Llevo todo el mes de abril sumando kilómetros y kilómetros en bicicleta, corriendo y nadando, aunque los entrenos en el agua han sido más espaciados y más cortos, pero realizados con un mimo especial y tratando que sean de la máxima calidad. Además he cuidado la nutrición. No he comido cualquier cosa en cualquier momento. Siempre con el objetivo de poder tener el máximo de energía en este mes de carga de volumen.
Hasta ahora no ha habido ningún día que sintiera cansancio, un detalle que siempre he observado y me ha sorprendido. No sentir el cansancio habitual cuando entrenas entre 13 y 14 horas a la semana es como mínimo curioso.
Después de la euforia que me invadió cuando por primera vez en mi vida dejé tirado a mi marido en la salida del fin de semana anterior, este sábado, sólo subirme a la bicicleta y tras haber calentado unos kilómetros va el tío y me dice: “¿Sabes cuál va a ser el titulo de tu post de esta semana? Qué poco dura la alegría en casa del pobre". Cuestión psicológica o no, pero enseguida me di cuenta de que Curris no iba a dejar escapar esta oportunidad para poner las cosas en su sitio (cosas de parejas, piques inevitables).
Enseguida detectó que no afrontaba igual el entreno. Pensé que aquellas palabras no debían debilitarme mentalmente, pero la verdad es que la acumulación de entrenos me pasaron factura y esta vez fue él quien me dejó tirada.
Entrenos de abril completados
Reconocer tus propias limitaciones es un gran entreno de cabeza. En ocasiones, la acumulación de entrenos provoca ocasionalmente una bajada de rendimiento puntual. Un paso atrás para coger carrerilla y dar un salto hacia adelante.
Al día siguiente, domingo, salí sola: 90 km con un día gris y un fuerte viento que no invitaba a pedalear. Fue de esos entrenos en los cuales te cuestionas si valía la pena: “¡si podría estar en casa leyendo la prensa tan ricamente, desayunando con el pijama puesto!" Pero había que ser fuerte mentalmente, cumplir con la disciplina de trabajo y estar sentada en la bicicleta durante 4 horas. Me molestaba el sillín, lo cual merma el ánimo y solo pensaba en acabar lo antes posible. (Espero resolver este problema en mi visita la próxima semana a Víctor Calsamiglia de Ciclystlab).
Sorprendentemente, a pesar de mi estado de incomodidad al bajar de la bici, me encuentro con un entreno de 90 km en 3 horas y 37 minutos. Un muy buen registro para mí. Esto significa que, a pesar de que las sensaciones no fueron buenas, he hecho grandes avances en bici. Estoy fuerte, cada día más. Sólo el pequeño detalle del sillín me incomoda, pero si consigo resolverlo creo que podré hacer una buena bici en Zurich. Es decir, mejorar considerablemente el tiempo que hice en mi primer Ironman. Este es el objetivo.
El lunes, estaba cansada. Ha sido la primera vez que lo he notado. No agotada pero sí con el cuerpo relajadamente lento. En ningún momento he sentido cansancio muscular, eso me llama mucho la atención, los músculos no se han resentido. Soy consciente que el descanso también forma parte del entreno y voy a estar una semana con entreno de mantenimiento para volver a incrementar el ritmo en la próxima semana.
Cargando pilas
Llevo todo el mes de abril sumando kilómetros y kilómetros en bicicleta, corriendo y nadando, aunque los entrenos en el agua han sido más espaciados y más cortos, pero realizados con un mimo especial y tratando que sean de la máxima calidad. Además he cuidado la nutrición. No he comido cualquier cosa en cualquier momento. Siempre con el objetivo de poder tener el máximo de energía en este mes de carga de volumen.