Durante millones de años la noche ha sido oscura, como mucho se veía interrumpida algunos días al mes por la tenue luz de la Luna. Todos los relojes biológicos, además de luz durante el día, necesitan el contrapunto de la oscuridad durante la noche para funcionar correctamente.
Las pantallas de los dispositivos electrónicos, que usamos habitualmente antes de dormir, inciden negativamente en nuestros ritmos biológicos y el sueño a través de tres mecanismos:
- La luz que emiten engaña al reloj biológico (especialmente cuando esta es rica en espectro azulado) informándole de que aún es de día y no ha llegado el momento de dormir;.
- Inhiben la melatonina, la hormona de la oscuridad, que entre otras muchas funciones nos ayuda a dormir y a reparar nuestro cuerpo.
- Activan la mente, que necesita de un periodo de una o dos horas de desconexión y apaciguamiento antes de abrir la puerta al sueño.