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Nuestro cuerpo tiene un contenido medio de agua en torno a un 60 por ciento, cifra que si la esquematizamos por órganos arroja otros valores como el del cerebro, que contiene hasta el 70 por ciento de agua, la sangre, con un 80 por ciento y los pulmones se albergan un 90 por ciento de agua.
El verano, la época crítica
La pérdida de agua en nuestro ciclo metabólico diario es continua ya que, además de mantener hidratados los tejidos, tiene otras funciones como la de servir de transporte a los nutrientes hasta nuestras células, ser el vehículo de transporte de muchas sustancias de deshecho y, cuando sube la temperatura corporal, bien por un incremento en el ejercicio o por que la temperatura ambiente es elevada, se encarga de mantener activo el mecanismo de la termorregulación.
Durante los días más cálidos, de forma especial si no cesa tu actividad física, sentirás que los requerimientos de hidratación son mayores, tanto por el incremento en la sensación de sed, como por la mayor pérdida de líquido en la transpiración.
¿Y quién no ha sido cautivado por la imagen de un vaso lleno de agua, con unos cubitos de hielo dentro, cuando sentimos que se nos seca el paladar y la boca se vuelve pastosa?
Los caminos del agua
Hay motivos para recomendar el consumo de agua a temperatura ambiente o, como mucho, ligeramente refrigerada. El beber agua helada o, en el otro extremo, caliente, tienen consecuencias notables para nuestro organismo.
El agua nos ayuda a regular la temperatura corporal, pero existe una relación directa entre el calor que estemos sintiendo y la hidratación: lo que debería importarnos es hidratarnos adecuadamente más que refrescarnos rápidamente. Si hacemos deporte y hemos eliminado mucho líquido nos interesa recuperarlo cuanto antes: se trata de que llegue cuanto antes a nuestra sangre para ser distribuida por todo el organismo. Y el agua que restaura nuestros niveles hídricos no solo está presente en la que bebemos, si no también es uno de los componentes principales de todos los alimentos que ingerimos.
El paso del agua (líquido en general) desde estómago al intestino, desde donde se transfiere a la sangre, se denomina vaciado gástrico y depende de varios factores:
- Si los alimentos son sólidos o líquidos.
- Si son ricos en grasas y azúcares.
- Si hay además proteínas.
- Y, por encima de todo, también depende de la temperatura del alimento (sólido o líquido)
En el caso de beber solo agua el vaciado gástrico se produce en pocos minutos; en caso de comidas complejas se puede prolongar entre 4 y 6 horas.
La importancia de la temperatura
Se ha certificado que la temperatura del agua interfiere en el vaciado gástrico y esto es de gran importancia si pretendemos una hidratación rápida y eficaz. Cuanta mayor sea la diferencia de temperatura entre el líquido que bebemos y nuestro cuerpo, más tarda en abandonar el estómago. En pruebas realizadas sobre deportistas de disciplinas muy exigentes se ha comprobado que agua helada (entre 3 y 5 grados centígrados), muy fría (inferior a 15 grados centígrados) o muy caliente (más de 50 grados centígrados) retrasa la hidratación hasta en el 100% del tiempo que correspondería al agua a temperatura ambiente, más próxima a nuestra temperatura corporal.
Lo más eficaz, desde el punto de vista de la hidratación, sería ingerir líquidos que se encontrasen entre 15 y 22 grados centígrados.
Además, cuando comemos alimentos sólidos acompañados de agua, la temperatura fría de esta puede solidificar las grasas presentes, dificultando y retrasando su digestión.
El laboratorio de nuestro organismo
Al beber agua que se encuentra a diferente temperatura a la de nuestras vísceras, la primera labor metabólica que emprende nuestro cuerpo es compensar esos grados de más o de menos para poder iniciar el proceso de vaciado gástrico, igualando la temperatura del líquido que hemos ingerido a la del resto de nuestra anatomía. Al beber agua demasiado fría se genera un proceso térmico en nuestro estómago: en primera instancia se produce una vasoconstricción que ralentiza o detiene nuestro aparato digestivo, seguida de otra fase en la que se consumen recursos energéticos de nuestro organismo para elevar la temperatura del líquido que acabamos de beber.
En el caso de ingerir agua caliente (o bebidas que la contienen, como té, café, infusiones…), el proceso gástrico se inicia con la dilución de los jugos digestivos, una congestión de la mucosa gástrica y, de nuevo, el consumo de nuestros recursos energéticos para reducir unos grados el líquido ingerido: el resultado es el mismo, alargándose el tiempo en el que tendremos biodisponibilidad del líquido ingerido.
Lo más eficaz, desde el punto de vista de la hidratación, sería ingerir líquidos que se encontrasen entre 15 y 22 grados centígrados seguramente no es lo más apetecible en los días de mucho calor, pero sí es lo más sensato.
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