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Con ciertos límites y restricciones volvemos a un escenario similar al que abandonamos aquel -todavía cercano- 14 de marzo, pero con un “máster" en distanciamiento, desinfección y habiendo enriquecido nuestro vocabulario en términos médicos y científicos.
El virus: uno más de la familia
Es un hecho que el coronavirus causante de la pandemia del COVID-19 sigue presente en nuestras vidas y que, si no extremamos las precauciones al máximo, podrá volver a causarnos graves alteraciones en el devenir diario de nuestra actividad social. Y es importante que sepamos asumir esta responsabilidad y transferirla a nuestro comportamiento, porque ahora lo tenemos en nuestras manos.
Si dependiese de los epidemiólogos seguiríamos encerrados 90 días más en nuestras casas (se ha mostrado como una medida muy efectiva), si fueran los economistas quienes tomasen la decisión preferirían contagios masivos para obtener la pretendida “inmunidad de rebaño", si la decisión la debieran tomar los ecologistas radicales, destruirían las torres de telefonía móvil, los cultivos extensivos y las prendas de poliester… cada colectivo ha pretendido “evangelizar" desde el principio esta pandemia, acercando el mensaje difundido hacia sus propios postulados, pero la realidad es bien distinta: aunque todos somos conscientes de que muchas cosas deberían cambiar a medio y largo plazo, para volver a recuperar un ritmo elemental, debemos acomodar nuestra actuación a unas normas temporales que permitan evolucionar hacia un estado de normalidad total.
Distancia, contacto y barreras
Si tuviéramos que resumir, de la manera más esquemática posible, el comportamiento a seguir a partir de ahora estaría siempre circunscrito a estos tres puntos. El colectivo de los deportistas, al que nos dirigimos desde estas páginas, tiene además la responsabilidad de servir de espejo al resto de la sociedad ya que, a los valores de esfuerzo, superación y perseverancia que nos representan, debemos unir la imagen de responsabilidad que deberían encontrar en nuestro comportamiento.
Distanciamiento y actividades sociales parecen términos contrapuestos, de manera especial para los colectivos que presumen de carácter latino, donde el contacto y la cercanía son atributos característicos, pero es necesario realizar algunos ajustes para poder compatibilizar las actividades en grupo con el mantenimiento de unos límites de seguridad esenciales.
Como solución intermedia se necesita el uso de barreras (mascarillas, mamparas, pantallas…) para garantizar que la propagación del virus quede controlada y, en previsión de posibles contaminaciones indeseadas, la desinfección de manos, prendas y todo tipo de utensilios seguirá siendo una actividad cotidiana durante los próximos meses.
Nuevo comportamiento para nueva normalidad
Vamos a repasar los capítulos esenciales de la nueva manera de movernos y actuar en el entorno social tanto para garantizar nuestra seguridad, como la de las personas con las que convivimos. Aunque ya se ha repetido hasta la saciedad hay tres factores que continúan invariables:
- La mascarilla es el método más sencillo y eficaz para evitar la propagación del virus por las personas contagiadas.
- Manteniendo una distancia mínima de 1,5 metros con otras personas se reduce al máximo las posibilidades de contagio.
- Lavándonos las manos y desinfectando los objetos con los que entremos en contacto desactivamos la capacidad transmisora del SARS CoV2.
¿El número importa?
Sí. No es lo mismo relacionarse a poca distancia con dos personas que con diez.
Además de multiplicar, de manera exponencial, la posibilidad que alguno de nuestros interlocutores pueda ser portador del coronavirus, en grupos numerosos se pueden dar las condiciones ideales para que se formen los temidos aerosoles (masas de aire contaminadas) en los que pueden circular virus a una distancia superior a los 1,5 metros.
¿Hablar con desconocidos?
Si ya es difícil certificar que nuestros familiares o amigos más cercanos no sean portadores del virus, al tratarse de relacionarnos con personas ajenas a nuestro círculo el riesgo se multiplica de manera superlativa. Una de las principales características del SARS CoV2 es que, a la mayoría de las personas que han resultado contagiadas, no se le presenta ningún síntoma o, si lo hace, son muy leves, con lo cual no nos sirve que alguien nos intente infundir tranquilidad porque “se siente bien". La respuesta inmunológica frente a este coronavirus es todavía indeterminada y lo que para algunos sólo supone molestias pasajeras, para otros puede terminar en el aislamiento hospitalario.
¿Fuera o dentro?
Muchas de las actividades sociales que debemos afrontar se realizan en espacios cerrados pero, si podemos elegir, (un restaurante, por ejemplo) es mejor reunirnos en espacios abiertos (terraza). En lugares confinados debería existir siempre una ventilación continua, con intercambio de aire del exterior y en caso de depender de climatización de circuito cerrado deberíamos tener la certeza de que existen filtros de partículas con capacidad para desactivar la capacidad infecciosa del virus.
¿El tiempo es importante?
Cuanto más tiempo pasamos en proximidad con otras personas que pueden estar infectadas, mayor es nuestro riesgo de contagiarnos. Es pura estadística y aquí los números no fallan, por lo que evitaremos permanecer más tiempo del imprescindible frente a personas desconocidas o en ambientes con asepsia dudosa.
¿Contacto con tacto?
Cuando resulta inevitable permanecer en lugares donde no es posible mantener una distancia de seguridad (transportes colectivos, calles concurridas, comercios…) juega un papel muy importante el utilizar la mascarilla, de la manera correcta, y extremar las precauciones de contacto.
Al término de ese momento, aprovecharemos para lavarnos las manos, habiendo evitado previamente tocarnos la cara o manipular la mascarilla.
¿Lo del tabaco es una paranoia?
Ya está demostrado, con datos científicos, que tanto en el humo del tabaco, como en el vapor de los cigarrillos electrónicos, puede haber una cantidad importante de virus en suspensión de esas masas de aire caliente (gotitas de Flügge) procedentes de la exhalación que haya podido realizar un fumador. Por lo tanto evitaremos la proximidad con personas fumadoras aunque sea en lugares abiertos.
¿Y ese remedio milagroso…?
Aunque pueda sonar reiterativo y tedioso, no existe mejor prevención para evitar el contagio que los tres puntos ya tratados: distancia, mascarillas y desinfección. Ignora las fórmulas empíricas que puedas recibir por las redes sociales o los trucos magistrales del “cuñao": si todos actuásemos teniendo en cuenta estas tres premisas, el regreso a la normalidad sería mucho más rápido y carente de nuevos rebrotes.
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