Los discos intervertebrales de nuestra columna están rodeados de anillos fibrosos que con los años y/o los esfuerzos pierden elasticidad y resistencia.
En este estado, el núcleo pulposo puede desplazarse del centro del disco dando lugar a una protuberancia o protrusión discal, que puede ser cervical o lumbar en función de la zona en la que se localice.
Cuando el anillo fibroso llega a romperse y deja paso libre al núcleo pulposo hacia el canal raquídeo, hablamos ya de una hernia discal.
Factores de riesgo
Como ocurre con otras dolencias de espalda:
- la edad
- la obesidad
- la falta de actividad física
- mala técnica deportiva
- golpes en la cabeza
- la realización de deportes intensos o los trabajos de alta exigencia física
- pasar mucho tiempo sentado o de pie.
son factores de riesgo para la aparición de protusiones y hernias de disco.
Las molestias producidas por una protusión discal se localizan habitualmente en:
- la zona cervical (cuello y espalda alta)
- en la zona lumbar (espalda baja y riñones)
- suelen acompañarse de contracturas musculares.
Una correcta técnica de levantamiento es imprescindible para prevenir este problema en los deportistas que levantan grandes cargas. Del mismo modo, también tienen más riesgo aquellos deportistas que mantienen una posición estática en la zona vertebral durante largas horas, como ciclistas y maratonianos.
Las protusiones no son demasiado predecibles. A veces las molestias empiezan de repente y en ocasiones vienen poco a poco, suele doler más cuando te doblas hacia adelante, o cuando subes después de haber realizado algún movimiento de doblarte hacia adelante, como cuando vas a coger algo del suelo. Si la hernia aprieta un nervio podría causar dolor, adormecimiento y hasta debilidad muscular en el trayecto del nervio comprimido.
Si padeces estas molestias o sufres contracturas con frecuencia en el cuello o la zona lumbar, deberías acudir al médico para que estudie las causas y descarte (o no) la existencia de una protusión o una hernia.
¿Tratamientos más eficaces?
- El reposo total no es aconsejable en estos casos. Si no te mueves, notarás más el dolor al perder la musculatura tono y flexibilidad. Fortalecer los músculos abdominales es beneficioso para mejorar este trastorno.
- Masajes
- Cambio en las costumbres, corrección en las posturas frente al ordenador o al manejar cargas en el trabajo.
- Una vez pasada la fase aguda, es conveniente realizar ejercicios para potenciar el core y la musculatura intervertebral que da soporte a las vértebras.
- La solución radical y más efectiva es la cirugía, pero no se debería llegar a ella sin antes haber probado la efectividad de un programa de fisioterapia, corrección postural y fortalecimiento.
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