En ese puente había más de 50.000 personas con un sueño por vivir, pero entre todos ellos, dos muy especiales llegados desde Sevilla. No iban a batir el récord del mundo pero sí a emocionar a todos los que aman el deporte y la vida gracias a esa unión tan especial de padre e hijo que pasan por encima de todas las dificultades que les ha puesto la vida y que se unen para superar juntos también el reto del maratón.
"El sueño de correr el maratón nace, como tantas veces pasa en la vida, con una llamada. Me decía que era Felipe, responsable de marketing del Banco Santander, y quería contarme que les encantaría que Pablo y yo nos uniéramos a su proyecto de deporte popular 123acorrer y que si nos atrevíamos a ir al maratón de Nueva York".
Pero muchos años antes de esa llamada que les llevaría de Sevilla hasta la mítica salida del Puente de Verrazzano, en un día de verano, ese padre y ese hijo empezaron a correr por casualidad. "Iba a salir a correr y ninguno de mis hijos mayores se podía quedar con Pablo. Pensé en quedarme, pero me dije "¿Y por qué no?". Pensé que sería un día más y fue el primer día. Yo empecé a hablarle y a cantarle y él no paró de chillar y de reírse. Esto fue hace 10 o 12 años. Y cada vez empezó a ser más frecuente que saliera con él y menos infrecuente hacerlo solo. Hicimos una primera carrera de 12 km y no paró de chillar en todo el recorrido. "Se tiró la hora y pico del recorrido chillando emocionado. Verle así era algo increíble porque el síndrome de West hace que quienes lo sufran se metan mucho en sí mismos".
Luego vinieron los medios maratones y un día, el sueño: hacer juntos un maratón. Con muy poca seguridad, un kilómetro detrás de otro, con la familia por el recorrido por si teníamos que parar porque o Pablo o yo no aguantábamos... pero, aunque machacado, nunca olvidaré esa entrada en el Estadio Olímpico de Sevilla, me sentí uno con mi hijo”. En el Zurich Maratón de Sevilla ya son habituales y este año han completado también los 42’195 km en Madrid. A su paso, como nos comenta José Manuel, la lástima se convierte en admiración y en alegría.
"Y es que correr con Pablo es un regalo, aprendes el privilegio que es poder compartir una afición con un hijo con tantas limitaciones, es algo inesperado; compartir con Pablo todas estas aventuras es simplemente un sueño. Chillar como él chilla, reír como solo él se ríe. Son sensaciones brutales. Le da sentido a su vida y nuestra vida con él. Ver de repente cuánta gente ríe también o llora con él... Yo mismo me harto a llorar de emoción durante un maratón. Es que nunca pensé que pudiera compartir una afición con mi hijo. No sabes lo que significa que toda esa gente se alegre de vernos en vez de sentir lástima como yo sentía cuando veía un niño como él antes de tenerlo en la familia".
PRIMERO, EL MARATÓN DE CADA DÍA, LUEGO EL DE NUEVA YORK
La falta de oxígeno en el parto le provocó la parálisis cerebral. "Pablo tiene el síndrome de West, que conlleva un gran déficit motor, sensorial y cognitivo. Requiere estímulos mayores para reaccionar. Pablo, dentro lo que cabe, está bastante bien porque empezó la fisioterapia desde sus primeros meses y aunque lo normal es que tuviera un gran daño físico, la verdad es que nunca ha tenido que pasar por el quirófano".
Pablo y José Manuel ya tienen en casa 6 medallas de finisher de maratón, pero como dice el padre sevillano, ellos en casa tienen "un maratón cada día. Fisioterapia, colegio, otra vez fisioterapia, logopeda, salir a correr un rato… En el día a día, su madre Maite es la maratoniana, la verdadera campeona. "Cuando llegó Pablo, toda la familia quedó en estado de shock, pero ahora nos damos cuenta de que gracias a él hemos aprendido muchas lecciones, sobre todo que no hay obstáculo que no pueda salvar el cariño. En la vida no todo el sufrimiento es malo porque te ayuda a valorar los pequeños detalles. Una simple sonrisa de tu hijo puede hacerte muy feliz".
BUSCANDO SILLA DESESPERADAMENTE
Conseguir la plaza en la categoría de "Duo Team" era complicado porque solo había 6 en todo el mundo, pero un vídeo grabado en la Maratón de Sevilla convenció a los organizadores de Nueva York de que José Manuel y Pablo se la merecían. El siguiente obstáculo era esperar a que el hijo fuera mayor de edad (lo fue a primeros de septiembre y hasta entonces no se pudo tramitar su inscripción y es que nadie, sin excepciones, puede tomar la salida sin tener 18 años cumplidos).
Quedaba un obstáculo: se había enviado junto a la inscripción una imagen de la silla de Pablo (que es una silla normal, no de correr, que José Manuel había adaptado de forma casera con lo aprendido en carreras) pero había sido rechazada. Nos indicaron cómo debía ser y tras múltiples gestiones (¡gracias Javi!) se encontró una en Dinamarca. Lo único es que llegó tan justa que apenas pudieron probarla antes de salir hacia Nueva York. Comparada con la anterior era un "fórmula 1", permitía además a José Manuel ir más recto y evitar así tensiones en la espalda, pero al ser mucho más larga y no girar la rueda delantera, la maniobrabilidad era limitada y era algo que asustaba a nuestros protagonistas ya que debían correr entre 51.500 personas. El nuevo asiento no era tan cómodo para Pablo como el suyo, pero afortunadamente el tamaño era el mismo y se pudieron intercambiar.
"Ir a Nueva York con Pablo es algo increíble, es una sorpresa que te da la vida, como tantas. Correr en Nueva York era algo impensable para nosotros", nos comentaba José Manuel ya en vísperas de salir en un vuelo de American Airlines hacia la Gran Manzana. En el aeropuerto la estrella era la "nevera", como se bautizó a la enorme caja de cartón en la que viajaba la silla de competición. Menos mal que el problema era solo el volumen (pesaba solo 29 kilos) y al final no hubo más inconveniente para embarcarla. Era una incógnita cómo respondería Pablo a un vuelo tan largo, pero lo hizo con mucha normalidad y en unas siete horas ya estábamos en Nueva York.
DOS GIGANTES EN NUEVA YORK (CONTANDO A KING KONG, TRES)
El viernes hubo visita a la Feria del Maratón dónde Pablo recibió, como las grandes estrellas, el dorsal 18999 con su nombre bien grande. Después, visita a la sede de la Liga en EE.UU. dónde fueron recibidos por el embajador del campeonato nacional de fútbol, el excapitán del Real Madrid y de la selección española, Raúl González, que 48 horas más tarde iba a debutar en maratón (con una más que notable marca de 3h 26').
El sábado, último repaso a la silla de correr antes de entregarla a los camiones que debían llevarla a la salida. Allí pudimos conocer a muchos de estos campeones del deporte que participan en sillas de ruedas o en handbikes y también a otro de los Duo Team que correrían junto a los Roás, un portugués que había nacido sin brazos y sin piernas y que es todo un símbolo de superación. “Fuimos a dar un paseo y estuvimos en el Puente de Brooklyn. Muy a lo lejos, se veía el de Verrazzano. Es cuando te das cuenta lo que hay que correr para llegar desde allí hasta Central Park”.
¡Y llegó el gran día!
Amaneció temprano para los Roás que debían tomar a las 4:50 h un taxi adaptado para bajar de la calle 54, en la que tenían el hotel, hasta la 37, en la que estaban los autobuses que llevaban a todos los atletas con discapacidad a la salida en el Puente de Verrazzano. No faltó la anécdota. José Manuel fue a pagar con 50 dólares pero el taxista no tenía cambio. Y a esa hora pasó por esa calle una persona de Guatemala que había visto sus vídeos por internet y que quería hacerse una foto con ellos. Al ver el problema, se empeñó en pagar los 12 dólares del trayecto.
Una vez en el puente, tuvo lugar la tradicional espera de hasta 3 horas hasta que a las 9:40, tras cantarse el himno americano y al ritmo de "New York, New York" de Frank Sinatra a tope por los altavoces, se inició el mejor maratón del mundo. “Yo tenía miedo a cómo reaccionaría Pablo al madrugón y al jet lag, pero en cuanto entramos en Brooklyn empezó a chillar y a chocar la mano con la gente, que es lo que más le gusta. Yo me había aprendido lo de "Give me five" (choca esos cinco) y se lo decía a la gente continuamente. ¡Medio Nueva York chocó la mano con Pablo! Solo el paso por Brooklyn hizo que mereciera la pena ir a Nueva York. Los policías y los bomberos se hicieron fotos con nosotros. Y ni te digo nada en el Bronx, donde la gente nos rodeó para jalearnos bajo una lluvia de confeti. Lo que ocurrió al paso de Pablo por esos 5 barrios fue indescriptible, lloré varias veces de emoción. Y en la línea de meta, la gente de las tribunas en Central Park se puso en pie para aplaudir. Fueron 5 horas de esfuerzo, yo llegué con tirones en una mano de empujar el carro, pero ver a Pablo afónico de tanto gritar, de tanto disfrutar, lo compensa todo. Yo corro para verle reír”, recuerda de tirón José Manuel.
"Tuve mucha tensión durante las 5 horas y 8 minutos que estuvimos corriendo porque el vehículo es mucho más largo del que hemos usado siempre y con menos maniobrabilidad, y tenía miedo de hacer daño a otro corredor. Solo tuvimos un pequeño incidente con una chica que se nos cruzó, pero se levantó sin daño y vino a decirnos que no nos preocupáramos. Llegué muy “cascado” por la tensión y por la dureza de este maratón cuyos últimos 20 km están llenos de subidas, sobre todo es muy dura la del Puente que te da entrada a Manhattan, en el km 23”.
QUIÉN ES EL HÉROE AQUÍ
Trece horas después de haber tomado aquel taxi por la mañana, José Manuel y Pablo regresaban al hotel, cada uno con su medalla de finisher, y sobre todo con miles de aplausos resonando en sus oídos. Espectacular fue la ovación que recibieron en el pasillo que dejan los familiares que están esperando a que salgan de la zona vallada.
"Hay gente que me dice que vaya fortaleza y que somos héroes. Cualquiera de los que acaba el maratón podría terminar llevando a Pablo… ¡en peor tiempo, eso sí! Pero lo harían porque Pablo te da mucho más de lo que tú le das. Yo disfruto mucho más un maratón con Pablo que cuando corro solo".
No se fueron nuestros protagonistas de la Gran Manzana sin otro maratón (este de turismo: Museo de Ciencias Naturales, subida al Empire, barco a la Estatua de la Libertad…) ni sin la última anécdota (la silla de Pablo saltó la alerta de explosivos en el aeropuerto) pero finalmente regresaban a Sevilla, José Manuel para seguir con sus alumnos y sus clases de historia y Pablo al "maratón de todos los días". Atrás quedaban 42 km iluminados con la sonrisa del hijo y la ilusión de un padre. "El maratón es una alegoría de la vida; la vida es una carrera. Importa la meta pero importa el camino. Hay momentos fáciles y momentos difíciles, pero todos tienen su sentido". Lo dice José Manuel y debajo firmamos todos los que alguna vez hemos ido más allá del kilómetro 42.