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Desde las primeras alarmas de la pandemia provocada por el virus SARS-CoV2 se ha desatado un miedo, a veces injustificado, por mantener al máximo la asepsia tanto en los objetos cotidianos de nuestro hogar, como en los utensilios personales, recurriendo a veces al uso de productos limpiadores que, además de conseguir neutralizar la capacidad infecciosa del virus, podían contaminar también el ambiente doméstico o las propias superficies higienizadas, con restos de compuestos químicos poco recomendables para nuestra salud y para el medio ambiente.
Seguros pero poco recomendables
Sin querer criminalizar algunos productos incluidos en la formulación de los limpiadores más utilizados (entre otras cuestiones por que han pasado los controles legales que homologan su seguridad en el uso doméstico), una buena parte de la población muestra cierta hipersensibilidad (o alergias y reacciones patológicas) frente a compuestos como los ftalatos (derivados de las naftas), el percloroetileno (disolvente PERC), el triclosán (tricloro-hidroxidifenil), amonio (QAC) o derivados del 2-butoxietanol (muy contaminante), por lo que es mejor intentar evitar el exceso de su utilización.
La base de la limpieza
No todo lo que huele muy fuerte o genera una reacción “caustica" sobre una superficie es necesariamente lo que más desinfecta. Utilizar lejía, amoniaco o diferentes disolventes nos puede aportar una sensación de tranquilidad, pero no siempre es necesario provocar toda esa suerte de reacciones para higienizar adecuadamente nuestro hogar y los objetos que más utilizamos.
Haciendo una referencia circular al virus que provoca el COVID-19, insistimos (una vez más) en que está compuesto por una proteína envuelta por una membrana grasa (lipoproteína): tan solo empleando una solución jabonosa conseguimos disolver esa membrana y desactivar la capacidad de contagiar del virus.
Otros agentes limpiadores, como la lejía, el alcohol o el amoniaco, atacan directamente a la propia proteína del coronavirus, pero requieren de un cierto rigor en su aplicación para que sean efectivos (concentración alta, disolución en sustancias neutras, tiempo de aplicación…), por lo que sigue siendo más recomendable emplear jabón para asegurarnos una limpieza perfecta.
Daños colaterales
Aunque las autoridades sanitarias, muchas veces movidas por la propia industria que fabrica los limpiadores, aseguran un alto grado de inocuidad en su utilización, hay estudios suficientes (Environmental Working Group-EWG) como para verificar que la exposición habitual a muchos de los compuestos incluidos en los limpiadores comerciales pueden causar daños en las vías respiratorias o en la piel de algunas personas.
Te damos a continuación algunos consejos para que elabores tus propios productos limpiadores, pero también puedes recurrir a los denominados “Ecocert" (elaborados con materias primas renovables) que se comercializan como "Detergentes Naturales fabricados con Ingredientes Ecológicos".
Unas fórmulas elementales
Para fregar suelos de cerámica o madera
- 5 gotas de aceite de lavanda
- 10 gotas de aceite de limón
- 100 cc de vinagre blanco
- 4 litros de agua
Para un pulverizador (spray)
- 400 cc de agua
- 100 cc de vinagre blanco
- 100 g de bicarbonato sódico
- 25 g de jabón neutro rallado (de una pastilla)
Limpiador general para todo tipo de superficies (menos mármol o piedra)
- 400 cc de agua
- 100 cc de vinagre blanco
- 25 g de jabón neutro rallado (de una pastilla)
- 5 gotas de aceite de romero
- 10 gotas de aceite de limón
PROPIEDADES:
Aceites esenciales: antisépticos y aromatizantes.
Vinagre: fungicida, anti-calcáreo y blanqueante.
Bicarbonato: bactericida, anti-moho y anti-olores.
Y aún hay más
También puedes emplear alcohol o agua oxigenada. En el primer caso mezclaremos 175 cc de alcohol con 75 de agua, de manera que logremos una disolución que tenga al menos un 70% de concentración alcohólica. El agua oxigenada se puede utilizar disolviendo una cucharada sopera de este producto desinfectante en 100 cc de agua y aplicando la mezcla en forma de spray.
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