Entre los días 16 y 19 de julio de 2005, un devastador incendio arrasó 13000 hectáreas de bosque, parte de ellas pertenecientes al Parque Natural del Alto Tajo. El conocido como Incendio de Guadalajara fue también una catástrofe humana, porque 11 personas perdieron la vida mientras luchaban contra el fuego.
Hace un tiempo, mi amigo Jordi me comentó que tenía que participar algún año en una ruta BTT que hacían por los alrededores de su pueblo, Santa María del Espino, en Guadalajara. Comenzamos a hablar y me contó con detalle el porqué de la marcha.
Desde hace doce años, la Coordinadora Vecinal QUEREMOS FUTURO, recorre la comarca y pueblos afectados por aquel fatídico incendio como homenaje y recuerdo a todo lo que se sufrió durante y después. No lo dudé, hice una cruz en el calendario marcando el 20 de agosto y comencé a pensar en la importancia que tiene tener un motivo a la hora de comprometerte con algo.
Llegó el día y cargué mi bici para dirigirme a Olmeda de Cobeta, a unos 190 km de Madrid. Ya desde el coche comencé a ver lugares espectaculares a los que jamás habría llegado de no ser por la invitación a la ruta. Unas 60 personas, vecinos de la zona de todas las edades, preparaban sus bicis y se enfundaban una camiseta amarilla que rezaba “QUEREMOS FUTURO".
Mi amigo Jordi comenzó a presentarme a todos los que íbamos a conformar aquel pelotón y entre ellos estaba Pedro, alma máter del recorrido y el motor de que todo suceda. El ambiente, fantástico, y en nuestras mochilas bocadillo para comer durante el trayecto. Hubo tiempo para conocer historia, narrada por algunos participantes de la zona.
Primera parada, bicis al suelo y a caminar un rato hasta llegar al Castillo de Alpetea que nos dejaba unas vistas impresionantes y desde dónde se puede ver la magnitud del Alto Tajo. Incluso pudimos ver chozones sabineros, yo no los había visto nunca, refugios de pastores que servían y sirven para proteger al ganado del clima y de otros animales.
Están construidos en piedra caliza y con madera de sabina, a los más pequeños les encantó adentrarse en ellos. La ruta se convierte en un viaje saludable, cultural y emotivo. La acogida de los habitantes, de los pueblos por los que pasábamos, era calurosa…también lo era el día.
El avituallamiento en la Ermita de la Virgen de Montesinos, un lugar para disfrutar del silencio y de la tranquilidad que únicamente rompe el sonido del agua al estrellarse con las rocas. La ruta llegaba a su fin, tras 34 kilómetros, en Torremocha del Pinar.
Todo el pueblo y familiares de los participantes nos esperaban para recibirnos con aplausos, gritos de ánimo y seguro que con emoción, por el significado de todo.
Una marcha que sirve para unir habitantes de las distintas zonas afectadas, para decir al mundo que esos pueblos siguen llenos de vida, de belleza y sobre todo para homenajear a los que dejaron su vida luchando por la naturaleza.
No os desprendáis nunca de vuestras camisetas amarillas porque sois líderes de una de las rutas más bellas y cargada de sentido que conozco. Gracias por vuestra invitación y animo a todos los lectores a participar el próximo año.