el recreo del instituto veía videos, conocía a todos los halteras, era y sigo siendo un friki de este deporte.
¿Cuál fue el momento en que empezaste a progresar en el deporte?
El primer paso importante fue entrar en el Centro de Alto Rendimiento de San Cugat. Tuve suerte porque honestamente yo de joven “era más malo que un dolor” pero hubo una baja y entré. Empecé a mejorar y cuatro años después, ya con 19 años, di el salto a Madrid dónde empecé a entrenar con la selección española. En 2015 logré una medalla en el Campeonato de Europa junior y me dije: “Por aquí voy bien, hay una oportunidad”. Fue al año siguiente en el Mundial junior de Georgia dónde conseguí la plata en arrancada.
En Tokio hiciste tu debut olímpico
El salto a la categoría absoluta fue muy grande, pero logré clasificarme para los Juegos de Tokio y logré un diploma. Muy contento.
Luego vendría la lesión que te impidió repetir en Paris
Después de Tokio, regresé a Molins de Rey para entrenar y luego di el salto a León para ejercitarme con mi amigo David. El problema fue la larga lesión, más de 14 meses para recuperarme, en mi tendón del cuádriceps que estaba a punto de romperse. De hecho, estaba roto en un 70%.
Y de repente, campeón del mundo
Pude volver en octubre. Antes de operarme la rodilla no daba para más. La medalla de oro en el Mundial fue un poco sorpresa, por las marcas pensaba que podía competir bien, que en arrancada podía estar en la jugada, ser Top 5… Pero no tenía referencias de los competidores para pensar en ganar el título.
¿Se puede vivir de la halterofilia?
Mientras estás en activo y en la elite, sí.
¿Y de cara al futuro?
Seguramente sería mejor ser ingeniero industrial, pero por suerte o por desgracia para mí la halterofilia es una pasión interna que no puedo resistir. Yo soy ya entrenador nivel 1. Cuando deje de competir me gustaría seguir ligado con la halterofilia.
¿Cómo es la vida de un haltera profesional?
Entrenamos doble siempre. En nuestro deporte hay pocos secretos, está centrado todo en los movimientos. Por la mañana estamos con sentadillas, tirones, etc., ejercicios menos explosivos en cuánto a la técnica. Y por la tarde nos centramos en los de mayor exigencia técnica.
¿Un haltera come tanto como uno se imagina?
Yo como mucho, pero es que he comido mucho desde que era un niño. Puede que lo haga mal, pero yo no peso la comida ni vigilo las calorías que como. Lo que me preocupo es de comer lo más limpio posible. Y la cantidad, pues depende de si tengo más o menos hambre o si he entrenado más o menos.
¿Suplementos?
Yo sobre todo creatina, que está demostrado que realmente funciona. Por la noche, también magnesio y omega 3. Y poco más.
¿Te molesta que haya gente siga relacionado la halterofilia con el dopaje?
Es una lacra que hemos tenido en nuestro deporte. Yo creo que se está limpiando, de hecho, las marcas han bajado. En los ochenta o noventa se dieron unas marcas que era una burrada, hoy es impensable que se levante ese peso.
¿Qué opinas del Crossfit?
Pues me encanta cualquier deporte que haga que la gente se mueva. Y al Crossfit tenemos que agradecerle que ha ayudado a popularizar la halterofilia.
¿A quién te gustaría llevarte a la sala para que probara la halterofilia?
Al judoka Nico Sherazadishvili. Tiene origen de Georgia, un país dónde mi deporte gusta muchísimo y seguro que lo iba a disfrutar.