La evolución del deporte femenino ha sido tan brutal en los últimos años que muchas veces tenemos la sensación de que previamente casi ni existía. Es sorprendente conocer la relevancia que las mujeres deportistas llegaron a tener a principios del siglo XX. En su libro “El origen del deporte femenino en España”,
Jorge García nos cuenta historias fascinantes.
El origen del deporte femenino en España
La mejor manera de valorar el deporte femenino es conocer sus orígenes, sus primeros récords, deportistas, campeonatos y clubes. En este libro, Jorge García recupera la memoria histórica de todas aquellas mujeres que dejaron de ser figuras pasivas para convertirse en auténticos ídolos de masas durante las cuatro primeras décadas del siglo XX. Es una obra extensa, basada en una minuciosa investigación que se ha completado con innumerables fotografías y bibliografías.
A principios del siglo XX, en un momento en que la mujer estaba consiguiendo las primeras conquistas para su género, el deporte se convirtió en otro modo de conquista social del espacio público.
Qué deportes practicaban nuestras abuelas?
Las fototecas y hemerotecas nacionales nos revelan una presencia de mujeres deportistas muy por encima de las expectativas iniciales, quizás por el olvido histórico característico de las dictaduras o quizás por la escasa importancia que se le ha dado a las ciencias del deporte a lo largo del siglo pasado. Entre finales del siglo XIX y la Guerra Civil, nuestras abuelas practicaron entre otros deportes, ajedrez, atletismo, baloncesto, balonmano, billar, boxeo, ciclismo, cricket, esgrima, esquí, frontenis, fútbol, carreras con galgos, gimnasia, golf, hípica, hockey, hockey sobre patines, deportes populares vascos, lucha grecorromana, motociclismo, natación, patinaje, pesca, ping pong, piragüismo, polo, remo, montañismo, tenis, tiro, vela y waterpolo.
Además, estas mujeres solían compaginar disciplinas tan variadas como el tenis y el esquí o el atletismo y el hockey, lo que no hace más que demostrar el gran espíritu deportivo que mantenían. No obstante, también existen muchos casos de especialización deportiva basados en una sola disciplina, ya que no en todas las ciudades había la posibilidad de potenciar todo tipo de deportes.
¿Dónde entrenaban? Los clubes deportivos
Los clubes deportivos, con sus secciones femeninas, florecieron especialmente durante los años veinte y treinta. Antes, a principios de siglo, se habían constituido los primeros clubes, fundados de manera elitista en las grandes ciudades, especialmente Madrid y Barcelona, que pronto abrieron sus puertas a las mujeres burguesas de la época, facilitando su acceso a las prácticas de esquí y tenis, realizándose incluso varios torneos oficiosos, como el Concurso Internacional de Tenis de Barcelona.
Durante estos primeros años del deporte moderno, la aristocracia femenina también practicaba las modalidades de tiro, patinaje, equitación, golf y natación, siguiendo los aires higienistas de la época y alejándose de aquellos deportes que podían amenazar su feminidad. No obstante, el deporte femenino creció paralelamente a las conquistas sociales y las mujeres pronto empezaron a practicar deportes reservados a los hombres e incluso se incorporaron a las juntas directivas de los clubes algunas mujeres, en su mayoría afamadas deportistas, para encauzar los deportes femeninos de la entidad así como para gestionar los asuntos sociales. Los dos principales clubes del país, Real Madrid y Fútbol Club Barcelona, nombraron a mujeres para esos cargos. Asimismo, nacieron nuevos clubes deportivos y asociaciones femeninas numerosas, entre otras el Club Femení de Barcelona, con más de 2.000 socias.
De los fines benéficos a la competitividad
Todas las disciplinas y competiciones de finales del siglo XIX carecían del espíritu deportivo actual, y su finalidad era la reunión social, especialmente si eran organizadas por los círculos sociales de la Reina Victoria Eugenia, ya que lo que realmente importaba era crear círculos de amistad influyentes.
Los primeros torneos sociales pretendían, además, convertirse en citas para obtener fines benéficos. Estos concursos eran organizados por la aristocracia femenina, y ellas mismas eran las encargadas de competir para recaudar dinero para los huérfanos, los hospitales o los asilos. Sin embargo, poco a poco, estas mujeres empezaron a ver en el deporte un modo de distinción y reconocimiento que no encontraban en otras disciplinas, por lo que el espíritu deportivo cambió hacia una perspectiva más competitiva en la que batir marcas y conseguir méritos deportivos.
A nivel internacional, la mayor conquista sucedió en 1912 cuando el Comité Olímpico Sueco incluyó las pruebas acuáticas como parte del programa oficial, convirtiéndose así la natación en el primer deporte olímpico femenino. Esto provocó una actitud contraria por parte de los fundadores de los JJOO modernos. En respuesta, la atleta francesa Alice Milliat fundó en 1917 la Federación Femenina Sportiva de Francia, la cual organizó en 1921 una prueba internacional. Como consecuencia, se creó la Federación Sportiva Femenina Internacional que organizó al año siguiente en París los primeros campeonatos del Mundo de mujeres, gracias a los cuales los varones del COI votaron la integración permanente de la mujer en las Olimpiadas de Ámsterdam (1928) por miedo a perder el control exclusivo del negocio.
Otro obstáculo femenino: la indumentaria
En la década de los años veinte una pequeña parte de la sociedad reivindicaba una nueva identidad femenina con un prototipo de mujer moderna, que era ilustrada de forma esbelta y atlética, con nuevos peinados y con ropa más confortable. Gracias a esto, muchas de las mujeres de la época decidieron desprenderse del sombrero, gesto con el que querían hacer ver que su papel en la sociedad debía ser igualitario.
Extrapolado al deporte, esta misma conducta la llevaron a cabo las Hermanas Moles y Aurora Villa quienes, en la búsqueda de una mejora de sus marcas, sustituyeron las molestas blusas de manga larga por confortables camisetas de tirantes. Un hecho que no pasó desapercibido cuando las madrileñas compitieron en Portugal con sus pantalones cortos y sus ajustadas camisetas de tirantes ante unas deportistas que vestían incómodas faldas largas. En apenas dos años esta indumentaria era imitada por la mayoría de las deportistas de todas las disciplinas deportivas, lo que a su vez aumentó el nivel de juego creando una alta visibilidad del deporte femenino en los medios de comunicación.
Pioneras del deporte femenino español
Una de las causas del tardío despegue del deporte femenino es que la práctica deportiva anterior a los años veinte planteaba algunas discriminaciones para la clase popular debido a la jornada laboral, la falta de instalaciones, la carencia de recursos y la diferenciación social y cultural de las clases aristocráticas. Además, la mujer se enfrentó a otro problema más: el rechazo social, especialmente en aquellas disciplinas que implicaran fuerza, contacto corporal o contemplación pública.
No obstante, en los años 20 y muy especialmente en los 30, hasta el inicio de la Guerra Civil, la proliferación de clubes deportivos y sus instalaciones permitieron la popularización del deporte entre las mujeres, al menos las pertenecientes a la clase media burguesa.
Los eventos deportivos femeninos llenaban las instalaciones hasta el punto de que se registraron en numerosas ocasiones más de 3.000 espectadores en partidos de hockey, el "deporte rey" entre las mujeres de la época. En los años previos a la Guerra Civil, aparecen noticias sobre deporte femenino en la prensa hasta 250 veces en un solo año, lo que significa que prácticamente todos los días se hablaba de él (en aquella época la mayoría de los periódicos no se publicaban a diario). Y se dedicaron a las mujeres deportistas numerosas portadas en los principales diarios deportivos de la época, como el AS o el Marca. Cosa todavía infrecuente hoy día…
Lilí Álvarez
Deportista multidisciplinar que destacó a nivel internacional en la modalidad de tenis. También fue una de las impulsoras del deporte femenino y de la participación de la mujer en el ámbito público. Lilí Álvarez fue una figura clave en la historia del deporte alcanzando la cima en el mundo del tenis llegando a jugar tres veces la final de Wimbledon. También practicó otras modalidades deportivas como el senderismo, la equitación, el patinaje, la esgrima, el automovilismo, el billar, el golf, la natación o el esquí.
En 1941 gana el campeonato de España de esquí en la modalidad de descenso, slalom y prueba combinada obteniendo mejores marcas que la mayoría de los hombres. Sin embargo, este campeonato sería la última ocasión de verla competir, ya que fue inhabilitada por la Delegación Nacional de Deportes tras un enfrentamiento con el comité organizador del campeonato. Tras hacer subir a las deportistas andando al Monte del Tobazo por la mañana temprano, a las tres de la tarde mientras los hombres cubrían la segunda manga, a ellas no las dejaban descender a pesar de estar muertas de frío. Lilí Álvarez se rebeló contra la injusticia y el machismo lanzándose cuesta abajo y gritando ante las autoridades que presidían la prueba: "¡Esto no sucede más que en España!". Su espíritu deportivo y sus valores le jugaron una mala pasada ante las mentes cerradas de la época.
Encarnación Hernández, "la niña del gancho"
Fue una jugadora de baloncesto de numerosos clubes deportivos. Ella misma cuenta que el nacimiento del deporte femenino en España se vivió con sorpresa, llegando incluso a tachar de chicos a las primeras deportistas llamándolas "marimachos" o "chavalotes".
Además, Encarnación vivió los cambios de indumentaria propiciados por las condiciones políticas de cada momento. Vistió falda y luego short durante la II República, pero volvió a vestir falda larga en la época franquista, lo que consideraba molesto por no dejar libertad de movimientos para jugar.
Medía 154 centímetros, lo que hizo que convirtiera en su especialidad el difícil tiro del gancho. Con su agilidad de movimientos logró conseguir muchas canastas, de ahí que los aficionados y rivales comenzaran a utilizar el apodo de "la niña del gancho" para referirse a ella.
En la actualidad, con 100 años de edad, acaba de ser la protagonista de un documental cinematográfico sobre ella misma titulado "La niña del Gancho".
Carmen López, "La Bolche"
Fue una de las figuras legendarias del deporte conocido a día de hoy como frontenis. Las críticas que le llegaban en aquella época decían que "se adueñaba de la cancha como una bolchevique", de ahí su apodo.
La Bolche era la mejor jugadora de los años treinta y, por lo tanto, la mejor pagada de España. Aunque nunca reveló la cifra de su contrato para no despertar envidias, se limitaba a afirmar que era una cantidad respetable.
Las raquetistas fueron las primeras deportistas profesionales que existieron en España gracias al dinero que podían generar. Para que os hagáis una idea, su sueldo era muy superior al de un funcionario de clase alta.
Carmen Soriano
Nadadora y jugadora de waterpolo del Club Natación de Barcelona que, junto a su hermana Enriqueta, se convirtió en la mejor nadadora del país de la época. Carmen reconocía el incremento de la mujer en el ámbito deportivo, aunque anotaba que en España nunca llegaría a equipararse con el deporte masculino. Para ella uno de los principales motivos de este problema era la falta de cultura física en los colegios, situación que no ocurría en el extranjero donde las prácticas físicas eran exigidas a lo largo de toda su formación sin distinción de sexo.
Asimismo, también creía que el deporte aportaba una serie de beneficios, aparte de los físicos, como la inteligencia, el esfuerzo personal, la lucha, el saber dominar tanto las victorias como las derrotas y la posibilidad de conocer otras culturas y costumbres.
Faustina Valladolid
Casada con Demetrio Acero, ambos fueron de los mejores ciclistas de Madrid. Faustina se aficionó a salir los domingos con su novio a hacer ciclismo porque si no, él se iba con sus amigos y ella tenía que esperarlo en casa. Le gustó tanto que no solo comenzó a coger la bici los fines de semana sino que la utilizaba a diario poniendo fin a los viajes en tranvía. Al principio, cuando la veían pasar montada en la bicicleta enfundada en su mono azul de trabajo, los hombres la insultaban, pero después se acostumbraron y acabaron piropeándola.
Tina quería demostrar por encima de todo que las ciclistas podían conseguir los mismos o mayores logros que los hombres. Durante toda su carrera deportiva le pusieron tantas pegas que parecía que tanto la federación como los propios ciclistas le tenían miedo. El ejemplo más claro fue la prohibición de participar en la VIII Vuelta a Madrid, donde los problemas no fueron solo burocráticos sino también sociales ya que, según Tina, cuando pasaban por un pueblo "nos decían que debíamos estar zurciendo calcetines (…) que las mujeres no debían salir de la cocina".