Antes que nada hay que reconocer que no sería justo decir que fuimos con Indurain; para ser precisos fuimos a su rueda. El cinco veces campeón del Tour de Francia mantiene a sus 54 años el golpe de pedal que le hizo imbatible en la década de los noventa y se pasó tirando del grupo la mayor parte de los kilómetros. La verdad es que si en aquel Banesto, con Pedro Delgado, Julián Gorospe o Jean François Bernard entre otros, Indurain tenía un “dream team” a su lado, aquí tenía el Pesadilla Team. De sus cinco compañeros de ruta, la más fuerte era Silvia González, que además en la ruta nos demostraría tener un poderío brutal también a nivel mental. El conjunto lo completábamos nuestro colaborador de fitness Martín Giacchetta, Roberto Palomar (del diario Marca), Gaspar Díaz (de la Agencia Europa Press) y un servidor. Ni sumando las cualidades de todos te sale un ciclista. Ya reconocía con ironía Indurain unos días más tarde que tenía sus dudas de que pudiéramos completar el reto. Más teníamos nosotros… sobre todo al ver cómo comenzó la cosa.
UNA BUENA TORMENTA PARA ARRANCAR
Fue un verdadero privilegio poder rodar con Miguel Indurain dentro del reto lanzado por el Banco Santander para ir pedaleando desde Santander hasta Madrid con el aliciente extra de no poder usar efectivo ni tarjetas para pagar durante los 4 días que duró la aventura. Sólo podíamos pagar a través de los medios digitales del Banco como Samsung Pay, FitbitPay, Santander Wallet y la pulsera prepago Santander y Mastercard.
Bautizada como la Vuelta123 Indurain sin efectivo, la primera etapa nos llevó desde la capital cántabra hasta Burgos, en una jornada de 192 kilómetros con la subida a las Estacas de Trueba y marcada por las dos tremendas tormentas que tuvimos que soportar. La primera de ellas, cuando apenas llevábamos 20 kilómetros, fue de esas en la que se pone a prueba lo que realmente te gusta este deporte. Porque o te encanta o te bajas de la bici y la pones en el Wallapop.
La popularidad de Miguel
Fue un verdadero oasis la parada que hicimos en un pequeño pueblo en la que nos comimos unas quesadas y unos sobaos junto a unos café que nos calentaron y nos dejaron listos para la subida al puerto de las Estacas de Trueba, una subida de 14 kilómetros que, por encima de la dureza, lo que destacaba era por ser de una belleza que impresiona. Antes hay que decir que esa primera parada nos permitió comprobar el efecto Indurain. Avisados de la visita de Miguel, han parado las clases y todos los niños están allí esperándole. Firma los primeros de los más de mil autógrafos y de las fotos que le vimos hacerse estos días. Todos con paciencia infinita y siempre con una sonrisa en la cara.
Dinero virtual
Esta primera parada en un pequeño pueblo cántabro fue la prueba de fuego del otro reto que incluía la Vuelta123 Indurain: llegar a Madrid sin billetes, monedas, ni tarjetas de crédito…. ni pasar hambre, ni dormir en la calle. Miguel reconocía que “no las tenía todas conmigo antes de empezar, por la dureza de las etapas, la climatología y también porque no soy una persona muy tecnológica y no tenía tan claro que pudiéramos hacer todos los pagos sólo con medios electrónicos. Pero así lo hicimos. Sólo con el reloj o con el móvil hemos pagado el hotel, las comidas, los regalos de recuerdo, todo. Los ciclistas siempre hemos llevado dinero cuando salimos en bici. Primero en el manillar, luego en el bidón, ahora en la funda del móvil, pero esto mucho más cómodo, rápido, sencillo”.
Las Estacas de Trueba y la Mazorra
Todavía empapados subimos Estacas de Trueba. Yo lo subí junto a Indurain y nunca me han dolido menos las piernas en un puerto de primera: sus consejos y las historias de carrera deportiva que me va contando hace que cuando me doy cuenta estoy en cima junto a él. Pocas veces me he alegrado tanto de entrar en una ciudad como ese día en Burgos. Nos quedaban todavía otros 100 kilómetros (para completar 192) y otro puerto como el de La Mazorra (con rampas del 11%) y otra buena tormenta ya a 40 kilómetros de la capital burgalesa. Sin Indurain no hubiéramos podido llegar. No sólo por su fortaleza física sino por lo que te anima (“venga, que nos da el ir a favor”) y por lo que te impone fallarle. Fuerzas ya quedaban las justas en este grupo de ciclistas espontáneos pero no se oyó una queja ni una duda en el grupo. En mi caso fue clave la buena gestión que hice todo el día comiendo y bebiendo en todo momento sin llegar nunca a tener ni hambre ni sed. Comí tantas barritas que ya no pude probarlas el resto de las etapas. Llegamos al hotel a las ocho y media de la tarde, con el tiempo justo para ducha, masaje, cenar y dormir.
Y CON EL CULO ASI HOY HASTA VALLADOLID
Palizón en el cuerpo pero la moral de haber sobrevivido a la ruta inicial hace que la grupetta avance a paso firme de Burgos a Valladolid (150 kilómetros). No es tan llana Castilla como dicen… al menos en esta zona salpicada de repechos. Lo que más llamó la atención del día fue la parada en un pueblo palentino llamado Baltanás. ¡Todo el pueblo estaba esperando…incluso los niños de la guardería preparados todos para hacerse una foto con el campeón! La sorpresa fue ver que entre la comitiva que nos recibió estaba otro mito del deporte español, Mariano Haro, el atleta que fue cuarto en los Juegos Olímpicos de Munich 1972 y que había conducido 50 kilómetros para saludar a Indurain. En Valladolid tenemos la agradable visita del seleccionador nacional de ciclismo Javier Mínguez.
Lamentablemente poco después de terminar la bajada tuvimos un accidente. El reventón de la rueda delantera de Ferrán, uno de los guías, provocó su caída y de rebote la de Silvia que se llevó la peor parte. Pese a que luego las radiografías dirían que tenía una fisura en la cadera y la rotura de una costilla, con una moral de hierro, se levantó y quería seguir pedaleando. No sólo no se quejaba sino que cuando nos adelantó con el vehículo que se la llevaba al hospital para las pruebas bajó la ventanilla para animarnos a voces a los que seguíamos pedaleando.
Los últimos kilómetros, ya por el carril bici de la carretera de Colmenar, los hicimos con una sensación agridulce; por un lado la alegría de completar el reto de llegar en bici desde Santander (algo que yo no tenía nada claro junto al Cantábrico) y por otro el “shock” de la caída de Silvia y también la ya próxima separación de los componentes de la “grupetta” que después de estos cuatro días se había convertido en una familia que se movía a pedales.
Ha pasado ya más de una semana de dar la última pedalada con Indurain y me sorprendió recordando las vivencias de la “semi-vuelta a España”. Y si no fue un sueño, se le parece bastante.
PD: Quiero dar las gracias a todo el equipo que hizo posible la Vuelta 123Indurain sin efectivo: los guías (Óscar y Ferrán), los trabajadores del Banco Santander que incorporaron cada uno en una etapa y que se integraron desde el primer minuto (Juan Antonio, Jorge, Carlos y Carol) , a Angel (por su paciencia a la hora de explicarnos cómo era lo de pagar con el móvil) , a Bruno por estar siempre en todo, a Pepo (por aguantar que estuviera siempre rebuscando en su furgoneta buscando un manguito o un guante perdido) y a todo el equipo de marketing de Banco Santander con Felipe y Virginia al frente por imaginarse este evento y creer más que nosotros que podíamos seguir a Indurain estos 560 kilómetros.
UN CABALLERO LLAMANDO INDURAIN
Mi compañera Yolanda Vázquez Mazariego, que hizo las dos últimas etapas, hizo la mejor definición de Indurain. “Es elegante”. Y así es. Elegante con el trato con todo el mundo (pese a que todo el mundo le repite lo mismo como esa frase de “¡cuántas siestas me robaste!”), elegante encima de la bici en la que mantiene ese pedalear poderoso que le llevó a la cima
Indurain nos contaba una vez acabado el reto que “la verdad es que yo no las tenía todas conmigo antes de empezar, por la dureza de las etapas, la climatología y también porque no soy una persona muy tecnológica y no tenía tan claro que pudiéramos hacer todos los pagos sólo con medios electrónicos. Pero así lo hemos hecho. Sólo con el reloj o con el móvil hemos pagado el hotel, las comidas, los regalos de recuerdo y hasta unos sobaos y unas quesadas que compramos en un pequeño pueblo para avituallarnos. Siempre hemos llevado dinero cuando salimos en bici. Primero en el manillar, luego en el bidón, ahora en la funda del móvil, pero esto mucho más cómodo, rápido, sencillo”.
Miguel, que ejerció estos días su papel de embajador del proyecto de apoyo al deporte popular del Banco Santander 123acorrer, comparaba con su época con la actual. “Ha crecido muchísimo, se ha hecho mucho más espectáculo, más global, ves al pelotón en paisajes increíbles por todo el mundo, pero a cambio se ha perdido la cercanía; antes teníamos en España vueltas en casi todas las Comunidades, pasábamos por todos los pueblos. Falta algo de conexión con la gente y es necesario para enganchar al público, siempre el ciclismo ha sido diferente porque el público puede vernos y tocarnos”.
Indurain nos confesó que este año ha salido menos. “No me gustaba entrenar con agua ni en mis tiempos, pero ahora que ha llegado ya el buen tiempo salir con los amigos o con mi hijo es algo que disfruto mucho, aunque ya de entrenamiento nada, lo único que hago es ir alargando el recorrido según me voy poniendo en forma hasta que ya me veo para pasar a Francia. Intento cuidarme con la comida porque tengo apetito pero no puedo comer todo lo que me apetece ¿Cuánto peso? Los 81 kilos de cuando corría el Tour seguro que no, pero no me peso, me voy controlando con el cinturón para ver cómo va la cosa”. Durante la ruta le íbamos preguntando detalles de su fortaleza en sus grandes días. “He llegado a 560 vatios en tres minutos y tener 28 pulsaciones. Podía llegar a 200 y luego recuperar enseguida mi ritmo cardiaco normal”.
Sobre el ambiente que ve en las marchas cicloturistas, “quizá hay que se pasa un poco y casi se obsesiona con el peso de la bici, con su peso…Un poco de enganche viene muy bien, porque el ciclismo es un deporte duro y sin motivación, sin tener un reto por delante, es difícil salir y pensar en cómo entrenas o en lo que comes está bien pero sin pasarse, no hay que perder de vista que no somos profesionales”.
Miguel nos dio sobre la última innovación en las bicis de carretera: los frenos de disco. “Van muy bien, te aseguran mucho la frenada, pero yo no los necesito; ya no arriesgo, ni freno mucho…”. No son aquellos tiempos en los que llegó a superar los 105 kilómetros/hora en una bajada en la Vuelta a Suiza…”y entonces íbamos sin casco”.
Le preguntamos si no le seduce algún reto deportivo fuera de la bici. “Me han propuesto hasta hacer un Ironman. Correr todavía porque lo hacía de chaval, pero no sé nadar bien. A mi gusta mi deporte, salir con la gente, estar horas en la carretera, picarme un poco con alguno; los deportes de interior no me atraen”.