Que alimentarnos resulte más saludable y sostenible es un deseo y no un hecho, de nosotros depende que consigamos los dos objetivos ya que actualmente la industria y la economía alimentaria van por el camino opuesto. Sería bueno que todos intentemos acercarnos un poco más a un consumo responsable, justo y adecuado que permita racionalizar los recursos. Seguro que puedes realizar pequeños grandes cambios en tu alimentación que no solo protejan al planeta, sino que también mejoren tu alimentación y el rendimiento deportivo. Si logramos esto, estaremos ante una forma de vida ganadora.
El uso de la tecnología en la producción alimentaria ha servido para desarrollar una alimentación más económica para el usuario, pero a costa de la salud de las personas y del planeta. El avance de la tecnología ofrece nuevas formas de consumo que tienen la gran ventaja de alargar la conservación de los alimentos, tradicionalmente se conseguía por procesos de desecado, congelación o conservas en aceite o salazón, pero hoy en día el añadido de aditivos y conservantes industriales ha tomado protagonismo, y es aquí donde tenemos un problema; tenemos la ventaja de poder mantener los alimentos más tiempo, pero la parte negativa es el añadido de componentes nada deseables que acaban convirtiendo nuestros alimentos en preparados industriales comestibles, aunque se les siga llamando pan, cereales o fiambre.
Procesados y ultraprocesados
Debemos distinguir entre alimentos procesados saludables y ultraprocesados industriales. Los primeros suelen llevar añadidos de aditivos como colorantes, conservantes, potenciadores del sabor, edulcorantes… En cambio, algunos alimentos son sometidos a procesos y manipulaciones sin añadidos como puede ser un yogurt (artesano, no de sabores), el aceite de oliva, la pasta, quesos artesanales o pescado en lata de conservas, estos últimos siguen manteniendo sus propiedades naturales.
Los alimentos ultraprocesados son elaborados potenciando características organolépticas para hacerlos más sabrosos y estimular el apetito de forma intensa, generalmente añadiendo, sal, azúcar o aceite de palma, por esta razón tienen tanto éxito, y lo que es peor, sobre todo éxito entre los niños. El resultado es un consumo excesivo, muchas calorías vacías y sustancias perjudiciales para la salud.
Estrategias consumistas:
Algunos panes ultraprocesados añaden sobre la corteza unas semillas de chía u otro cereal exótico para acercarse a una imagen más natural, pero es solo “maquillaje”.
Suelen ser más baratos, ya que pueden estar mucho más tiempo en supermercados, quizás interesa gastar un poco más en calidad.
Muchos cuentan con el mensaje de “bajo en grasas”, pero presentan gran cantidad de azúcar añadido (como los lácteos o cereales), otros apuntan “0 azúcares” o el popular “gluten free” pero tienen grandes cantidades de grasa (salchichas, pizzas, nugets…).
Es curioso que muchas empresas importantes que fabrican ultraprocesados forman parte del Plan de Hábitos de Vida Saludables del Ministerio de Sanidad, creado en principio para promocionar hábitos de vida saludables. Incongruente, ¿verdad? Suele ser una estrategia para “lavar” su imagen.
A la hora de ir a la compra en el supermercado, tómate tu tiempo y lee la información nutricional, si es una larga lista de sustancias, muchas de ellas que no entiendes, sin duda es un ultraprocesado. Apuesta por alimentos que incluso no tienen etiqueta (frutas, verduras) o que tienen dos o tres ingredientes (legumbres cocidas, leche, pan integral), debes evitar todos aquellos que presentan grasas hidrogenadas o azúcar añadido.
No hay planeta para tanta carne
Somos 7.400 millones de personas en el mundo y en 2050 ya seremos 9.000 millones, por otra parte, el consumo de carne ha aumentado drásticamente en las últimas décadas y la tendencia es que siga creciendo, sin embargo, 870 millones de personas sufren desnutrición crónica. Ya hoy en día, los modelos insostenibles de desarrollo están degradando el medio ambiente, amenazando los ecosistemas y la biodiversidad que serán necesarios para nuestro abastecimiento futuro de alimentos. Con estos datos los expertos aseguran que no será posible alimentar a toda la población a través de los modelos actuales basados en la producción de carne.
Consumo de carne en España
En España hemos multiplicado desde 1950 el consumo de carne por 6
Año | kg de carne consumido por persona al año |
1950 | 8 kg |
1961 | 21,8 kg |
1970 | 46,2 kg |
2016 | 50,1 kg |
Fuente: Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente
Agua necesaria para la producción de 1 kg de producto:
Menos agua, más gases… Menos planeta
Mientras millones de personas no tienen acceso a agua potable, se desperdician miles de litros para producir la carne que sobrealimenta al primer mundo. La sobrealimentación y en especial la industria cárnica procedente de la ganadería bovina promueve que exista más hambre en el tercer mundo.
Este modelo de consumo cárnico del mundo desarrollado supone que cerca del 75% de la superficie agraria mundial se destina a la alimentación y crianza de ganado. Solo una cuarta parte de la producción de alimentos es para consumo humano directamente. Es decir, una nutrición basada en la carne requiere 20 veces más tierra y 14 veces más agua que una dieta basada en vegetales. Un modelo donde cereales, legumbres, frutas y verduras fueran los protagonistas sería un modelo sostenible y saludable para todo el planeta.
Pero no solo afecta al agua, también es un problema de contaminación. El modelo de ganado expansivo ha disparado el aporte de metano a la atmósfera, y como es un gas de efecto invernadero, su emisión ha contribuido significativamente al cambio climático. Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), el sector ganadero emitió en 2006 más gases de efecto invernadero (18 %) que el sector del transporte (13 %) y es la fuente principal de degradación de los suelos y del agua. Una vaca contamina más que otro ganado porque tarda más tiempo en crecer, consume más recursos y emite más gases de efecto invernadero. En un año, una vaca produce las mismas emisiones que un coche que recorre 20.000 km.
Estos datos ponen de manifiesto que no se puede mantener durante mucho tiempo el ritmo actual de producción intensiva de carne, es insostenible, contaminante y terminará siendo poco saludable.
Fuentes de proteínas alternativas
Ante esta alarmante perspectiva, la industria ya ha comenzado a desarrollar y sobre todo comercializar nuevas fuentes de alimentos ricos en proteínas como alternativa a la carne. Ya existe una amplia gama de fuentes vegetales de proteínas como las semillas de chía, las de cáñamo o la quinoa, presentes en el mercado. Pero también algas e incluso insectos se están posicionando como alternativas alimentarias sostenibles.
Es evidente que la producción sostenible pasa por el consumo humano de animales invertebrados y por insectos (entomafagia), modelos promovidos y aconsejados por la FAO y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Incluso, algunas empresas visionarias ya han comenzado a producir estos animales con granjas de cría y otras han empezado a procesarlos y envasarlos para su consumo.
Se comercializan harinas elaboradas con grillos y otros alimentos donde la fuente original proviene de invertebrados.
España dará luz verde a la venta y distribución de insectos, ya que hasta ahora estaba prohibida.
Algunos restaurantes ya han incluido en sus cartas revueltos de grillos, pasta con abejas, fajitas de insectos, gusanos salteados o ensaladas de saltamontes, delicatessen para otras culturas que muchos chefs ya se han apresurado a contemplar. Dentro de la alimentación para deportistas ya existen barritas energéticas elaboradas con harina de grillo, sin lácteos, gluten o azúcares añadidos.
No tardaremos en encontrar en el mercado alguna proteína en polvo obtenida de invertebrados.
Te sorprenderá, pero los insectos presentan un valor nutricional similar a la carne, además son mucho más económicos de producir y eso se refleja también en el precio de venta, puedes tener una fuente de proteínas de alto valor biológico con muy poca grasa, a un precio mucho más reducido, pero además aportando tu granito de arena para conseguir un planeta sostenible.
Un ternero requiere 8 kilos de alimentos para producir 1 kilo de aumento de peso corporal, mientras que los insectos pueden convertir 2 kilos de alimentos en 1 kilo de masa de insecto. Una producción mucho más eficiente.
No solo son ricos en proteínas y bajos en grasa, también aportan fibra y micronutrientes como cobre, hierro, magnesio, selenio o zinc.
Pueden alimentarse de residuos biológicos, abono y estiércol, trasformando residuos en proteína de alto valor biológico.
Necesitan cantidades ínfimas de agua en comparación con las necesidades del ganado.
Muchos de ellos pueden consumirse enteros, pero también pueden procesarse para elaborar harinas e incluso proteínas en polvo para deportistas.
La especie más consumida son los escarabajos (31%), seguido de orugas, hormigas, saltamontes, grillos y abejas (15%). Las menos consumidas son las termitas, libélulas y moscas (3%).
La solución transgénica
Durante milenios el ser humano ha modificado especies mediante cruces e hibridaciones. La naranja surgió en China al hibridarse un pomelo y un mandarino hace unos 3.000 años, el boniato, que empezó a cultivarse en Perú hace unos 8.000 años, es un transgénico natural que contiene ADN procedente de una bacteria que produce tumores en las plantas. Ahora esas técnicas se consigue mediante ingeniería genética, donde se insertan o modifican genes. El trigo duro, la variedad que se usa para la pasta, tiene cuatro genomas diferentes que le han llegado de cruces espontáneos de dos variedades distintas, y el trigo con el que se hace el pan de todos los días tiene seis genomas de tres especies diferentes. No hay en la naturaleza nada parecido al fresón, al plátano, al tomate o a la patata que se compra en el súper o en la tienda ecológica. La realidad es que ya vivimos en un mundo transgénico.
No hay ninguna razón científica de peso para que la agricultura ecológica no use los transgénicos resistentes a insectos, a virus y enfermedades, los tolerantes a la sequía y los que aportan mejoras nutricionales para aumentar su productividad por el sencillo procedimiento de reducir las pérdidas a la vez que mejora la calidad nutricional de estos productos. En casi 20 años de investigación y uso de transgénicos no se ha registrado en todo el mundo ningún problema sanitario ni ecológico, y eso que son objeto de férreos controles.
Vivimos en un mundo con mayor acceso a la información científica rigurosa que hace décadas donde solo llegaban las intenciones y el marketing de las grandes multinacionales de la industria de la alimentación. El miedo injustificado a los alimentos transgénicos forma ya parte de un pasado poco visionario y práctico, hoy en día además de tenerlos asumidos, disponemos de mayor fundamento para utilizarlos y proteger el planeta.
En Europa ya se comercializan listos para consumir insectos y gusanos con distintos sabores y texturas.
Cambios de futuro para un consumo responsable y saludable
Los hábitos alimenticios influyen en el cambio climático mucho más que los del transporte, pero en cambio son más fáciles de cambiar, porque hay más capacidad de decisión personal. Es precisamente en la compra semanal de cada usuario donde tenemos la posibilidad de mejorar nuestros hábitos de alimentación y sobre todo apostar por un planeta sostenible para las próximas generaciones.
Evita el consumo de productos ultraprocesados, además de ser poco saludables, limitan el desarrollo de productos naturales. Pagarás un poco más, pero estarás comiendo comida.
No tengas miedos a los transgénicos. Puedes y debes consumirlos, representan un avance y modelo menos agresivo con el planeta y lo más importante, son muy seguros.
Consume carne solo dos veces a la semana. Afortunadamente vives en un país desarrollado donde puedes encontrar fuentes de proteínas alternativas y mantener una alimentación mucho más saludable.
Acude más al mercado tradicional, allí no te tendrás que preocupar de leer etiquetas, no tienen aditivos. Además colaborarás con una economía rural más sostenible y saludable.
Toma más semillas, introdúcelas en tus desayunos, panes, ensaladas o como complementos entre horas, siempre puedes llevar una bolsita a todas partes. Además de suponer un aportar de proteínas, aportará fibra y ácidos grasos muy saludables.
Comienza a consumir alimentos procesados con algas. En el mercado existe un amplio repertorio de pastas elaboras con algas.
También las puedes añadir a tu ensalada e incluso las puedes encontrar desecadas para tus legumbres, menestras, sopas, etc.
Ahorra agua, no solo cerrando el grifo o con una ducha rápida, también no colaborando con el consumo de alimentos altamente contaminantes para su explotación.
Apostemos por los sistemas alimentarios saludables y sostenibles. ¿Te unes?
Libros sobre tendencias nutricionales del futuro:
La cocina del futuro
Pere Castells
2016, Tibidabo Ediciones
Transgénicos sin miedo
J.M. Mulet
2017, Destino
Más vegetales, menos animales”
Juanjo Cáceres, Julio Basulto
2016, Ed. Debolsillo