Mi experiencia en Kenia con la ONG Wanawake en la Escuela Tasaru Girls Stop MGF
Podría empezar con el principio del libro de Historias de África, de Karen Blixen: ‘Yo tenía una granja en África…’ pero sería lo contrario a mi experiencia, pues yo no tenía ni idea de cómo es la vida en África, y ahora he dejado un trocito de mi allí. Y tendré que volver cada año para cuidar ese trocito de mi vida y ver a ‘mis niñas’, trabajar y aprender con ellas.
Fueron unas semanas en diciembre de 2017, el plan era ir de voluntaria ‘novata’, a Narok, una semana en el Centro de Rescate Tasaru Girls donde van las niñas que escapan de la Mutilación Genital Femenina (MGF), y otra semana en la escuela de niñas Eselenkei, una escuela financiada con fondos españoles donde estudian las niñas de Tasaru junto a niñas de otros pueblos del distrito de Narok hasta el bachilletaro. En este proyecto iba bien acompañada con personal técnico y voluntarias ya veteranas de Wanawake, Mónica Batán, Elena Luna y Mª Carmen Sanz, y asistidas por Ana Pérez desde Madrid.
Hace años que trabajo con Mónica y Ana de Wanawake en la difusión de este proyecto y la venta de artesanías masai, con las pulseras que ya forman parte de mi anatomía!!! Y en cuanto me propusieron la idea de ir a Kenia, me uní sin pensármelo mucho. Directa a ponerme las vacunas, conseguir los visados, pedir vacaciones y comprar los billetes para Nairobi. La idea es que yo apoyara su proyecto para incluir deporte y yoga en las actividades que se organizan con las niñas, enfocadas a educar en la igualdad de género. Trabajando con ellas para que con juegos y deporte aprendan lo que es la igualdad de género y el ocio saludable y lo integren en su vida. Y como broche final, organizamos ‘La carrera de la Mujer’ con las madres, niñas y familiares el día de la ceremonia de graduación del seminario de formación contra la Mutilación Genital Femenina. Una forma de celebrar el paso de ‘niña a mujer’ con un diploma, una carrera y una fiesta, respetando la tradición masai, pero evitando el ‘corte’.
Ha sido una experiencia real, compartiendo su vida, comida, tareas, techo, duchas, entrenamientos y muchas conversaciones con las niñas y responsables de las escuelas. Nada que ver con un viaje organizado o unas vacaciones en Kenia, no hay hoteles, hay camastros y literas como las de las niñas, no hay duchas, hay un pozo de agua con un cubo, y si quieres agua caliente, hay un fuego donde calentar una olla para lavarte el pelo.
La comida es la de ellas, dieta básica de repollo y arroz, alguna vez toca maíz y judías pintas y todas las noches ‘umali’, una pasta de harina de maíz con agua, a la que no le pillé el gusto, pero a ellas las encanta y dicen que es la comida básica de los atletas keniatas. Este viaje ha sido un día a día, tal y cómo viven ellas, conociendo sus vidas, sus inquietudes y sus sueños. Ellas son abiertas y espontáneas, preguntan mucho sobre la vida en España, se sorprenden de que los niños y niñas no quieran estudiar ni hacer deberes, para ellas es un lujo poder estudiar, de que puedas comer algo diferente cada día, o que tengamos perros y gatos como mascotas dentro de casa…
Algunas de estas chicas ya están preparadas para contar su historia, como se escaparon una noche oscura en medio del Masai Mara, a veces sola, a veces con una hermana, otras veces empujadas por sus madres o tías que sabían que al día siguiente iban a ser ‘cortadas’ y casadas. El miedo a la oscuridad, a los animales salvajes, el viaje en un autobús con desconocidos hasta llegar a Narok, donde sus habitantes enseguida las llevan al centro de rescate Tasaru para que puedan empezar su nueva vida. Es difícil de imaginar este viaje, al menos para mi, pensando cómo era yo con 9 u 11 años, o como son mis hijos o mis sobrinas, con nuestra vida segura y protegida por nuestra familia, donde los problemas más graves suelen ser si te compran el móvil o no, si te dejan salir hasta más tarde con tus amig@s, o si estás castigado por algo que te parece injusto.
¿Cómo ponerse en su lugar? Pensar que a los 9 a 11 años vas a ser cortada en tus partes más íntimas y obligada a casarte con un señor mayor que suele tener otras mujeres y que vas a dejar todos tus sueños infantiles atrás para convertirte en una niña embarazada que trabaja de sol a sol. La niña que una vez fui no puede ni imaginárselo, la mujer que ahora soy se estremece con sólo pensarlo.
Lo difícil que debe ser tomar la decisión de dejar a tus seres queridos, decir adiós a lo conocido y partir con el corazón roto a un mundo desconocido, cuando no has salido de tu aldea, en busca de una escuela con una dirección en la mano para tener un futuro, y son niñas de 9 a 12 años… Y allí están ellas, valientes y siempre con una sonrisa, trabajando y unidas como hermanas en la escuela. Son todo un ejemplo de ‘sororidad’, esa palabra que define la empatía y solidaridad que se crea entre las mujeres. Ellas deciden su futuro y luchan por cambiar las cosas en su país y en el resto del mundo.
El proyecto de Wanawake trabaja con Agnes Pareiyo y su organización, una mujer masai, orgullosa, inteligente y con una voluntad increíble. Ella sufrió la mutilación y el matrimonio en su infancia, y lleva 30 años luchando para cambiar esta tradición entre la población masai. Todo un ejemplo de mujer líder, ella habla muy claro a su pueblo, especialmente a madres y niñas sobre los peligros y problemas que lleva la mutilación genital en Kenia y (Tanzania). Y sobre la importancia de dar una educación a las niñas y adolescentes para que tengan un futuro y un trabajo profesional, para que puedan tomar decisiones como mujeres independientes, cambiando África desde dentro, empezando por las abuelas, madres y niñas hasta los abuelos, padres y niños. Todos y todas.
Nosotras llevamos el proyecto de educación en igualdad de género junto a deporte, nuestro ‘trabajo’ era incorporar en su día a día los derechos de las mujeres y los valores de igualdad, gracias al deporte, con juegos activos, actividades en grupo, gymkanas, búsquedas del tesoro, carreras de obstáculos, etc. Y además correr y entrenar con ellas para prepararlas para La Carrera de la Mujer que se iba a celebrar el último día. En mi caso, también incorporé el yoga a su día a día, tanto como ejercicio de estiramientos al terminar de correr, como técnicas de respiración y relajación.
La MGF está prohibida por ley en Kenia desde 2001, pero en la tribu Masai se sigue practicando a escondidas a un 70% de las mujeres.
Ahora son ‘mis niñas de Kenia’, mujeres increíbles siempre felices, siempre dispuestas a ayudar y a aprender. Son muy listas y responsables. Estudian hasta la extenuación, porque saben que es su única oportunidad para cambiar su futuro. Y como deportistas, son increíbles, da igual que no hayan corrido nunca, llevan el running en la sangre, el primer día ya corren 10 km y al día siguiente quieren más a pesar de las agujetas, ahí mis compañeras Mónica y Elena se las llevaban a entrenar y hacer cuestas y series. Son muy rápidas y mi ritmo de tortuga no es para ellas, tienen piernas y corazón de campeonas olímpicas.
Con el yoga aluciné, pues no son muy flexibles (como buenas sprinters) pero son muy aplicadas, y practicaban cada día, incluso por su cuenta, me pidieron el libro que llevaba para seguir aprendiendo, y cuando tienen wifi me mandan fotos y vídeos para que vea sus progresos. Pero creo que lo que más les sirvió fue aprender a respira en yoga, el pranayama, lo aplicaron rápidamente a su vida, para estudiar, calmar la ansiedad de los exámenes, para los nervios de la graduación.
Me di cuenta que tras su sonrisa, se autoexigen demasiado para conseguir buenas notas e ir a la universidad y echan mucho de menos a sus familias que han dejado atrás. Por supuesto, Savasana (la postura del cadáver de relajación) es su postura favorita, pero también acabaron pidiendo más , y haciendo inversiones como sirsasana (cabeza abajo) o kakasana (el cuervo de equilibrio de manos). Son muy buenas con las posturas más difíciles!!!
Mi trabajo es escribir, y disfruto escribiendo, pero me quedo sin palabras para resumir mi experiencia como voluntaria en Kenia. He disfrutado, he aprendido, he conectado, he hecho una conexión muy intensa con las niñas y mujeres con las que he estado. En África el contacto físico es vital, y siempre estaba rodeada de alguna de ellas, tocando mis manos, peinando mi pelo, abrazadas a mi, me reía mucho porque empezaron a llamarme ‘mother in law’ cuando descubrieron que tenía dos hijos de 17 y 12 años, todas querían ser sus novias. Son personas que dan afecto a raudales y no te sientes sola entre ellas.
Te sientes un poco madre al final, pero también te sientes amiga de ellas, corriendo por la mañana, haciendo yoga por la noche, haciendo actividades, juegos, cocinando, bailando, hablando de todo y con todas. Mi mente está llena de buenos momentos, abrazos, risas, lágrimas… muchas, muchas conversaciones sobre dudas de ‘mujeres’ que generan en mi cabeza más proyectos y muchas ganas de ayudar y trabajar con ellas.
Lo que he vivido ha sido mucho más que una experiencia. Fui a Kenia a ayudar y a enseñar (qué prepotencia la mía!) y unas niñas de 10 a 17 años me han enseñado más que yo a ellas, a cómo ser una mujer fuerte, deportista, luchadora y madura que lucha por su lugar en el mundo.
Ahora cuando me preguntan siempre digo lo mismo… Quiero volver cada año, y os invito a venir conmigo. Se puede hacer tanto con tan poco, allí, pero también desde aquí.
En esa ceremonia de graduación, se hizo una carrera de la mujer y también una secuencia de yoga, como parte de la celebración. Es increible como ver en tan poco tiempo la motivación que ponen para correr y aprender a hacer yoga. Son muy inteligentes, madruras y responsables. Estudian hasta la extenuación, porque saben que es su única oportunidad para cambiar su futuro. En el centro de rescate en vacaciones hacen de todo: lavan a mano, se duchan con agua fría, corren con chanclas y falda, cocinan y limpian todo, estudian, y se cuidan como hermanas.
Y que además de las pulseras, van a llevar nuevos diseños Masai y nuevos proyectos que ya contaremos.
Lo que he vivido aquí es mucho más que una experiencia. Pensaba que venía a ayudar, a enseñar sobre deporte, mujer y a ayudar a difundir el mensaje de que la educación de la mujer y el deporte son las herramientas para conseguir una sociedad justa y con igualdad de oportunidades. Vine a convivir con unas niñas de 10 a 17 años y son ellas las que me han enseñado y ayudado a cómo ser una mujer fuerte y alegre que lucha por su lugar en el mundo.