Competía su primera carrera, un 10k. Estaba ilusionadísimo. Por fin cumplía con su objetivo. Al principio de año quiso ponerse un reto que le ayudara a modificar hábitos poco saludables, como comer de forma desorganizada y una vida sedentaria. Pensó que si el running estaba de moda sería por algo atractivo. Así que decidió ponerse como objetivo correr una maratón. Empezaría a entrenar para un 10 K y poco a poco iría entrenando más.
Buscó todo lo necesario: asesoramiento de un profesional, las mejores zapatillas, visitas al fisio una vez al mes y cambió su forma de comer. No tardó en engancharse a correr. Hizo un hueco permanente en su agenda y salía a correr de 4 a 5 días a la semana. Empezó a perder peso, a sentirse satisfecho y a gusto con su cuerpo y con su vida, se sentía fuerte, ágil y con mucha más energía durante el día. Y entendió por qué el running enganchaba a tanta gente. Las sensaciones de placer, de superación y de bienestar habían pasado a formar parte de su vida.
Y llegó el día de su primera carrera, una carrera popular de 10 km. Para él no era nada nuevo, porque tres veces a la semana corría diez kilómetros entrenando. Lo novedoso era exponerse a su reto, ver que cada vez estaba más cerca de correr una maratón, y comprobar que el esfuerzo, el trabajo, su nueva organización y gestión del tiempo le habían llevado a su primera meta.
“Estoy nervioso, tengo el estómago revuelto y muchas ganas de ir al baño"" ¡Evita este pensamiento!
La noche anterior le costó dormir, estaba muy activado a nivel mental. Pensaba en el momento en el que diera el primer paso y pusiera su reloj en marcha. Durmió poco y le costó desayunar tranquilo. Y empezaron los pensamientos inútiles “vaya, estoy nervioso, yo quiero estar tranquilo y disfrutar, tengo el estómago revuelto y muchas ganas de ir al baño, y no puedo parar quieto". Mientras calentaba su mente no estaba en disfrutar, sino en cómo se sentía. Su atención estaba dentro, observando cada latido, la respiración, la sequedad de boca e interpretando que no estaba a gusto como él hubiera querido. Sus propios síntomas se estaban convirtiendo en otra amenaza. El pulsómetro del reloj estaba por encima de su pulso habitual y provocaba más pensamientos negativos “estoy alteradísimo, así no voy a aguantar nada".
Empezó la carrera y enseguida sintió sensación de ahogo. En lugar de disfrutar, iba pensando en que no podía, en la pena que le daba tanto esfuerzo para no poder disfrutar de la carrera, y sus pensamientos y su ansiedad se volvieron en protagonistas de la carrera. Dirigió toda su atención a lo que estaba yendo mal, a sus sensaciones incómodas, a darle valor a esos pensamientos que le decían que estaba siendo un fracaso y se dedicó a rumiar, argumentar y a darle vueltas a todo. En el kilómetro 5 decidió dejar la carrera. No estaba disfrutando nada, al revés, solo sufría y eso le llevaba a enfadarse consigo mismo.
La respuesta de ansiedad se desencadena ante una amenaza
La respuesta de ansiedad se desencadena ante una amenaza. Para él la amenaza empezó siendo laposibilidad de defraudarse y de no estar a la altura. Esos pensamientos desencadenaron insomnio y problemas de estómago, que interpretó como “estoy nervioso". Y el propio pensamiento de “estoy nervioso y así no podré correr bien" se convirtió en otra amenaza. En sus planes no contempló que pudieran aparecer este tipo de emociones y no supo cómo reaccionar cuando le sobrevinieron.
¿Qué hacer ante una situación como esta?
1. Bieninterpreta. Si dices que no puedes dormir porque estás nervioso, lo normal es que la ansiedad se incremente. Pero si piensas que no puedes dormir porque te hace mucha ilusión, igual no sientes lo síntomas de ansiedad como algo negativo, sino como parte de tu ilusión.
2. Ponle un nombre a tu emoción y no la personalices. Esto que siento es miedo, emoción, ansiedad, frustración. No digas algo como “yo me siento ansioso". Si la ligas a ti, será más difícil distanciarte de ella. “Anda, es la ansiedad, está por aquí", basta con un comentario como este.
No reacciones ante lo que sientes, no quieras no sentirlo
3. Acéptala. No reacciones ante lo que sientes, no quieras no sentirlo. Puedes ser amable con ella e invitarla a correr contigo o pedirle amablemente que te espere en la línea de meta y que dentro de un rato os volveréis a encontrar. Si utilizas el humor y la amabilidad, también estás eligiendo qué tipo de relación quieres tener con tu emoción. “Reina, guapa, siéntate en el coche y esperas a que acabe la carrea, luego hablamos tú y yo y te cuento cómo me ha ido todo", con comentarios de este tipo conseguimos distanciarnos de lo que sentimos sin darle un valor catastrófico. Si reaccionas negando la emoción, terminas por convertir tus propios síntomas en otro generador de ansiedad.
4. Tu atención, fuera. Cuando sientes ansiedad o miedo, sueles chequearte y estar muy pendiente de cómo respiras, cómo late el corazón y de todo lo que pasa en tu interior. Eso hará que magnifiques cada síntoma. Busca tener tu foco de atención en la técnica, las personas que te rodean, en tu zancada, en el braceo, en disfrutar de la carrera o de tu partido. Este ejercicio que consiste en elegir dónde pones el foco de atención es importante que lo practiques también en los entrenamientos. Trata de estar presente y disfrutar de lo que haces y de cómo entrenas, llenarte con todo lo que sientes y haces, y vivir la experiencia de correr.
No te orientes al resultado, ¡solo al disfrute!
5. Busca pensamientos y actividades alternativas a la ansiedad. ¿Qué te relaja corriendo?, ¿qué tipo de pensamientos puedes tener para estar tranquilo?, ¿qué te motiva? “Estoy bien, siento mis músculos fuertes, qué día tan precioso hace, me encanta correr, me siento fuerte". Este tipo de pensamientos no buscan nada, solo disfrutar.
6. No te orientes al resultado, solo al disfrute. Hay una relación directa entre la capacidad de fluir y disfrutar el momento y el rendimiento. No puedes alcanzar tus metas si no las gozas y te diviertes con ellas. Así que estate pendiente de todo lo que te llena y te hace sentir bien de tu deporte. Es ahí donde tiene que estar el foco de atención.
Las circunstancias no las controlamos. Pero la interpretación que hacemos sobre ellas, sí. Podemos decidir qué actitud tener ante lo que nos rodea. Depende de ti competir, entrenar o hacer lo que sea de forma tranquila.
La ansiedad, un rival más
Competía su primera carrera, un 10k. Estaba ilusionadísimo. Por fin cumplía con su objetivo. Al principio de año quiso ponerse un reto que le ayudara a modificar hábitos poco saludables, como comer de forma desorganizada y una vida sedentaria. Pensó que si el running estaba de moda sería por algo atractivo. Así que decidió ponerse como objetivo correr una maratón. Empezaría a entrenar para un 10 K y poco a poco iría entrenando más.