En bañeras
La técnica de las bañeras es más similar a la de pista de lo que en principio puede parecer. La mayor diferencia es que, en los baches, debido a las ondulaciones y al surco que se forma entre ellas, esquiamos en tres dimensiones y no sólo en dos como en pista plana.
Tendremos que adaptarnos a un terreno irregular y la principal dificultad será mantener una buena posición y recuperarnos cuando la hayamos perdido. Para ello lo mejor es concentrarnos en la clavada del bastón: si llegamos con el bastón a la bañera antes de que con los esquís tendremos la mitad del trabajo hecho, ya que el bastón nos mantendrá anticipados y con una actitud hacia delante.
Por eso es tan importante llevar las dos manos muy avanzadas y en continuo movimiento: en las bañeras todo ocurre tan rápido que, si nos dejamos una mano olvidada, no nos dará tiempo a clavar el bastón justo a tiempo y, seguramente, debido al impacto de los esquís contra el bache, nos quedaremos retrasados saliéndonos de la línea.
En hielo
En el hielo es donde más se nota si estamos esquiando correctamente o no. Cualquier problema de posición, leve rotación, inclinación excesiva o falta de sensibilidad hará que no conduzcamos bien sobre la dura superficie. Por consiguiente, para esquiar bien en el hielo lo principal es contar con una sólida técnica de base. Pero no hay que preocuparse: hasta con la facilísima cuña, si está bien ejecutada, se puede esquiar en el hielo.
El problema fundamental es aceptar que la nieve dura, sencillamente, resbala más. Tenemos que asumir que, al igual que una excelente nieve en polvo patina más que el salón de nuestra casa, el hielo, a su vez, resbala más que la fácil y agradecida nieve en polvo. Con este sencillo planteamiento, quizás, nos inquietará menos la nieve dura y podremos concentrarnos mejor en lo que hacemos con los esquís cuando deslizamos sobre ella.
En nieve virgen
En la nieve virgen los esquís se hunden y deslizan peor. Por ello, al igual que con el hielo, tendremos que asumir que las sensaciones en los pies serán algo diferentes.
Si nos empeñamos en girar demasiado pronto los esquís encontrarán excesiva resistencia y gastaremos mucha energía, seguramente nos desequilibraremos y tendremos la sensación subjetiva de que no podemos girar.
Hay que ser pacientes desde el inicio de la curva y dejar a los esquís que hagan su trabajo progresivamente. Cojamos cierta velocidad para favorecer el deslizamiento e iniciar la vuelta. Dibujemos la curva con los pies tratando de sentir qué pasa allá abajo, entre nuestros esquís y la nieve. Cuando notemos que hemos girado lo suficiente, clavemos el bastón a la máxima pendiente e iniciemos con paciencia, siempre con paciencia, nuestro viraje.