“El deporte forma parte de mí, de mi formación y mi rehabilitación. Es mi forma de vida. Me ha servido para superar momentos difíciles e incluso para buscar trabajo”.
A los cuatro años, un accidente de coche dejó a Gema en una silla de ruedas, pero no la dejó quieta. De hecho, ella nunca para: “si te mueves tú, haces que el mundo se mueva”, dice su lema. Es periodista, deportista de élite, compositora, actriz, ha ido a 5 paraolimpiadas consecutivas en esgrima (espada y florete), fue la primera española en conseguir una medalla en Juegos Paralímpicos en la modalidad de esgrima...
“Empecé a hacer deporte en el Hospital de Parapléjicos de Toledo, como parte de mi rehabilitación. Entonces se sabía menos de lesión medular y pasé allí muchos años, como en un internado. Sólo iba a casa los fines de semana, incluso a veces, cuando tenían que hacerme alguna intervención, no era posible. Así que los que trabajaban en el hospital se convirtieron en una segunda familia. Fue allí donde se sentaron las bases de todo. Siempre digo que mi fisio fue mi primera coach. Tuvo el acierto de cambiar las rutinas de rehabilitación, que pueden resultar aburridas para una niña, por pequeños retos. A mí me encantaban y me hice popular en el hospital por cosas como escalar las espalderas solo con los brazos. Disfrutar del reto, lo que hacemos los deportistas, se convirtió para mí en algo natural desde el principio”.
“Enseguida comencé a hacer todo tipo de deportes: baloncesto, tenis de mesa, parapente, deportes de aventura… la verdad es que soy muy curiosa y siempre tengo ganas de probar. Hace poco estuve con Gisela Pulido y hasta me ha picado el gusanillo del kitesurf”.
“Mientras estaba en el hospital, anunciaron que se iba a disputar allí el campeonato de España de tenis de mesa, que iría el equipo nacional paralímpico, y que los ganadores podrían asistir a los Juegos Paralímpicos. Fue la primera vez que yo oía hablar de ellos. Yo nunca había jugado, pero un fisioterapeuta me animó a apuntarme. Pedí que me subieran la mesa a la planta infantil y corrí la voz por todo el hospital de que estaba allí lista para jugar. Como en el hospital se pasan muchas horas y la gente se aburre, muchos pasaban por allí a jugar conmigo… y acumulé mucho entrenamiento. Sorprendentemente, gané la competición. Me enfadé un poco, porque no me llevaron a ninguna competición internacional. La verdad es que yo era “un mico”.
“Años después, un amigo me dijo que un grupo de chicas habían formado en el hospital un equipo para empezar a entrenar esgrima en silla de ruedas, por primera vez en España, de cara a los Juegos de Barcelona 92. Así fue como me inicié en este deporte. Para entrenar, iba y volvía cada día a Toledo desde Madrid. Fueron unos meses de entrenamiento muy duro. Contra todo pronóstico, conseguimos clasificarnos… ¡y ganamos! Fue muy emocionante, la primera medalla de la esgrima española en unos Juegos”.
“Ahora estoy plenamente inmersa en el proyecto de subir el Kilimanjaro con mi silla de ruedas. La idea surgió en un momento difícil. Me quemé de un modo tonto, pero se me infectaron las curas y se produjo una septicemia. Lo cierto es que no se sabe nada de lesión medular ni de cómo tratarla cuando surgen problemas como una quemadura. Cuando estaba en el hospital, desanimada, Carlota Castrajana y unos amigos vinieron a visitarme y me propusieron una idea loca, medio en broma: ¿Por qué no subimos el Kilimanjaro cuando te recuperes?”
“Al principio yo pensé, ¡qué se me ha perdido a mí allí!, pero rápidamente pasé a otra fase: ¿Qué necesito para ir? Y fuimos avanzando los detalles, que no son nada sencillos. Hay que atravesar la selva, subir la pendiente, tengo que adaptarme a la altitud… lo que es especialmente complicado en mi caso, que no puedo mover las piernas. Me di cuenta que lo realmente difícil es diseñar una silla que nos permita salvar todos esos obstáculos. Y ahí es donde me decidí a intentarlo. Desarrollar una silla con la que se pudiera alcanzar una cumbre como el Kilimanjaro, a 5.895m de altura, ayudaría a muchísimas personas con problemas de movilidad que deben desplazarse por la selva, la montaña o la nieve. Para eso creé Diverscity, es una asociación que entiende el deporte para ayudar como a mí me ha ayudado, no tanto para competir”.
“Empecé a preparar el Reto Cumbre Bey-Kilimanjaro. Partía de cero tanto económicamente, como en formación y preparación deportiva, porque el entrenamiento que había hecho para esgrima es justo el contrario al que necesito para este desafío. Recluté al equipo al estilo de “Ocean’s Eleven”, visitando de uno en uno a médicos, fisios, entrenadores, a mí psicóloga deportiva… y desde el principio he tenido claro que era un proyecto a largo plazo, que había que entrenarlo como unos Juegos, a cuatro años”.
“La única manera de prepararlo es en la montaña, subiendo cubres. Empecé con Abantos (1.000 m), después la Bola del Mundo (2.000 m)… y este año, vamos a subir un 3.000 m, posiblemente el Teide. Voy buscando patrocinadores para cada cima. Quiero demostrar que se pueden hacer cosas buenas, emprender proyectos, con los valores del deporte. No sólo es posible ayudarme con dinero, mucha gente me escribe para unirse al reto y ayudarme con sus capacidades, cada uno con lo que sabe hacer.