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Las últimas tendencias en el cuidado de pacientes con cáncer destacan la importancia de un enfoque multidisciplinar centrado en el paciente. Gracias a los avances científicos en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad, el número de supervivientes de cáncer está aumentando de forma constante.
Actualmente, aproximadamente dos tercios de los pacientes diagnosticados con algún tipo de cáncer logran una supervivencia a largo plazo superior a los cinco años.
Sin embargo, este logro conlleva importantes desafíos tanto físicos como emocionales, derivados de la enfermedad y de los tratamientos recibidos.
Frente a este panorama, la evidencia científica destaca el ejercicio físico como un aliado poderoso para mejorar la calidad de vida y el pronóstico en pacientes oncológicos. Desde el diagnóstico hasta la recuperación, la práctica de ejercicio físico, realizada de manera adecuada y personalizada, no solo ayuda a combatir los efectos secundarios de los tratamientos, sino que también reduce el riesgo de recaídas y mejora la salud en general.
En este artículo, exploraremos cómo el ejercicio físico, con un énfasis especial en el entrenamiento de fuerza, puede transformar la experiencia de la enfermedad en pacientes con cáncer, abordándolo desde un enfoque accesible y respaldado por la evidencia científica.
Verás que lo he dividido en un antes, durante y después del tratamiento, como si te prepararas el maratón más importante de tu vida.
EJERCICIO ANTES DEL TRATAMIENTO
Llegar en la mejor forma posible / Preparándome para el maratón
¿Cuándo es el mejor momento para iniciar un programa de ejercicio físico tras el diagnóstico de una enfermedad oncológica?
La respuesta es clara: ¡LO ANTES POSIBLE!
La ciencia avanza constantemente, desarrollando tratamientos cada vez más eficaces contra el cáncer. Sin embargo, muchos de estos tratamientos también pueden ser muy agresivos, no solo para las células tumorales, sino también para las células sanas del cuerpo. Por ello, preparar el organismo para tolerar mejor esta agresión es esencial.
En este contexto, el ejercicio físico se convierte en una herramienta clave. Su capacidad para fortalecer el cuerpo puede marcar una gran diferencia, ayudando al paciente a afrontar los tratamientos y a llegar al final de estos en las mejores condiciones posibles. Al igual que un atleta se prepara con dedicación para una maratón, con el objetivo de llegar a la línea de meta lo más fuerte posible, el paciente oncológico debe prepararse para enfrentar el desafío del tratamiento.
Este enfoque no solo mejora la tolerancia a los tratamientos, sino que también puede influir positivamente en los resultados clínicos, incrementando la calidad de vida y las posibilidades de recuperación.
Así, la evidencia científica respalda múltiples beneficios del ejercicio físico cuando se inicia antes del tratamiento oncológico. Entre los más destacados se encuentran:
- Mayor resistencia física. Estudios recientes demuestran que los pacientes que combinan ejercicio aeróbico y entrenamiento de fuerza antes de comenzar los tratamientos presentan una mejor capacidad cardiorrespiratoria y mayor fuerza muscular. Esto no solo facilita su recuperación tras cirugías, radioterapia o tratamientos sistémicos, sino que también contribuye a un regreso más rápido a su rutina habitual.
- Mejor salud metabólica. Mantener niveles óptimos de glucosa y lípidos en sangre a través del ejercicio puede reducir las complicaciones asociadas a los tratamientos, mejorando el pronóstico general.
- Buena preparación mental. Adoptar una rutina activa antes del tratamiento ayuda a combatir la ansiedad y refuerza la sensación de control sobre el proceso oncológico. Este enfoque psicológico positivo es crucial para afrontar las dificultades que puedan surgir durante el tratamiento.
DURANTE LOS TRATAMIENTOS
Minimizando los efectos secundarios / El día de la carrera
Los tratamientos como quimioterapia, inmunoterapia, radioterapia y cirugías no solo combaten el cáncer, sino que también generan efectos secundarios debilitantes. A menudo se les denomina “venenos mágicos”:
- "venenos" porque pueden causar efectos secundarios no deseados, en ocasiones muy debilitantes
- "mágicos" porque son capaces de curar enfermedades que hasta hace poco eran incurables.
En esta etapa, marcada por fatiga, pérdida de masa muscular, alteraciones metabólicas, problemas cardiovasculares y trastornos del sueño, el ejercicio físico demuestra ser una herramienta poderosa para mitigar estos efectos adversos en:
1- Reducción de la fatiga
La fatiga relacionada con el cáncer es uno de los síntomas más frecuentes en esta etapa. Contrario a lo que podría parecer, el ejercicio físico no incrementa la fatiga, sino que la reduce significativamente. La evidencia científica señala que realizar entre 20 y 30 minutos de ejercicio diario puede disminuir la fatiga hasta en un 40%.
En la práctica clínica diaria se observa cómo pacientes que llegan fatigados a una sesión de ejercicio terminan con más energía y vitalidad, afrontando el resto del día de manera más positiva. A largo plazo, las adaptaciones fisiológicas derivadas de una rutina regular de ejercicio ayudan a disminuir la sensación de fatiga en comparación con los pacientes que no lo realizan.
2- Aumento o mantenimiento de la masa muscular
Tanto la enfermedad como sus tratamientos suelen provocar una disminución de la masa muscular, lo que afecta directamente la fuerza y la funcionalidad de los pacientes, repercutiendo en su calidad de vida.
El entrenamiento de fuerza desempeña un papel crucial para contrarrestar este deterioro. Los pacientes que comienzan a entrenar fuerza antes del inicio de los tratamientos parten con una ventaja, ya que cuentan con mayor masa muscular. Durante los tratamientos, el entrenamiento no solo puede aumentar la masa muscular en fases iniciales, sino también ayudar a mantenerla en el caso de tratamientos prolongados, evitando el deterioro funcional.
3- Mejora de la densidad mineral ósea
Algunos tratamientos oncológicos, especialmente en cánceres hormonodependientes, afectan negativamente al sistema óseo, reduciendo aceleradamente la densidad mineral ósea y aumentando el riesgo de osteoporosis y fracturas patológicas. Este deterioro se agrava por la inmovilización y la pérdida de masa muscular.
El ejercicio físico, en particular el entrenamiento de fuerza y las actividades que implican impacto ha demostrado ser eficaz para estimular la formación de tejido óseo. Esto ayuda a mantener e incluso mejorar la densidad mineral ósea, reduciendo el riesgo de fracturas y mejorando la salud ósea general en estos pacientes.
4- Apoyo inmunológico
El debilitamiento del sistema inmunitario es otro efecto común de los tratamientos oncológicos, afectando la funcionalidad de células clave como linfocitos T y células natural killer (NK). Este impacto puede aumentar la vulnerabilidad a infecciones y dificultar el control de la progresión tumoral.
El ejercicio físico contrarresta este efecto al estimular la producción y movilización de células inmunitarias hacia el torrente sanguíneo y los tejidos tumorales. Durante la contracción muscular, se liberan mioquinas, proteínas que activan linfocitos T y células NK, mejorando la vigilancia inmunitaria. Además, el ejercicio reduce la inflamación crónica mediante la liberación de citoquinas antiinflamatorias, optimizando el entorno inmunológico.
Estudios preclínicos también han demostrado que el ejercicio físico promueve el reclutamiento de linfocitos T y células NK a los tejidos tumorales, aumentando su capacidad de atacar las células malignas. Estos efectos inmunológicos destacan el papel del ejercicio como complemento esencial durante el tratamiento oncológico.
En conjunto, el ejercicio físico, bien diseñado y adaptado a las necesidades individuales, no solo ayuda a mitigar los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos, sino que también fortalece al paciente, mejorando su calidad de vida y sus perspectivas de recuperación.
DESPUÉS DE LOS TRATAMIENTOS
Hacia una vida plena / Recuperación del maratón
Gracias a los avances en la investigación médica oncológica, el cáncer está pasando a considerarse en muchos casos una enfermedad crónica. Este cambio supone un desafío tanto para los pacientes como para el personal sanitario, debido a los efectos secundarios a largo plazo que pueden aparecer tras los tratamientos.
Entre ellos, destacan la debilidad muscular, el linfedema, problemas relacionados con las cicatrices quirúrgicas, radiodermitis y neuropatías periféricas, los cuales pueden dificultar significativamente la vida diaria de los pacientes.
En este contexto, el ejercicio físico, junto con otras herramientas propias de la fisioterapia oncológica, vuelve a desempeñar un papel fundamental. Su implementación no solo contribuye a la rehabilitación de las capacidades físicas y funcionales del paciente, sino que también actúa como un factor preventivo, minimizando el impacto de complicaciones a largo plazo.
Un programa personalizado de ejercicio físico y fisioterapia puede ayudar a:
- Recuperar la fuerza muscular y funcionalidad. Especialmente a través del entrenamiento de fuerza y actividades funcionales diseñadas para las necesidades específicas del paciente.
- Prevenir y manejar el linfedema. El ejercicio combinado con técnicas específicas de fisioterapia oncológica puede reducir el riesgo de linfedema o ayudar a controlarlo, mejorando la calidad de vida.
- Mejorar la movilidad y elasticidad de las cicatrices quirúrgicas. Intervenciones que incluyen terapia manual y ejercicios de movilidad pueden prevenir adherencias y facilitar una recuperación más completa.
- Combatir las neuropatías periféricas. Actividades que mejoran la coordinación, el equilibrio y la fuerza pueden mitigar los efectos de las neuropatías y prevenir caídas.
En definitiva, el ejercicio físico adaptado a esta etapa, junto con la fisioterapia oncológica, no solo permite a los pacientes recuperar su independencia y funcionalidad, sino que también les ayuda a afrontar con mayor confianza y energía los retos de esta nueva fase de su vida.
Dr. J López Chicharro, catedrático de la UCM, director médico de la Clínica OYTU (www.oytu.es), especializada en ejercicio oncológico, nutrición y rendimiento deportivo.
Agradecimientos al equipo Oytu, en cuyas instalaciones especializadas se ha podido hacer esta sesión de fotos y reportaje, especialmente a la fisioterapeuta Davinia Vicente Campos y a la paciente oncológica Lucía Llanos.