Cada día se está reduciendo el desayuno a comida veloz en la que ni nos sentamos para salir de casa volando tras apenas haber dado a nuestro cuerpo aporte energético. Tenemos que tener en cuenta que al despertar venimos de 8 horas de ayuno y en este momento del día nuestro cuerpo está muy receptivo y necesitado de nutrientes. Es el momento ideal para aportar gran cantidad de energía sin riesgo de un excedente que pase a formar grasa de reserva.
Entre tomar un café con bollería y prepararse un desayuno completo la diferencia es de apenas 15 minutos. Y ese cuarto de hora es la diferencia entre tener un día sin energía o poder afrontarlo a pleno rendimiento.
El desayuno debe ser alto en hidratos de carbono ya que va a ser el nutriente que nos proporcione energía para nuestros músculos y cerebro. Necesitamos esa glucosa para ponernos a funcionar. En todo buen desayuno aparecer los siguientes grupos de alimentos:
- Cereales, a poder ser posible, integrales. Evita los azucarados o chocolateados. Los mejores son el muesli y los copos de avena.
- Algo de frutos secos. Te aportan las grasas más saludables. Los podemos poner, por ejemplo, en el yogur o encontrarlos junto a los cereales o los panes de desayuno.
- Incluir al menos un producto lácteo: leche, requesón, yogur…
- Pan integral o de centeno con mermelada y queso descremado
- Algún alimento proteico: jamón de york, atún, huevos… Un batido de proteínas también puede ser un buen recurso.
- Una pieza de fruta natural
Si os fijáis no incluyo la mantequilla, el bacón, los néctares de fruta, los churros con chocolate o los bollos. Estos alimentos son ricos en ácidos grasos saturados o azúcares refinados, lo que nos supondrá un exceso de calorías y lógicamente la formación de tejido graso, además de otras desventajas como digestiones más difíciles y elevaciones bruscas de la glucosa sanguínea.