Pierre Fredy de Coubertin nació en París un 1 de enero de 1863. Solamente viendo el día de su nacimiento era fácil intuir que aquel niño estaba destinado a dar comienzo a algo grande. Crecido en el seno de una familia aristocrática, el infante hecho joven dedicó largos años al estudio, concentrándose en pedagogía y la historia además de cursar la licenciatura de Derecho y Asuntos Públicos en el Instituto de Estudios Políticos de la capital francesa. Fue precisamente en aquellas aulas de contenido jurídico donde encontró una pasión que le acompañaría toda la vida, dotar al deporte de un sustento legal y un programa propio de enseñanza. Así, impulsó la creación de sociedades atléticas en los institutos de Francia, fundó la revista Revue Athlétique y negoció con el Estado para que el deporte formara parte de las prioridades nacionales en materia de educación.
El desarrollo físico e intelectual deben ir de la mano en todas las escuelas
En sus estancias en Inglaterra y Estados Únicos conoció otras formas de entender la actividad física, adentrándose en la teoría de la búsqueda del beneficio espiritual a través del ejercicio. El mens sana in corpore sano de las sátiras romanas alcanzaba una nueva dimensión. La importancia del deporte en la educación llegó a obsesionar a Coubertin. Echando la vista atrás en la Historia, el pedagogo descubrió en la Antigua Grecia un modelo de educación y busco la forma de adaptar el modelo de los gymnasium atenienses a la nueva era. El desarrollo físico e intelectual debían ir de la mano en todas las escuelas del orbe para preparar a los individuos ante las adversidades. El deporte se erigía como una actividad democrática que cualquiera podía practicar y alcanzar a través de ésta el éxito personal.
Coubertin soñó con reeditar los juegos de la antigüedad y reunir en un único escenario a atletas de los cinco continentes, y su sueño se cumplió.
Así, Coubertin soñó con reeditar los juegos de la antigüedad y reunir en un único escenario a atletas de los cinco continentes. Tras años de esfuerzos diplomáticos, el 26 de junio de 1894 se instauran los Juegos Olímpicos modernos en el Congreso Internacional de Educación Física de París. Pese a las reticencias iniciales de ingleses y alemanes, el príncipe heredero de Grecia convence al Kaiser y a la corona británica para que no boicotearan el evento. Un millonario griego hizo el resto financiando las obras del nuevo estadio de Atenas. En 1896 se celebrarían los Juegos de la I Olimpiada. En 1908, en base a las instrucciones de Coubertin vio la luz la Carta Olímpica, documento estatutario que establece los principios fundamentales del Olimpismo. En 1903 creó los aros olímpicos como símbolo de unión de los pueblos. Coubertin asumió la presidencia del Comité Organizador, COI, e impulsó nuevas ediciones y sumó deportes hasta conseguir celebrar los Juegos en su hogar, París. Fue hace un siglo, en 1924.
El barón de Coubertin falleció en Ginebra el 2 de septiembre de 1937 tras una controvertida relación con el régimen nazi durante la preparación de los Juegos de Berlín del año anterior. Pese a mostrar desde las primeras ediciones su preferencia por competiciones exclusivamente masculinas, el movimiento olímpico supo separarse de esa idea y extenderse a las deportistas. Su lema Citius, Altius, Fortius, nunca debe dejar a nadie fuera. El propio COI otorga como máximo honor del deporte la medalla Pierre de Coubertin a aquellos atletas que demuestren el mayor espíritu deportivo en los Juegos Olímpicos.