No es raro que un corredor tenga un pequeño mareo al entrar en meta tras unos últimos kilómetros de carrera a pie en la que haya hecho un esfuerzo importante. Podría deberse a una deshidratación pero lo más normal es que debamos achararlo a una falta momentánea de aporte sanguíneo a nuestro cerebro.
El origen de estos mareos puede estar en el hecho de que después de un final de carrera en el que lo “hayamos dado todo” aunque nosotros nos paremos al cruzar la línea de meta la sangre sigue fluyendo hacia nuestras piernas. Al pararnos la sangre no retorna a la parte superior del cuerpo, se queda acumulada en nuestras piernas y podemos tener una falta de riego que es la causa de estos mareos de los que hablamos.
Lo que debemos hacer en estos casos es tumbarnos con las piernas levantadas y lo normal es que unos minutos estemos ya recuperados. Pero la mejor medida es prevenir esta situación no parando nunca de golpe tras cruzar la línea de meta; mejor seguir trotando muy suave.