Para dejarlo claro desde el primer momento yo soy uno más de los absolutamente decepcionados con la estructura de dopaje sistemático creada por el superviviente de un cáncer que fue capaz de ganar hasta 7 Tours de Francia. Ya no sólo por el absoluto fraude deportivo sino también por los comportamientos “semi-mafiosos” de Armstrong y su entorno. Fueron millones las personas de todo el mundo que el día de su confesión en prime time televisivo sintieron vergüenza de haber admirado a Lance.
Dicho todo esto, no entiendo los comentarios sobre seguir usando prendas deportivas de Livestrong. Yo siempre les respondo lo mismo. “Armstrong puede ser sin duda uno de los mayores símbolos de dopaje de toda la historia, pero para mi Livestrong sigue siendo la misma fundación que dio esperanza a tantos enfermos de cáncer”. Renunciar ahora a llevar aquella pulsera amarilla para mí significa que no lo hacías para manifestar tu apoyo a la lucha contra el cáncer y a solidarizarse con el esfuerzo diario de los supervivientes sino simplemente porque era algo que te daba el status de deportista de moda.
Ver caer el mito de Armstrong fue triste, pero lo que me dio realmente pena fue ver destruido a cenizas en unos días un precioso proyecto como Livestrong. Yo conozco casos personales que se aferraban a su pulsera amarilla para seguir luchando en los días de la quimioterapia. Cerrar Livestrong fue dar carpetazo a una gran fábrica de esperanza. Por todo ello, me siento orgulloso cuando veo que mi hijo sigue llevando, aunque ya en ruinas, su pulsera de Livestrong que aunque esté ya sin brillo sigue emitiendo el mismo mensaje de solidaridad.