Inviertes esfuerzo en un proyecto, una meta, un examen. Le dedicas tu tiempo, dinero, haces renuncias, te entregas, y al final, te quedas sin premio.
Es similar al duelo.
Si tuvieras que acabar la frase “me siento frustrado por…" seguramente que “porque no consigo lo que merezco o lo que deseo" sería un final para muchas personas.
No todos tenemos la misma tolerancia a la frustración. Algunos la saben gestionar perfectamente, consiguiendo así mejorar su perseverancia. Si toleras bien la frustración, el nivel de abandono con tu objetivo es menor. Pero si tu reacción ante la frustración es de rechazo en lugar de aceptación, sentirás rabia, injusticia, mucho malestar. Y con tal de evitar estas sensaciones, dejarás de enfrentarte a situaciones que puedan provocar una nueva frustración.
Por ello muchas personas deciden que el amor no es para ellos después de haberse decepcionado en la pareja, dejan de luchar por su metas cuando se bloquean, abandonan los estudios si suspenden los exámenes, cortan la relación con amigos sin darles oportunidad de explicarse. Evitan lo que les hace daño. Y muchas veces lo evitan sin siquiera analizar. Y sin análisis, ni hay aprendizaje, ni hay camino.
Lo cierto es que no siempre las decisiones que tomamos son fruto de nuestra gestión correcta o incorrecta de la frustración. Existen diferentes formas de enfrentarnos a la ella y motivos justificados de por qué lo hacemos:
1. Abandono
La persona deja de intentar la oposición, su prueba deportiva o alcanzar alguna otra meta. Puede deberse al tiempo invertido, al nivel de sufrimiento con la pérdida o la falta de recursos para superarla. Sea lo que sea, algunos abandonos son decisiones inteligentes. Porque no siempre se puede estar toda la vida persiguiendo un sueño. Hay veces que sí y otras que no. He tratado a muchos opositores de jueces y fiscales que estaban en un bucle. Cuatro, cinco o más años opositando, no consiguiendo plaza y sin saber si tirar adelante e intentarlo una vez más o abandonar. Es una decisión dura y complicada que necesita de un análisis profundo. Pero también muchas personas abandonan antes de tiempo, sin darse otra oportunidad, dejando atrás sueños que podrían cambiar el bienestar de sus vidas.
2. Buscar una meta alternativa
Puede que no estés preparado para correr una maratón, puede que sufras alguna lesión que te impedirá hacerlo el resto de tu vida. Pero igual puedes nadar, correr media, o cambiar de deporte. Esta alternativa evita que abandonemos porque nos ofrece otra salida. Si eres opositor a jueces, puede que termines eligiendo una oposición menor. La flexibilidad es fundamental para evitar el abandono total.
3. Otros dudan y vacilan
Deciden seguir insistiendo, pero el miedo a fallar y volver a caer incrementa su ansiedad, les lleva a cometer errores y a obsesionarse con la meta. En esta alternativa, la duda y la ansiedad se apoderan de uno y terminas por sentirte inseguro. No es que no sirvas, no es que no estés preparado, es que te aterra poder suspender o no jugar bien, sentir molestias en la carrera y tener que abandonar. Pero el propio miedo hará que ejecutes peor de lo que estás preparado. Y entonces volverás a sufrir la frustración.
4. Insistir
Muchas personas, gracias a que el tiempo, las circunstancias, sus recursos, su actitud y su paciencia lo permiten, deciden seguir intentando y trabajando por su meta. Esta alternativa no solo es cuestión de valentía, sino de tener las posibilidades que la favorezcan. Un corredor que haya fracasado en la maratón de Nueva York, igual no dispone de los recursos económicos suficientes para volver a intentarlo otro año. No todo el punto puede intentar una y otra vez, a pesar de que corre por las redes sociales la idea de que querer es poder. A veces sí, pero muchas otras no. No inculquemos falsas expectativas, porque eso sí que aumentaría la frustración de las personas.
Las alternativas no son ni buenas ni malas. Y juzgar a la gente que decide abandonar es hablar a la ligera. Cada uno tiene unas circunstancias y experiencias que los demás desconocemos. Lo único importante es que la decisión sea meditada, analizada y que produzca serenidad en la persona que la toma.
Si tienes que tomar una decisión de este tipo, deja de escuchar a los valientes que te aconsejan “yo en tu lugar…" y déjate guiar por tus argumentos e intuición. Podrás equivocarte o acertar, pero siempre tendrás la tranquilidad para haber sido tú quien la ha elegido.