¿Por qué el deporte ayuda en la reinserción?
Para que la reinserción sea posible el primer paso es conseguir que la persona deje de comulgar con el imaginario de la delincuencia y para ello necesita creer que puede salir de ese mundo. Cuando un recluso comienza a hacer deporte, además de desarrollar una actividad que tiene incontables beneficios para su salud física y psicológica, también rompe con el grupo social dentro de la prisión que suele tender a arrastrarlo a ese idea de que “esto es lo que tú eres y nunca podrás ser alguien distinto", y para que estas personas sean capaces de creer en sí mismas necesitan un nuevo soporte social capaz de retroalimentarles la idea de que ellas pueden cambiar, y esto es precisamente lo que encuentran cuando acceden a los grupos deportivos de la cárcel, una nueva red social que les enseña a creer en sí mismos, a salir de la subcultura de la prisión.
El deporte es la base del cambio de vida
En la mayoría de los casos, los reclusos vienen demasiado “rotos" psicológicamente como para que la terapia psíquica y social pueda iniciarse de forma exitosa sin una adaptación previa. En esa adaptación, además de conseguir unas rutinas mucho más estables que las que tenían fuera de la cárcel, con horarios de comida y sueño fijos, el deporte también les ayudará a mejorar la forma física de unos cuerpos que normalmente han estado muy castigados por la vida, y muchos de ellos además con problema de alcoholismo y drogas. También la actividad física les ayudará a conseguir la autoestima que han perdido tras años en un bucle de autodestrucción. Con esta base que les otorga el deporte, ya se puede comenzar a trabajar con terapias efectivas encaminadas al cambio de vida.
Por todo esto, practicar deporte en una prisión no solo es un elemento de ocupación del ocio, tampoco una actividad de relleno de espacios muertos y no es una mera terapia de descarga de adrenalina como muchos argumentan. El valor de la práctica de actividad física en un centro penitenciario va más allá de todo eso, y podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que constituye la terapia más valiosa a la que una parte importante de la población penitenciaria se aferra para poder soportar la crisis, personal, familiar, social y existencial que supone el encierro.
Porque cuando alguien privado de libertad “se convierte al ejercicio" comienza a valorarse, a quererse, a sentirse mejor persona - la base para iniciar un proceso de cambio - tiene energías renovadas para seguir luchando por lo suyo y por los suyos y además es capaz de imaginar un nuevo proyecto de futuro.Practicar ejercicio supone un punto y aparte en el guion de sus vidas, borrón y cuenta nueva en su forma de entender el mundo.
Programas deportivos en la cárcel
En el centro penitenciario de Tenerife, con 800 internos (de ellos 70 son mujeres), estos cuentan con 2 entrenadores que les organizan planes deportivos personalizados a sus necesidades y evolución personal. Aunque los recursos destinados a la planificación de la preparación física de los internos como terapia de reinserción no ha dejado de evolucionar en los últimos 30 años, si se compara con los proyectos desarrollados por los psicólogos y trabajadores sociales, que suelen ser al alrededor de una docena en cada centro, se puede apreciar como todavía no se les otorga la misma legitimidad como motor de la reinserción a la terapia física como sí se hace a la psico-social.
Entre los deportes que los internos pueden desarrollar se encuentran programas de atletismo, yoga, baloncesto, fitness, CrossFit, y clases colectivas tipo Zumba. Además, para ciertos perfiles de internos que ya están cumpliendo la parte final de su condena también se preparan actividades físicas en el exterior con clases tan variadas como ciclismo, senderismo, participación en carreras populares, etc.
Las mujeres se adaptan mejor a este tipo de programas
De los 800 internos de la cárcel de Tenerife, solo 70 son mujeres. De esas 70, 30 participan en el programa de educación física, lo que muestra que en este caso porcentualmente las mujeres se prestan con mayor facilidad que los hombres a adherirse a este tipo de terapias. Si bien es cierto que en términos numéricos puros los hombres son mayoría, no llegan a un porcentaje tan alto de participación como el de sus compañeras.
¿De verdad ayuda en la reinserción?
Es muy difícil mostrar que el deporte tiene un papel determinante como guía para la reinserción, si bien existen casos de éxito de internos que han terminado después desarrollando su profesión en el ámbito deportivo, como muestra la historia del entrenador personal Juan Miguel Esteban que tras su salida de la cárcel incluso llegó a bajar de 3 horas en maratón, lo habitual es que éste sirva como terapia muy eficaz para cambiar el chip de los internos y centrarlos hacia enfoques alternativos de vida y hacer todo este proceso mucho más llevadero y feliz, pero para hablar de una salida sin retorno a la delincuencia hay otros factores sociales que influirán desgraciadamente de un modo mucho más determinante.
Para que la reinserción sea eficaz las condiciones que posibilitaron la entrada en la cárcel de estos internos, en su mayoría las condiciones de pobreza y marginalidad de su círculo personal, deberían desaparecer con medidas sociales que les posibilitara una profesión capaz de alejarlos de ese círculo vicioso de “no tengo medio de vida, por tanto delinquir es mi única salida", si esto ocurre es complicado que alguien quiera volver a una vida peor, y si esto ocurre tras haber usado una terapia física para desarrollar ese cambio, lo más seguro es que tampoco llegue a renunciar nunca al deporte en su nueva vida.
HISTORIAS DE PRIMERA MANO. Así ayuda el deporte en prisión
ANNE (34 años), el ejercicio ha sido su tabla de salvación
Anne, es una chica nigeriana de 34 años, cuando ingresó en el centro era la viva imagen de la desesperación producto de una vida desordenada y errática.
Estuvo algunos meses tirada en el patio, sin rumbo, con un grado de sobrepeso muy cercano a la obesidad. La imposibilidad de ver a sus hijos con regularidad le sumió en una profunda depresión.
Un día Anne se aburrió del patio y sacó fuerzas de flaqueza para participar en la clase de Aeróbic que David, el técnico deportivo, imparte todos los lunes y su vida comenzó a cambiar pues convirtió el deporte en su tabla de salvación.
Anne puso todo su empeño y energía para cambiar el rumbo de su vida, comenzó a cuidarse y a hacer ejercicio, con el paso de los días se veía más atractiva y se sentía mejor con ella misma.....en pocos meses adelgazó más de 30 kilos, experimentó un cambio espectacular.
Al principio participaba en sesiones de corta duración y baja intensidad, su cuerpo no daba para más, ahora Anne es un terremoto, entrena a diario, intensas sesiones codo con codo, incluso con los chicos de otros módulos, dándolo todo en cada uno de los entrenamientos.
En el horizonte vislumbra su inminente salida, ha cumplido con su parte y la lección está bien aprendida. En breve, con energías renovadas le espera un futuro esperanzador en compañía de sus hijos.
FAYNA (32 años), el deporte la ayudó a superar la depresión
Un encadenamiento de tristes acontecimientos personales y familiares acaecidos en muy poco tiempo, le lleva a escoger el camino equivocado, refugiándose en el alcohol, los fármacos y las drogas, una trampa de la que, tras un tiempo, se siente incapaz de salir y termina ingresando en el programa de prevención de suicidios de la prisión.
“Médico, psiquiatra, educadora, trabajadora social y técnicos deportivos de la prisión me marcan el camino. Comienzo a sentir la necesidad de practicar deporte a diario, me pongo guapa, subo de peso, moldeo mi figura, relajo mi mente, comienzo a quererme por primera vez, a descargar toda mi ira, me siento en paz conmigo misma, y me refugio en un amigo incondicional que se llama DEPORTE".
ESPERANZA (30 años), dijo adiós a la obesidad gracias al deporte
Conocí a Esperanza en el mes de septiembre de 2017 y a pesar de que le había sugerido que acudiera al gimnasio de forma regular, no terminaba de decidirse - “el ejercicio no es para mí" - se fatigaba por el simple hecho de llevar a cabo tareas de la vida diaria...subir la escalera del módulo, una ascensión al Everest sin oxígeno; atarse los cordones de los zapatos, un descenso a los infiernos. Esperanza 31 años, 159 cm, 98 kg, IMC 38,7, Obesidad tipo II según la clasificación de la OMS. Su estado físico era tan preocupante que residía en el módulo de enfermería del centro, pues la obesidad era la causante de otras patologías más graves como hipertensión y diabetes entre otras muchas.
Dos horas de ejercicio intenso de lunes a viernes le pusieron contra las cuerdas en las primeras semanas, pero no desfalleció y poco a poco fue aumentando sus niveles de fuerza y resistencia y aunque los cambios en su cuerpo no llegaron rápidamente, ella se sentía cada día con más ganas y motivación. Hoy Esperanza sigue en enfermería, pero con veinte kilos menos y un papel muy distinto, ya no reside como paciente, ahora trabaja en ese departamento ayudando a los médicos a pasar las consultas y a los enfermos con sus tareas diarias
JORGE (46 años), rehabilitación física en prisión
El primer día que Jorge acudió al polideportivo lo hizo en silla de ruedas pues no podía caminar. Una fatal caída dentro de la prisión le provocó la fractura de los brazos y las piernas y durante mucho tiempo Jorge estuvo sumido en una gran depresión pasando día tras día entre las cuatro paredes de su reducida celda.
Un día Jorge se armó de valor y aunque no sabíamos muy bien por dónde empezar con él, pues su movilidad era nula, lo cierto es que el simple desplazamiento de su celda al polideportivo fue determinante para que comenzara a salir de su estado depresivo.
Con mucha paciencia Jorge comenzó a realizar ejercicios de estiramientos y movilidad articular, pasado un tiempo, a medida que le fueron quitando las escayolas, comenzó a pedalear en la bicicleta estática y a realizar ejercicios de fuerza con mancuernas de poco peso y su evolución fue muy rápida dándole el alta en la enfermería en un tiempo récord. Hoy Jorge sigue viniendo a las instalaciones deportivas del centro, aunque con menos asiduidad que antes pues compagina el gimnasio con actividades y talleres que dan equilibrio a su mente, le mantienen con una actitud positiva y le aportan fuerzas para seguir luchando por su libertad.
DAVID (46 años), con un nuevo proyecto de futuro en el que su familia ocupa un lugar preferente
David lleva más de cuatro años en prisión, es un hombre bien parecido, mide 177 cm y pesa 67 kg, respetuoso, está en forma, pues hace deporte a diario, así que cuando le conocí, no entendía por qué estaba residiendo en uno de los peores módulos de la prisión, y creo que él tampoco.
Según me cuenta, en la calle, el consumo de cocaína se llevó parte de su existencia, le hizo abandonar a su familia y a perder todas sus amistades y que aunque aún le queda una buena parte de su condena por cumplir, tiene la lección bien aprendida, asume sus errores.
Su determinación hacía la práctica diaria de ejercicio le ha dado lucidez y el equilibrio necesario para intentar convencer al equipo de tratamiento de que merece una oportunidad, que tiene un proyecto de futuro en el que su familia ocupa un lugar preferente.
De momento va por buen camino, los responsables del centro le han cambiado a un módulo más amable y ocupa un destino de responsabilidad en la biblioteca de la prisión.
LUCRECIA (32 años), la mejor válvula de salida
Hace un par de meses le comenté a Lucrecia la posibilidad de participar en un artículo de la revista Sport Life y le pedí que me escribiera sus impresiones sobre el papel que ha jugado el ejercicio físico durante su estancia en prisión y creo que, en este caso, lo mejor es que os lo transcriba de forma literal, dado el gran valor del testimonio:
“Me llamo Lucrecia, por rebelde o caprichosa cometí un error que me cambió la vida. Entré en prisión en el 2015, sentí que el mundo se me cayó encima, sin ganas de nada, sola, con mi familia muy lejos, triste y avergonzada, con el dolor de sentir que abandoné a mis hijos, me tiré al patio a pensar en todo lo negativo y a comer y comer… Al principio no quería saber nada del deporte, tenía la autoestima tan baja que me dejé llevar, miraba lo que había hecho conmigo y vergüenza me daba y cada mes que pasaba, pesaba más de la cuenta, y así seguí engordando más de 20 kilos en poco tiempo. Solo por hacer el número entraba de vez en cuando a hacer deporte, pero sin ganas, con el tiempo probé a ir más seguido y poner un poco de empeño y fue ahí cuando haciendo deporte, concentrada, y escuchando a los monitores cuando me animaban, me olvidaba de donde estaba. Empecé a notar que mi cuerpo cambiaba y me sentía mucho mejor, mi mente salía más despejada al terminar cada clase. Decidí olvidar el encierro y todo lo que me rodeaba, ahora peso 68 kg, ya no tengo vergüenza de mirarme, gracias a las clases que dan los monitores y el apoyo que nos brindan, mi forma de pensar y ver las cosas hoy es muy diferente a cuando llegué. Antes veía el deporte como una diversión o un hobby y hoy lo veo como una terapia, una salida."
SAMUEL (45 años), deporte para esquivar la frustración
Al igual que con Lucrecia, Samuel nos cuenta una historia que no merece ser ni resumida, ni cercenada en ninguno de sus puntos, así que os la traslado de forma literal:
“Imagino que mi historia comienza igual que la de muchos compañeros que estamos aquí dentro por un error cometido, dejando atrás una mujer preciosa y dos hijos maravillosos. Acostumbrado a salir en bici cinco o seis días por semana con mi club de ciclismo “Eslabón", de repente me veo dentro de un módulo de la prisión sin nada mejor que hacer que escuchar a mis compañeros lamentarse. Me derrumbo, estoy ansioso de manera permanente y cuando me doy cuenta, en un par de meses he engordado doce kilos. No puedo seguir así, la situación es la que es y tengo que aceptarla. Busco salir del módulo y ocupar la mente, comienzo a salir al polideportivo y me apunto a la actividad de atletismo, son tres horas semanales, no me parece mucho. Qué sorpresa la mía pues cuando iba en bici decía “correr es de cobardes" jajaja y ahora espero con entusiasmo la llamada de Don Fernando para salir. Para mí son tres horas en las que la mente está libre, mientras corro no pienso en nada más y me ayuda a salir de la rutina diaria. He conocido a nuevos reclusos y de cada uno se aprende algo. He vuelto a mi peso normal, la ansiedad no ha desaparecido del todo pero ha mejorado bastante y he vuelto a dormir toda la noche."
LAURA (46 años), nunca falla a su actividad de atletismo
“Hola, me llamo Laura, yo soy transexual" de este modo comienza la reflexión de Laura sobre el papel que ha jugado la actividad física durante su estancia en prisión. Laura es una mujer de una personalidad arrolladora, a la que seis años de reclusión en módulos de hombres no le han restado ni un ápice de su espontaneidad. Laura nos cuenta que durante su primera etapa en prisión los demás reclusos siempre la respetaron y nunca fue rechazada por su condición trans, y que no puede decir lo mismo en el periodo en que estuvo al otro lado de los muros, paradojas de la vida.
Actualmente reside en el módulo de mujeres, que es donde le corresponde, pues ha tenido la suerte de cumplir su sueño dorado, ha pasado de sentirse mujer a SER MUJER.
Laura acude tres días en semana a la actividad de atletismo, no destaca por sus ganas, tampoco por su implicación, pero nunca falla, siempre está ahí, de buen rollo, con un chiste, una sonrisa, su presencia se hace notar y el grupo lo agradece.
HELMER (38 años), el baloncesto y el atletismo le mantienen con la mente despejada
Las apariencias engañan, con esta frase resumiría el paso de Helmer por las actividades deportivas del centro...me explico.
Helmer es un chico de rasgos muy marcados, mirada penetrante y corte de pelo radical con el que hasta hace unos meses solo cruzaba miradas en los viales de la prisión.
Pues bien, este tipo con apariencia de malote, kie, como se dice en el lenguaje carcelario, un buen día decide integrarse en la actividad de baloncesto de los martes por la tarde, aunque por la forma de moverse por la cancha, creo que no ha jugado mucho a esto, pero ganas no le faltan... y es aquí donde comienzo a conocerle realmente.
Detrás de esa falsa apariencia se esconde un chico muy motivado, con muchas ganas de aprender, educado, discreto y agradecido al que en más de una ocasión hay que frenar pues tiende a pasarse de rosca con el ejercicio.
Compatibiliza las actividades deportivas con los estudios de la ESO que cursa en el centro, con la firme intención de terminar antes de que finalice su condena. Mientras ese día llega, baloncesto y atletismo le mantienen con la mente despejada y el punto de mira bien ajustado.
LUIS (51 años), el deporte le ayuda a apartarse del alcohol
Corría el año 2012 cuando Luis regentaba un bar restaurante en San Juan de la Rambla, en Tenerife, un negocio que le absorbía por completo, con horario de apertura, pero no de cierre. Comía y bebía a demanda sin fijarse en cómo, cuándo, ni cuanto, lo que le llevó a engordar de manera desmesurada. Ese año, decidió acabar con su obesidad y se sometió a una cirugía de bypass gástrico. Un día, al salir de trabajar, quedó con sus amigos para tomarse un par de vinos, como de costumbre, y aunque ya había caído en la cuenta de que los efectos del alcohol eran mucho más intensos después de someterse a la operación, Luis no quería renunciar a ese placer. De regreso a casa, pierde el control de su coche chocando frontalmente con otro vehículo. Tras tres meses en estado de coma, vuelve a la vida pero con su cuerpo hecho trizas. Entre quirófanos y centros de rehabilitación pasa tres años intentando recomponerse pero hay secuelas que las tendrá de por vida. Tras cinco años pleiteando para intentar evitar la prisión, Luis ingresa en el centro penitenciario de Tenerife en el año 2017 por los daños a terceros causados tras el accidente. Aunque no había pisado un gimnasio en su vida, tiene muy claro que es lo que tiene que hacer, por una parte, asumir su culpa e integrarse en el programa de Alcohólicos Anónimos que se imparte en la cárcel y por otra mantener su cuerpo en las mejores condiciones posibles, acudiendo cada mañana al polideportivo, dejando a un lado su minusvalía. Luis es una persona muy fuerte mentalmente, a veces se ríe de su propia desgracia, y recuerda la célebre frase de Stevie Wonder; “Si bebes, no condussscas".
CARMENCITA (53 años), sus sesiones en el gimnasio le han devuelto la seguridad en sí misma
A Carmencita, no le gusta que le llamen Carmen. Es una “niña" Venezolana de 53 años muy activa y habladora. Nos cuenta que sus primeros días fueron difíciles de digerir por la angustia que le provocaba haber caído presa debido al engaño de un ser querido. Pronto se integra en la actividad deportiva y poco a poco comienza a normalizar su vida en prisión aunque no es capaz de quitarse la traición de la cabeza. Desavenencias en el módulo con otras reclusas cambian de raíz su actitud alegre y dicharachera, hasta que un día, tras ser agredida brutalmente por otra reclusa, solicita cambiar su residencia al módulo de enfermería. Adaptarse a la nueva dinámica del módulo no fue algo fácil, pero Carmencita ha sido capaz de remontar el vuelo, y tras un periodo lleno de miedos e incertidumbre, la constancia en sus sesiones matinales en el gimnasio le han devuelto la seguridad en ella misma y ya comienza a ver el futuro con un poco más de optimismo.
JOSE MANUEL (48 AÑOS), el ejercicio le ayuda a seguir luchando para demostrar su versión de los hechos
José Manuel conoce de primera mano los conceptos de pobreza, marginalidad y ausencia de recursos. En su etapa profesional en la República del Congo aprendió a valorar muchos aspectos de nuestra vida, que a veces, por ser tan cotidianos, nos pasan desapercibidos. Habla de su trabajo con orgullo -instalar la red eléctrica en muchos suburbios de Libreville, capital del Congo– pues mejoró las condiciones de vida de muchas personas que carecían de lo más básico. Una fatal caída desde un poste eléctrico le deja con su cadera maltrecha y con muy pocas expectativas de mejorar. A partir de entonces, aconsejado por los traumatólogos, hace dieta estricta y ejercicio moderado, para que su lesión no involucione, camina a diario, sale de pesca con su hijo, se compra una autocaravana para no anquilosarse en el sofá, se convierte en un hombre “Sport Life". Las circunstancias que le llevan a prisión no están muy claras, según nos cuenta, en una de sus excursiones con la autocaravana es secuestrado por un grupo de delincuentes armados que le retienen durante horas y le exigen a punta de pistola que transporte varios paquetes muy voluminosos en su vehículo…unas horas más tarde José Manuel es detenido e ingresa en prisión preventiva. Tras el shock de los primeros días, José Manuel ha vuelto a sus rutinas, la de la dieta se la salta a menudo, aquí no hay mucho donde elegir, pero el ejercicio lo mantiene a rajatabla, no tanto por su cadera, sino porque le ayuda a seguir luchando para demostrar a la justicia que su versión de los hechos responde a la verdad.
SCARLETTE (18 AÑOS), el boxeo le ayuda a descargar sus tensiones
Como cada miércoles acudo al módulo de mujeres para comenzar el día haciendo un poco de ejercicio, hoy no tengo mucha “clientela", la terrible humedad que reina dentro del enclave de la prisión no solo penetra en las celdas, también en tus huesos y aunque te abrigues con tres mantas, el frio permanece y acabas resfriado un día sí y otro también.
No es un día cualquiera, tras 27 años en el oficio, creo haber perdido la capacidad de asombro pero la mañana me reserva una sorpresa.
“Hola, soy nueva, me llamo Scarlette", ante mí una jovencísima chilena de 18 años, que aparenta 13, es la última de las incorporaciones al grupo, desconsolada, no deja de hacer pucheros mientras pedalea en la bicicleta estática.
No destaca por ser muy habladora, pero en las últimas semanas se ha soltado un poco, las compañeras se han portado muy bien con ella, han sido el colchón que ha amortiguado su caída y eso le ha dado serenidad y confianza.
Nos cuenta que es la mayor de siete hermanos, que sus padres están en prisión desde no recuerda cuándo y nos confiesa, avergonzada, que vive del hurto desde que tiene uso de razón.
Su periplo por Europa se inicia en 2017 cuando llega a Italia sola sin recursos y con la idea de seguir con el mismo modo de ganarse la vida, el destino le trae a Tenerife donde en poco tiempo es detenida y trasladada a un centro de internamiento de extranjería para ser deportada, pero un juez determina su ingreso en prisión.
Mientras se decide su incierto destino, Scarlette lanza sus frágiles brazos contra el saco de boxeo, descargando toda su ira, sabe que se ha pasado la vida al margen de la ley, pero es que nunca nadie le ha enseñado un camino alternativo.