Hoy alucionado realmente cuando he comprobado que era verdad que había gente vendiendo en wallapop su medalla de finisher del Maratón de Valencia. Vaya por delante mi felicitación a toda la gente de la Fundación Trinidad Alfonso y del club Correcaminos por su espectacular organización de la prueba. Sin duda alguna, es el maratón de referencia en España y se consolida como uno de los más grandes, a todos los niveles, en Europa y en el mundo, El legado que se va a dejar a Valencia como ciudad del running es realmente impagable y una demostración como no hay otra de que invertir en deporte es muy rentable.
Dicho esto, vuelvo al tema que me ha llevado a hacer esta entrada en mi blog. Puedo llevar a entender las razones que lleva a alguien a vender la medalla que ha peleado durante los 42'195 km, al fin y al cabo cada uno le da el valor que quiere. Yo he corrido 30 maratones y no guardo las medallas de todos, lo que si guardo en la memoria es lo vivido durante el camino. Además, hay que tener en cuenta que desconocemos la situación económica de cada uno y las necesidades que pueda tener a corto plazo.
Lo que no entiendo de ninguna manera es que alguien vaya a comprar una medalla que sin haberte entregado durante la prueba no tiene más siginificado que la hojalata, por muy bonita y grande que sea, por mucho que pese. La medalla de finisher vale el sudor que te haya costado. Ni más ni menos. Y si algo me gusta de esta medalla es que deja impreso ese eslogan de la Fundación Trinidad Alfonso que no está de moda en la sociedad de hoy pero con el que yo no puedo estar más de acuerdo; cultura del esfuerzo.
Y esto que decimos de la medalla de finisher comprada, vale para aquellos que cruzan la línea de meta (que siguen siendo muchos, demasiados) sin hacer completado todo el recorrido (y que luego recogen en meta la medalla). Yo entiendo que salgas a acompañar a alguien, pero luego no entras en meta o si lo haces rechazas la medalla, De otra forma, le estás quitando valor a los que realmente ese día si han sido maratonianos.